Científicamente se sabe que la actividad física tiene beneficios fisiológicos, psicológicos y sociales que propenden a prevenir y a controlar la mayoría de las enfermedades orgánicas y mentales. No obstante, el exceso de ejercicios afecta a millones de personas en los países desarrollados y en aquellos en vías de desarrollo como el nuestro. En tal sentido se sabe que, la relación entre el nivel de actividad física y el riesgo a desarrollar una enfermedad coronaria, ha sido estudiada en las últimas tres (3) décadas por cardiólogos, psicólogos, nutricionistas y neurocientíficos.
No obstante se sabe que, el sedentarismo está asociado a la obesidad y, esta a su vez, es el factor principal para el desarrollo de varias comorbilidades de salud, tales como la diabetes mellitus tipo dos (DM2), la dislipidemia (DLP) y el síndrome metabólico (SM). Varias investigaciones realizadas en los últimos treinta (30) años han constatado que, el impacto del sedentarismo sobre la salud física y mental es catastrófico a nivel mundial. Según las estadísticas mundiales, el sedentarismo causa aproximadamente el 25 % del cáncer de colon y el de mama, el 27 % de los casos de Diabetes tipo dos (2) y el 30 % de las enfermedades coronarias catastróficas. Como se puede observar, la actividad física moderada tiene un impacto importantísimo en la prevención y el control de la mayoría de las enfermedades prevenibles (OMS-OPS).
En tal sentido, los psicólogos sabemos que el principal motivo para que una persona realice ejercicios físicos consiste en mostrar una figura física sana, ágil y musculosa o dicha persona sufra de un problema de salud que requiera ejercitarse de forma continua. Sin embargo, se ha comprobado que el exceso de ejercicio físico genera un problema de salud mental conocido científicamente como vigorexia (DSM-V). En el campo de la salud mental, la vigorexia se conoce como dismorfia muscular o complejo de Adonis. Como tal, la vigorexia es un trastorno mental por insatisfacción de la imagen corporal que tiene una persona sobre su cuerpo. No obstante, en el desarrollo de la vigorexia influyen los modelos estéticos instaurados por la publicidad, los medios de comunicación y la manipulación que ejercen las “poderosísimas redes sociales”.
Los especialistas en higiene y salud mental sabemos que, el culto al cuerpo musculoso y esbelto se manifiesta más en hombres que en las mujeres, debido a un problema cultural y social que le asigna al género masculino un cuerpo fuerte y vigoroso. Aunque le resulte difícil crearlo, son los hombres jóvenes con trastornos vigoréxicos los que acuden con mayor frecuencia a ver a los psicólogos y a los psiquiatras, en busca de ayuda para ellos superar su patología mental. En tal sentido se sabe que, las personas vigoréxicas tienden a la ingesta exagerada de proteínas y carbohidratos, acompañado del consumo de otras sustancias, tales como los esteroides anabolizantes, entre otros (OMS, 2018).
Por su parte, los vigoréxicos se ven a sí mismos como personas débiles y poco atractivas, lo que les impulsa a pasar muchas horas en el gimnasio y a obsesionarse con su dieta y con su figura física. Según los estudios realizados en los últimos veinte (20) años, la vigorexia se da en hombres cuyas edades oscila entre los 18 y los 35 años. Hasta ahora no se conocen las causas exactas del estresor que desencadena el trastorno vigoréxico. No obstante se cree que, un posible estresor podría estar asociado con el acoso escolar al que fueron expuestos/as los niños y las niñas a muy temprana edad (DMS-V y OMS, 2019).
Los psicólogos, los médicos y los psiquiatras sabemos que los síntomas más frecuentes que presentan las personas vigoréxicas son, entre otros: Preocupación desmesurada por su cuerpo, estar permanentemente analizando su peso, observar obsesivamente el estado de los músculos y la cantidad de grasa, tener excesiva dependencia de los ejercicios físicos, obsesión con la dieta, afección a las relaciones sociales, evitar comer fuera de casa y, estar dispuesto a cualquier sacrificio para potenciar físicamente su cuerpo, así como tener una autoestima baja y sentir fatiga o cansancio con frecuencia (DMS-V-OPS-OMS,2019).
