Hace años, tantos ya que nos es difícil precisar cuántos, cuando subíamos y bajábamos las escaleras de la FIA-UASD ( Facultad de Ingenierías y Arquitectura de la Universidad Autónoma de Santo Domingo), cavilando sobre las palabras de alguno de nuestros profesores de historia y/o teoría de la arquitectura ( ya fuera Natividad Cotes, Alberto Guerra, Andrés Navarro, o Eduardo Rozas Aristy), no contemplábamos ni remotamente que una de aquellas tantas visitas recomendadas por nuestros maestros, nos llegaría al final o inicio ( según cómo se mire) de la primera juventud del autor de estas líneas que a día de hoy cuenta con 42 años.
En nuestros años de colegio conocimos la Ciudad Colonial de Santo Domingo, hoy y desde 1990 o 1991, Patrimonio de la Humanidad, declarada por la UNESCO. Luego y con los años conocimos otras ciudades con historias que contar, de aquellas que nos hablan en clase. Nunca vimos The Crystal Palace de J. Paxton, en el Hyde Park de Londres, pues nuestra visita la realizamos con más de 60 años de retraso con respecto a la fecha de su desaparición en un incendio, en la década del 30 del siglo XX. No tuvimos suerte pero nos conformamos, y con mucha ilusión, con el Palacio de Cristal del Parque del Retiro en Madrid, de R. Velázquez y Bosco.
Nuestro premio gordo no tardó en llegar cuando pudimos citarnos con G. Eiffel a los pies de su emblemática torre en París. Koechlin, Nouguier y Sauvestre no acudieron a la cita pues nuestra imaginación, quien convocaba, no fue capaz de recordarles.
Conocer a Gaudí en La Pedrera (Casa Milá) nos retrotrajo a 1910 y nos permitió disfrutar lo que a nuestro juicio es una de sus mejores obras.
La bella Italia parecería como si fuera una fuente inagotable de arte y arquitectura que aún, hoy en día no parece menguar. ¿Cómo fue posible que en un período relativamente breve Leonardo, el más grande, pudiera coincidir con Miguel Ángel?… Algunos dicen que incluso en el mismo espacio físico … ¿Florencia?
Caminar por las calles que inspiraron a Shakespeare y figurarnos mediar entre Bassanio, Antonio y Shylock, viendo el nivel de agua amenazar el mercado de Venecia, nos mereció mucho la pena y lo disfrutamos a tope, aunque no tanto como una libra de carne como pago.
Gracias Coimbra por prestarnos tus libros y a Friburgo por mostrarnos un poquito de selva negra y fotovoltaica asociada a su cotidianidad.
Y luego Mérida…
Con la aparente modestia que implica un viaje en automóvil, a una pequeña ciudad de provincia, nos trasladamos 2000 años atrás para conocer cómo Lusitania tenía su capital en Augusta Emérita, en la que los generales y muchos valiosos soldados del imperio se retiraban a vivir como mortales pero a disfrutar como dioses de su circo, teatro y anfiteatro; también de sus puentes y acueductos.
Aquel día hace muchos años, lo que nos daba vueltas en la cabeza era una frase: un arquitecto debe viajar….Aquí lo dejamos por hoy y hasta la próxima semana, cuando pasemos por el Arco de Trajano rumbo a casa, no sin antes visitar a Moneo en su Museo Romano.