La muerte en ocasiones se presenta como una fuerza arrebatadora y personificada; como una gran interrupción, y otras veces, se mueve lento por entre las cosas y nos deja a solas en un montón de sentimientos huracanados. En lo personal manejo estas emociones de manera íntima, entre el silencio y la contemplación. Cuando un amigo artista parte físicamente, compañeros y compañeras echan mano de lo que mejor saben hacer para tratar de homenajear la memoria de quien se aleja. Así que hoy me salgo un poco del tiesto para dejar que la maldita columna se una a un coro hermanado en el estupor y la tristeza de ver cómo la parca, que está más ocupada de la cuenta últimamente, despoja a la canción dominicana de uno de sus más aguerridos intérpretes.
Vitico fue quizás uno de los artistas a quien más aprecié en vivo. No porque me lo propusiera o por algún loco afán, sino por la casualidad y la oportunidad. Siempre pensé, y ahora lo confirmo, que si Cerati era el cantor de un amor de música ligera, Vitico era el de la música pequeña, y no por el tamaño, ya que cuando hablo de pequeñez me refiero al espacio de lo íntimo, lo calmo, o apacible.
. Dije ya que lo vi en vivo acariciar esa guitarra muchas veces, pero no fue sino hasta el año pasado, alrededor de estas fechas, que lo conocí personalmente y tuvimos la oportunidad de enredarnos en una breve conversación en el lobby del hotel Apartamentos Colón en Madrid. Durante la plática lo recuerdo afable, hablando con ademanes de mago sobre los misterios de la composición, el habla popular y la poesía. Le agradezco el gesto de hablarme con confianza, como si me conociera. Yo, que suelo hacer el ridículo en estos casos, me dispuse en silencio a disfrutar del prodigio de su presencia y la armonía de sus cosas.
Si la escritura sirve para algo, quisiera hoy extender un abrazo serenísimo no solo a su familia, sino a los amigos y amigas que tengo en común y que, entre todas las cosas que nos unen, podemos reconocer que la música y el talento de Víctor nos iguala y nos reúne en una de las mejores maneras de ser dominicanos y caribeños. Gracias Víctor, Víctor, querido Santautor, porque en las horas más fogosas de la tristeza, recordaremos que contamos con una mesita de noche, en donde, colgado como un broche en el centro de la duda, guardamos tu corazón.