En tal sentido se sabe que, la creciente preocupación por la apariencia física en la sociedad actual, unido a la creencia de los beneficios que reportan tener un "cuerpo perfecto", son condicionantes que influyen para que las personas con autoestima baja asuman patrones estéticos irracionales que responden únicamente a criterios mercantilistas. Además, los psicólogos y los psiquiatras sabemos que el comportamiento de los vigoréxicos es provocado por un modelo multicausal y multifactorial, donde influyen factores individuales, comunitarios y sociales que convergen y se fusionan hasta desencadenar la enfermedad mental. Inciden también los aspectos psicológicos y personales (herencia genética), así como cuestiones estéticas del medio social cotidiano (Universidad de Navarra, España, 2015).
Como sabemos, vivimos en un mundo mediatizado y supeditado a la imagen, donde el hedonismo se ha ido instalando progresivamente como actitud vital para aparentar; mientras que la libertad, el disfrutar, el sentir más y hacerlo más rápido, se han consolidado como valores egocéntricos y patológicos peligrosos. No obstante, la sociedad actual nos ha inculcados el deseo de buscar el placer a cualquier costo, aunque esto nos provoque un desastre psicológico e incluso la muerte. Los psicólogos sociales comparamos los antivalores de la sociedad actual, con las prácticas patológicas que se vivieron en la Antigua Roma en los que las Fiestas, el Culto al Cuerpo y el sexo promiscuo, estaban por encima del bienestar personal y colectivo de los habitantes de esa compleja e histórica ciudad.
Como aspectos y elementos valiosos para nuestros estudios y análisis de las diferentes patologías humanas, los psicólogos sociales sabemos que los estereotipos culturales y sociales establecidos y transmitidos de una generación a otra y el impacto de los medios de comunicación y las redes sociales, son instrumentos poderosísimos de manipulación personal y colectivo que mezclan un cuerpo delgado (ectomórfico), definido y fibrado (mesomórfico) que influyen en la autopercepción y la valoración psicológica del varón presumido, inseguro y con autoestima baja.
En tal sentido, un problema con el que nos encontramos los especialistas en higiene y salud mental es que, las personas vigoréxicas no se consideran enfermas y, cuando éstas suelen acudir al médico, al psicólogo o al psiquiatra, su trastorno mental está muy avanzado o ha progresado a un cuadro patológico compulsivo. Cuando esto ocurre, el tratamiento al que es sometido el enfermo debe enfocarse a “modificar la conducta y la percepción distorsionada” que tiene el sujeto sobre su cuerpo. En la mayoría de los casos, los especialistas en higiene y salud mental combinamos la terapia cognitivo-conductual con el tratamiento farmacológico y nutricional.
Al igual que en otros desórdenes emocionales y trastornos de la conducta alimentaria, como es el caso de la anorexia o bulimia, el paciente vigoréxico debe asumir una dieta alimentaria balanceada que propenda a mejorar su condición física y mental. En tal sentido, se le recomienda al paciente cambiar la nutrición que ha llevado a cabo hasta ese momento, la cual según la mayoría de los casos que se conocen, suele estar basada en proteínas, carbohidratos y pocas grasas (OMS-OPS, DMS-V). Además, es conveniente que el paciente descontinúe los batidos de proteínas y los esteroides anabolizantes, pues este tipo de dieta provoca cambios en la menstruación de la mujer, problemas cardiacos crónicos, acné, retención de líquidos e incluso atrofia testicular en el varón, lo que reduce la producción de espermatozoides (Estudios realizados por la OMS y la OPS, 2004-2012).
También se le recomienda al paciente vigoréxico, reducir el número de horas dedicadas a las prácticas de ejercicios físicos por otras actividades que sean de su agrado y que le permita relacionarse con otras personas que no sean de su entorno cercano. Además, se le recomienda asumir una actitud responsable sobre los ejercicios físicos y su dieta. En tal sentido se sabe que, si los pacientes vigoréxicos asumen las recomendaciones de los especialistas en higiene y salud mental que los están acompañando, éstos podrán asumir nuevos hábitos y aficiones que propendan a reducir su obsesión por los ejercicios y el culto por sus respectivos cuerpos (DMS-V, 2019).
Finalmente, tratar la vigorexia requiere la intervención de un médico-nutricionista, un fisioterapeuta, un psicólogo y/o un psiquiatra con experiencias en el tratamiento de dicha enfermedad. Combinar la psicoterapia con un programa de nutrición que incluya varios ejercicios físicos moderados o prudentes, facilitará la superación del cuadro vigoréxico sin importar su complejidad. La buena noticia es que, la vigorexia se puede curar en un cien por ciento, si el paciente pone de su parte y recibe el apoyo de sus familiares.
“El cuerpo no es más que una mera proyección de la mente, y la mente no es más que un pobre reflejo del corazón” (Ramana Maharshi)