Espada y visión del símbolo argumentan el recorrido ontológico en la poesía de Blanca Kais Barinas. Para ella el tema poético se define allí donde el existente busca la ventana mítica en los abismos y ascensos que expresan la vida del poema, en una búsqueda que, en su forma y esencia, presentifica el ente verbal y el ritmo de una imagen que testimonia la huella y el flujo poéticos. (Ver, Las manos del tiempo, 1998).
Nada más que proceder a su lectura y encontraremos la herida originaria; el pulso que transmite el incendio; la boca inflamada de palabras que abunda en la expresión para producir la síntesis y el éxtasis: cuerpo y alegoría, símbolo y presencia cuya prosecución lírica se agita en los ecos marmóreos de la página poética.
El signo poético pronuncia su intención y conquista el valor de las resonancias que articulan el gesto particular de la poesía, con todo lo que la misma tiene de presencia, forma y camino. El bosque de los símbolos poéticos se particulariza en su obra como vastedad expresiva y en su resonancia emergen las cualidades rítmicas, vocales e intencionales. Eufonías, paranomasias, prolepsis, analepsis y sinécdoques se hacen observables en el movimiento lírico del poema, donde también se advierten metáforas alucinantes, goteos simbólicos, estructuras arquetípicas y recurrencias míticas:
Luz y aroma que pasan por el alba y la noche
playa triste y sedienta, donde sueña un suspiro
y en la arena le queda la humedad de un sollozo
que se ha vuelto rocío…
Es canción en la tarde que enmudece de pronto,
y se inclina serena ante el quieto destino…
una llama infinita que fluye ardientemente
y de pronto se cambia en caminos de frío…
( Ver, Y…la vida, p.7)
La presencia del pasado crea la pesadumbre en el gesto metafísico donde aparece el contenido lírico, el emblema elegíaco, donde la metáfora permite además la transfiguración en la dinámica de la melancolía y los tonos crepusculares del poema:
Un torrente de brisa
me ha cubierto las manos
y las hojas murmuran
una canción del monte.
Y aquí estoy en la aurora
con los ojos sombríos
y una pregunta triste
que va hacia el horizonte.
(Interrogación, p.8)
Una lectura de los principales signos del poema permite observar que Blanca Kais Barinas intuye los ritmos poéticos en contextos expresivos donde late el símbolo, el arquetipo modernista y melódico propio de la estructura dinámica del poema. La palabra crea en el poema su propia andadura, su antiguo movimiento:
No hay más que continuar, y entre las manos
llevar siempre una luz…
y una sonrisa inmóvil en los labios
y seguir…y seguir…
La búsqueda poética de Blanca Kais Barinas acentúa cada vez más el estro, el numen propio de la poesía, donde ella misma se vierte y se recoge para levantarse envuelta en sus orígenes. El poema no solamente habla, sino que produce una inscripción de propiedad mágica en los velos de la claridad. El tono de eternidad es la entrada a la vida y a la muerte, en tanto que principio y término del incendio poético.
Así, el signo moviliza en el poema los poderes de una imagen cíclica, vertida en el movimiento de una esperanza fijada en el ser y el no-ser que generan la tensión espiritual y dialéctica de la forma poética. Pura semilla donde los tonemas y ritmemas engendran la visión de elementos cósmicos particularizados en los ejes del pensamiento poético.
Y esto ocurre de todos modos en Blanca Kais Barinas como fórmula y eco de una creación que tiene su propio proceso, su propia luz en las instancias líricas de la elegía que pronuncia el ser como en combate:
Siempre hay velo azul que desgarramos
un manto de tinieblas del que huimos,
el buscar de la luz que no encontramos
y la sola verdad en que vivimos.
(Siempre, p.10)
El ritmema de cierre modernista y postmodernista atestigua en Blanca Kais Barinas una expresión más dura y a la vez confesional que permanentiza los ecos de una tradición en la lírica hispanoamericana (Gabriela Mistral, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Julia de Burgos) observables en su dinámica poética.
Los ecos y sueños del poema se repiten en una sinfonía de signos a la vez especulares, donde principio y fin producen su verdadera relación, su cadencia silenciosa y onírica:
Porque yo sueño cosas que no debo soñarlas,
sin embargo ¡Ya vez! nunca puedo evitarlas,
por ejemplo, yo sueño con las algas dormidas,
y en la hoja que viaja por los aires perdida.
Y en una roca clara que cantó mi silencio,
con las voces dormidas que se van en el viento
y en las noches muy claras, o en las albas brumosas
y en todos los misterios guardados en las cosas,
(Sueños, p.11)