No sé bien,  quien admirar más, o a la industria turística o a Vietnam como pueblo: la industria turística porque, en ese país,  es atrevida, oportuna, culta o a Vietnam porque  su larga Historia, heroica, como  país enano frente a China nos da lecciones de cómo esta,  respeta a un David frente a ella, la Goliat. 

Pues, preparando minuciosamente un viaje a ese lejano país, me ofrecen en el paquete un “tour por los túneles”.  Pensé en elevados y  en túneles de última  generación tecnológica, pues no,  jamás me imagine que se trataría de los famosos túneles que formaron parte de la estrategia militar del General Giap, cuando rodearon las montañas de esos laberintos, sorprendiendo a los soldados franceses acampados, a bajo en las llanuras, de  Dien Bien Phu,  en 1953. Todos vimos  por televisión, la rendición del ejército francés, su inmediata retirada de Vietnam para dar paso  enseguida a otra intervención militar, esta vez, la de los EE.UU.

Vietnam y su ejército de liberación construyo durante esa larga intervención  más de 200 kilómetros de túneles, que se convirtieron en auténticas ciudades. Casi los km de calles que tiene Santo Domingo.

Imagínense la ciudad como un queso “gruyere” lleno de subterráneos, recodos, curvas y cruces, galerías  en todas las direcciones, para peatones que no sufran de claustrofobia, bajo tierra como las catacumbas: pues los túneles de Cù Chi  son eso, se pueden visitar, en la ciudad de Ho Chi Minh, la capital de Vietnam. 

La industria turística de ese pequeño y dinámico país se atrevió, orgullosamente,  a ofertar en el paquete turístico, la visita de ese sistema de galerías subterráneas para así, explicar una parte gloriosa de su Historia,  a los turistas, jóvenes y no, que conocieron o no la estrategia extraordinaria del General Giap, encabezando un ejército diminuto frente al ejército francés y después al ejercito de los EE.UU. Un general genial que gano una guerra usando el terreno, la topografía, el paisaje, el clima, la geologia o sea, la geografía,  para ganar una guerra que se eternizo, por los intereses económicos e ideológicos que estaban en juego.

Los primeros 48 kilómetros de túneles se construyeron en el año 1945, durante la guerra contra el ejército francés. Otros 200 kilómetros más se hicieron a lo largo de la “otra” guerra de Vietnam. Estos túneles fueron utilizados por las guerrillas del “Viet Cong” así se llamaban los soldados,  como calles para su desplazamiento silencioso e invisible en lo que duró la guerra.

Lo que el mundo admiro, no fueron solos esos túneles, fue la manera de construirlos: a la luz del día y en las noches, con la presencia cercana de los soldados, a pesar de los vuelos aéreos, de las patrullas, de los satélites y de los espías. Nadie sospecho que como hormiguitas, los vietnamitas estaban excavando, a mano casi siempre, esos túneles, y sin ruido, transportando equipos mecánicos, relevando los soldados-obreros sin que ningún sistema de seguridad o de espionaje los delataran. Rodearon ciudades, campamentos militares con un mando militar casi siempre enterrado bajo tierra, comunicando de manera horizontal de hombre a hombre para no ser ubicados.

Eran más que túneles. Eran ciudades bajo tierra, tenían familias,  viviendas, hospitales, refugios antiaéreos, fábricas de armas, zonas de instrucciones militares, tenían luz, agua y desagües por la arcilla casi generalizada en ese país. Se estima que ¡unas 10 000 personas pudieron vivir, juntas, en esos túneles-ciudad, a pesar de los  bombardeos aéreos masivos y de los aviones espías sin piloto,  usando las últimas tecnologías de fotos aéreas para la detección de la vida (infrarrojos).

En sus muy famosos libros,  “Unidad y diversidad del Tercer Mundo: de las representaciones planetarias a las estrategias de terreno”  y “La geografía, sirve primero,  para hacer la guerra” Ediciones Maspero- Paris, el geógrafo frances,  Yves Lacoste puso en evidencia como los norteamericanos trataron de utilizar las ancestrales canalizaciones (en pendiente y en espiral) de los arrozales y  las presas (construidas en esas mismas pendientes, -para distribuir el agua en esos canales-)  para bombardearlas con precisión y así provocar unas inundaciones, que de haberse realizado, hubieran provocado miles de muertos, ya que esas montañas dominan la llanura del Mekong, una región cenagosa, a nivel del mar, de las más densificadas del mundo, por su productividad, su riqueza y las ventajas geográficas que presentan la cercanía al mar y sus posibilidades de transporte y movilidad.

Pues a pesar del conocimiento geográfico que podían tener los mandos militares franceses y americanos, nunca sospecharon ni detectaron que los soldados del General Giap, recorrían esos túneles con una agilidad y una rapidez que nadie imaginaba, saliendo al aire libre cuando lo decidían por esos hoyos que se podían transformar en trampas de la muerte, sobre todo de noche. Se movían sin ruido, sin iluminación, en las zonas bajas húmedas,  como la misma facilidad que en las zonas altas montañosas, demostrando su estricto dominio de la geografía y sacándole las mas mínimas ventajas estratégicas.

Es obvio que muchos de los bombardeos de los aviones B-52  destruyeron muchos túneles, pero el mayor daño que provocaron esos túneles, fueron sicologicos, afectaron el ánimo de los soldados a pie, que desconocían la geografía, la vegetación de Vietnam y su clima y podían caer en esos famosos boquetes o trampas que se construyó para dar acceso a esos túneles. La sorpresa, la muerte dramática, inesperada, cruel socavo la moral y  el ánimo de los soldados que solo, para su salvación, podían contar con la aviación y la vía aérea y la droga.

Pues, la industria turística se apodero de esos túneles, de su Historia y los incluyo en los tours que los turistas recorren, a unos 27 km del centro de Ho Chi Minh, a veces caminando, como los soldados vietnamitas, gateando o de cuclillas, a oscura, como en las condiciones reales (los vietnamitas no son muy altos) sin hablar del calor, de la humedad, de lo  sofocante que es ese ambiente.

Pues, imagine un momento, que los visitantes a la zona amurallada de Santo Domingo y de sus alrededores,  pudieran recorrer el escenario espacial de la guerra del 65, desde los barrios de la zona alta de Santo Domingo, los alrededores de Radio Television dominicana, el edificio de Radio Mil que sirvió de mirador, el Puente Duarte, la Fortaleza Ozama, el Conde, los Comandos repartidos en la zona, el edificio de los Molinos, el Parque Eugenio María de Hostos y reconstituir los episodios famosos de esa parte de la Historia de la ciudad y del país. Se podría proyectar documentales, dar charlas educativas a los turistas, sobre los motivos de la guerra, su desarrollo y las condiciones ambientales, sociales, políticas que rodearon ese acontecimiento fundamental para nuestra ciudad, de los cuales, no sabemos ni resaltarlos, ni sacar provecho en términos culturales y menos en términos económicos. A ver si algún empresario turístico se atreve a explotar inteligentemente nuestra Historia para hacer un negocio que nadie condenara.