SI EL Estado Islámico se hubiera acercado a las fronteras de Israel esta semana, nadie en el país se habría dado cuenta. Israel estuvo atrapado por un drama de aposento.

En el Tribunal de Distrito de Jerusalén, el ex primer ministro, Ehud Olmert se enfrentó a su antigua secretaria, Shula Zaken. Nadie podía desviar la vista de ellos. Fue el tipo de material con lo que se hacen las telenovelas.

SHULA era una joven de 17 años de edad, de Jerusalén, cuando conoció a Ehud. Éste era un abogado en ciernes; ella una nueva secretaria en la misma oficina.

Desde entonces, durante más de 40 años, Shula fue la sombra de Ehud; una secretaria leal que siguió a su ambicioso jefe de estación en estación: alcalde de Jerusalén, después ministro de Comercio, y, finalmente, primer ministro. Ella era su colaborador más cercano, su confidente, todo.

Y ahora, todo explotó. Olmert fue acusado de varios hechos de corrupción grandes y se vio obligado a dimitir. Desde hace años ha sido un tema constante en las salas de los tribunales y en los reportes de tribunales de la TV. Shula Zaken, ahora con 57 años, una mujer corpulenta, es el otro acusado. Ella lo apoyó contra viento y marea, hasta que en su testimonio Olmert le echó toda la culpa a ella. Shula fue enviada a prisión por 11 meses. Y Ehud, de nuevo, fue absuelto.

Ese fue el punto de inflexión. Al parecer, durante años la devota secretaria había grabado conversaciones privadas de su jefe con ella. Según Shula, porque ella no podía vivir sin poder escuchar su voz en todo momento. Otros lo han visto como una especie de seguro de vida.

Y de hecho, esta semana, después que Shula hizo un trato con la fiscalía, el tribunal escuchó a un montón de grabaciones, que bien pueden enviar a Olmert a la cárcel por muchos años.

El drama entre ambos era irresistible. Encabezó las noticias, desplazando a casi todo lo demás. Pero pocos han tratado la importancia real del asunto.

Las grabaciones mostraron una atmósfera de corrupción que impregna todo al más alto nivel de gobierno. Se sucedían enormes sobornos, como algo rutinario. La relación entre los magnates y el primer ministro era tan íntima, que el líder podría solicitarle a cualquier magnate por teléfono que transfiriera decenas de miles de dólares a su secretaria para pagar el lujo de su vida personal, y luego, por su silencio.

Las grabaciones no muestran qué obtuvieron a cambio los ultra ricos. Solo nos queda adivinarlo.

Parece que la misma simbiosis entre los principales políticos y los “ricos” persiste en Estados Unidos. También en este sentido la similitud entre los dos países está aumentando. Tenemos, sin duda alguna, valores comunes: los valores del pequeño grupo de plutócratas que emplean a los políticos más importantes de ambos países.

Y MIENTRAS todo el mundo se queda mirando a las escenas del tribunal por la TV, ¿quién está siguiendo lo que sucede más allá de nuestras fronteras?

Hace unos 2.400 años, los galos estaban a punto de montar un ataque nocturno por sorpresa a Roma. La ciudad fue salvada por los gansos de un templo en la colina del Capitolio, que armaron un alboroto tal, que los habitantes se despertaron a tiempo.

Pero nosotros no tenemos ningún templo ni gansos que nos alerten, sino sólo algunas agencias de inteligencia con un registro coherente de fracasos.

ISIS está lejos. Tenemos abundantes enemigos que están mucho más cerca: Hamás, Mahmoud Abbas, “los palestinos”, “los árabes”, Hezbolá, y ‒algo más allá‒ “la bomba” (también conocida como “Irán”).

A mi juicio, ninguno de estos constituye un peligro existencial para nosotros. El Estado Islámico sí lo es.

Como he dicho antes, el Estado Islámico (EI) no supone ningún peligro militar. Los generales actuales y antiguos que dan forma a la política de Israel sólo sonríen cuando se menciona este “peligro”. ¿Unas pocas decenas de miles de combatientes con armas ligeras contra el enorme sistema militar israelí? Una ridiculez.

De hecho lo es, en términos militares.

Los israelíes, al igual que los estadounidenses, son personas prácticas. No aprecian el poder de las ideas. Ellos piensan como Stalin quien, cuando le advirtieron sobre el Papa, preguntó: "¿Cuántas divisiones tiene él?"

Son las ideas las que cambian el mundo. Como las del legendario Moisés. Las de Jesús de Nazaret. Las de Mohamed. Las de Karl Marx. ¿Cuántas divisiones tenía Lenin, cuando cruzó Alemania en tren?

ISIS tiene una idea que puede barrer toda la región: hacer lo que hizo Mahoma, para restaurar el califato que gobernó desde España hasta la India; borrar las fronteras artificiales que dividen el mundo islámico; ahuyentar a los gobernantes árabes lamentables y corruptos, y acabar con los infieles (incluyéndonos a nosotros).

Para millones y millones de jóvenes musulmanes en sus estados fallidos, impotentes y empobrecidos, esta es una idea que endereza sus espaldas y les inflama el pecho.

Las ideas no pueden ser detectadas por los aviones espía. No se pueden desbaratar por los bombarderos pesados. La convicción de los estadounidenses de que los problemas históricos se pueden solucionar bombardeando desde el aire es una vana ilusión.

