¿Por qué la gente publica su vida privada en las redes sociales virtuales? No es una pregunta inocente cuya respuesta está dada de antemano, sino un fenómeno que debemos encarar con cierta profundidad. Varias veces lo he planteado: los cambios en los medios de comunicación traen consigo mudanzas en la construcción de la subjetividad.  Seríamos muy simplista si dijésemos que se trata de chauvinismo, esnobismo o incapacidad para pensar claramente sobre las consecuencias de que todo el mundo (virtualmente) se entere de lo más propio de cada ser humano: la vivencia de lo íntimo.

Hay un hecho incontestable: cada vez más personas –con fama o no- comunican lo que viven íntimamente por las redes sociales virtuales. Bien se trata de una nueva conquista amorosa, la celebración de un día especial, la visita a un lugar específico o la muerte de un ser querido, la gente procura comunicarlo a través de las redes sociales virtuales (Facebook, Instagram, Twitter, entre otras). Cada vez más, la gente expone datos de su vida privada en las redes de tal modo que parece difuminarse los límites entre la vida privada y la vida social.

Una anécdota: en una de mis clases de posgrado es el cumpleaños de una de las alumnas. Una compañera de maestría le regala una tarjeta de felicitación y un globo en nombre de todos. Después del efusivo abrazo, la homenajeada toma su celular, le tira foto a la tarjeta y al globo, lo cuelga en Instagram y Facebook al mismo tiempo y escribe en emotivo mensaje de agradecimiento al gesto de sus compañeros (no se lo dice a la persona que está justo a su lado, sentada a su derecha). Esta última toma su celular, puesto que ha recibido una notificación de Facebook con el mensaje de la amiga y presencialmente le dice: “de nada, corazón, eres muy especial para nosotros”.

La situación anterior se dio entre migrantes digitales, no nativos. Los millennials no viven nada al margen de las redes sociales virtuales por lo que esperaríamos que su concepto de vida privada fuese más flexible que generaciones anteriores cuya identidad no se forjó bajo el impacto directo de las tecnologías de la información y las redes sociales virtuales. Lo que asombra es el desplazamiento entre los migrantes digitales de formas anteriores de expresividad de la subjetividad hacia las nuevas formas de construcción subjetiva a partir del universo virtual y el relajamiento en la concepción de la vida privada y de la intimidad como contenido exclusivo de la esfera privada.

Hannah Arendt es la filósofa que mostró cómo en la modernidad capitalista y social la comprensión de la vida privada se restringe a lo íntimo (lo que otros no pueden ver) y la esfera social adquiere para sí muchos de los componentes y rasgos de la vida privada en la comprensión griega y medieval. El trabajo y su burocratización e instrumentalidad como medio de sustentación de la vida trajo consigo esta imbricación entre la esfera privada y la nueva esfera social. Pero siempre lo íntimo estuvo restringido a las cuatro paredes de la casa. Las redes sociales virtuales han transmutado lo íntimo en social a tal grado que la vivencia íntima no lo es si no es colgada en lo que podríamos llamar la “vida virtual” del sujeto.

La constitución de la subjetividad hoy día se juega a dos planos: el fáctico o empírico del acontecer y el virtual del “reconocimiento” flexible o del aparecer empático que se traduce en un “like”/Me gusta. Acontecer y aparecer forman un mismo proceso configurativo de la subjetividad puesto que las experiencias que me constituyen lo son en la medida en que producen o generan más vida virtual.

La época de las grandes hazañas edificadas sobre la acción y la palabra, esos dos lugares de inquietud para el ser que se revela a sí mismo desde el nacimiento hasta la muerte, se trastoca por la quietud que provoca la época en que, desde la comunidad del teclado, se construyen repeticiones de lo efímero estereotipado.

La construcción de la subjetividad se ha realizado siempre entre lo fáctico y lo mediado simbólicamente. Ahora incorporamos un tercero elemento al imaginario subjetivo: lo virtual.