A Rosa Ariza, Jimmy Sierra,
Erasmo Lara y Armando Martínez.
’La amistad es como una llamarada cuyo valor no reside en lo espectacular de su primera combustión, sino en la humilde permanencia de su pequeño fuego"
Fuimos llegando, uno a uno, cargados de hermosas experiencias. Algunos con heridas incurables, otros con pesadas mochilas cargadas a la espalda, pero la verdad es que fuimos llegando de a poco Mi generación, la que inicia su andadura a principios de los años sesenta, comienza a envejecer, a cubrir su calendario con fechas señaladas en rojo. Esas marcas que nos recuerdan las hazañas que contamos entre vino y buenos amigos para revitalizar las articulaciones que se van volviendo escleróticas con el paso de la vida.
Llegamos de a poco, repito, hasta este puerto en el que amarramos la barcaza al palo mayor. Nos abrazamos impacientes y con ternura acumulada. Acariciamos nuestros corazones ya curtidos en demasiadas historias, recordamos juntos y en voz bajita para no ahuyentarlos de la memoria aquellos amores primeros y descubrimos de pronto que las calles no eran tan largas como las creímos algún día, ni el poste de la luz tan alto como siempre alcanzamos a mirar.
Nos hemos hecho adultos. Adultos nostálgicos y llenos de añoranza, síntoma inequívoco del comienzo de la madurez. Hoy pasamos lista para saber quiénes quedan y cuántos han partido. Buscamos entre viejos cachivaches aquella bicicleta que montábamos para impresionar a esa chica que hoy peina canas y nos mira de reojo, sorprendida al comprobar que aquella agilidad de antaño ya no es más que un pálido reflejo de todo cuanto fuimos. Pero al fin y al cabo, al pasar balance, no todo es pérdida. Hemos sorteado mares encrespados hasta llegar juntos al mismo puerto, reconociéndonos unos a otros en el brillo de nuestros ojos el valor de haber logrado ser coherentes con nosotros mismos, siendo alquimistas de algo que llamamos amor.
Llegamos hasta aquí, es cierto. Ahora somos menos si, nos contamos temerosos, pero que bueno que logramos celebrar juntos este encuentro, para curar viejas heridas y así seguir viviendo. De a poco.