UNA VIEJA queja israelí es que siempre que algo va mal en nuestra región, Israel siempre carga con la culpa. Tomemos Sabra y Chatila. Como exclamó nuestro entonces Jefe de Estado Mayor, “los goyim matan gentiles, y culpan a los judíos”.

Una vez más. El Estado Islámico no tiene nada que ver con nosotros. Se trata de un asunto puramente islámico. Aun así, muchas personas culpan a Israel.

Sin embargo, esta vez la culpa no carece de razón. Israel se considera a sí mismo una isla en la región, la famosa “villa en la selva”. Pero eso es una ilusión. Israel está situado en el centro de la región, y lo aceptemos o no, todo lo que hacemos o no hacemos tiene un impacto enorme en todos los países que nos rodean.

Los éxitos sorprendentes del EI son un resultado directo de la frustración general y la humillación sentida por una nueva generación árabe ante nuestra superioridad militar. La opresión de los palestinos la sienten todos en el mundo árabe.

(Ayer vi, casualmente, en la televisión una vieja película de Arabia Saudí acerca de un estudiante de secundaria que fue castigado por su maestra por andar en bicicleta. El castigo era una multa “para nuestros hermanos palestinos”. La película no tenía absolutamente nada que ver con Palestina.)

SI NO existiera Israel, el Estado Islámico habría tenido que inventarlo.

De hecho, alguien con cierto gusto por las teorías de conspiración bien podría llegar a la convicción de que Benjamín Netanyahu y sus secuaces son agentes secretos del EI. ¿Hay alguna otra explicación racional para lo que hacen?

Uno de los principales postulados del EI es que la lucha contra Israel es una guerra religiosa, en el centro de la cual está el Noble Santuario de Jerusalén.

Desde hace meses, un grupo de judíos fanáticos ha estado levantando una tormenta en Jerusalén en defensa de la construcción del Tercer Templo Judío en el sitio que ocupan los dos santuarios islámicos ‒la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa‒. Este grupo es tolerado e incluso promovido por la policía y el gobierno, y está en las noticias del día.

El Noble Santuario (o “Monte del Templo”) es uno de los puntos más sensibles del mundo. ¿Quién en su sano juicio podría alterar el statu quo y permitir que los judíos recen allí, convirtiendo el conflicto político en uno religioso, tal como lo desea el EI?

En estos días, las protestas violentas en Jerusalén Este anexado se producen diariamente. El gobierno acaba de aprobar una ley que permite que los adolescentes palestinos que lanzan piedras sean encarcelados por nueve años. Eso no es un error tipográfico: años, no meses.

La reciente guerra de Gaza ha despertado resentimiento en todo el mundo árabe. Las pérdidas humanas y materiales sufridas por la población palestina siguen siendo inmensas, al igual que la rabia en toda la región. ¿Quién gana? El Estado Islámico.

Y así sucesivamente. Es un flujo constante de hechos y fechorías diseñados para molestar a los palestinos, a todos los árabes y a todo el mundo musulmán. Es combustible para la propaganda del EI.

¿POR QUÉ, por amor de Dios, lo están haciendo nuestros políticos? Porque no son otra cosa que políticos. Su interés único es ganar las próximas elecciones, que pudieran producirse antes de lo que la ley exige. Mantener abajo a los árabes es lo popular. Y el desprecio tradicional hacia todas las cosas árabes los está cegando ante los graves peligros que están por venir.

El Estado Islámico puede significar el comienzo de una nueva era en nuestra región. Una nueva era requiere una reevaluación de la realidad. Los enemigos de ayer pueden convertirse en amigos y aliados de hoy y del mañana. Y viceversa.

Si el EI es ahora el peligro existencial primordial para nosotros, tenemos que reevaluar nuestras políticas de manera integral.

Tomemos la Iniciativa de Paz Árabe. Desde hace años ha estado revoloteando, como un envoltorio de sándwich desechado. Se dice que todo el mundo árabe está dispuesto a reconocer a Israel y establecer relaciones normales con él, a cambio del fin de la ocupación y un acuerdo global de paz entre israelíes y palestinos. Nuestro gobierno ni siquiera ha respondido. La ocupación y los asentamientos son más importantes.

¿Tiene algún sentido esto?

La paz con Palestina sobre la base de la iniciativa pan árabe le quitaría gran parte del viento que hincha las velas del Estado Islámico.

Si el EI es ahora nuestro principal enemigo, los enemigos de antaño se convierten en aliados potenciales. Incluso el abominable Bashar al-Assad. Irán, definitivamente, y Hezbolá y Hamás. Israel debe reconsiderar su actitud hacia todos ellos.

Cuando la invasión de los mongoles destruyó Irak en 1260 y amenazó a todo el mundo árabe, el estado de los Cruzados abrió sus puertas y dejó que el ejército musulmán pasara a través de ellas en su marcha hacia Ain Jalut, en el valle de Jezreel, donde trituraron a os mongoles en una batalla que cambió historia.

SÓLO UN Israel que firme la paz con Palestina puede unirse a un nuevo alineamiento regional para hacer frente al Estado Islámico, antes de que este engulla a toda la región. Es una cuestión de supervivencia.

Un gran estadista israelí reconocería el reto histórico y la oportunidad histórica, y la aprovecharla.

Por desgracia, no hay ningún gran estadista israelí a la vista. Solo los pequeños Netanyahus, que ahora están pegados a la historia de Ehud y Shula.