A pesar de que la Constitución de Estados Unidos de 1789, tal como lo recuerda Josep M. Coloner, en su obra Instituciones políticas, no incluyó regulaciones explícitas sobre los límites a la reelección en la Presidencia ni en el Congreso, el primer presidente, George Washington, creó un precedente, llamado la regla de los dos períodos presidenciales, al limitarse a sí mismo a dos mandatos de cuatro años cada uno (1789-1797).
Por el contrario, en nuestro país, los límites de la reelección han sido cambiados de manera recurrente, siendo en la actualidad de dos períodos consecutivos, de conformidad con el artículo 124 de la Constitución de la República.
Sin embargo, como consecuencia de la reforma que se hizo en el año 2015 para la reelección del presidente Danilo Medina, se estableció una disposición transitoria que le prohíbe, sin lugar a dudas, presentarse como candidato para las próximas elecciones.
Es comprensible que en un sistema de gobierno ultra presidencialista los ciudadanos se resignen a aceptar al presidente como a un Dios terrenal que todo lo puede.
El poder del presidente es aun más ilimitado cuando su formación política, como acontece desde hace 11 años con el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), dispone del control hegemónico de todos los poderes y extrapoderes del Estado y el Poder Ejecutivo borra la línea que lo separa de los demás poderes para convertirlos en sus siervos.
La innegable falta de institucionalidad política que prevalece en nuestro país, hace innecesario repetir la sentencia de Ferdinand Lasalle de que la Constitución “no es más que una hoja de papel”, expresada en su obra ¿Qué es la Constitución?.
Por lo tanto, ¿qué puede frenar a un presidente todopoderoso, como el nuestro, si decide reformar la Constitución Política para reelegirse? La experiencia del último intento fallido en la República del Paraguay nos dice que solo un pueblo indignado lo puede detener.
Veamos, entonces, lo que ocurrió en Paraguay. El presidente, Horacio Cartes, impuso una reforma constitucional para reelegirse. Cuando ya había sido aprobada y todo parecía indicar que se encaminaba, sin mayores dificultades, hacia un segundo mandato, la sociedad inconforme salió a las calles a protestar contra la reelección. Entonces, vino lo peor, un agente de la policía asesinó al diputado de 25 años de edad, Rodrigo Quintanilla, provocando la indignación de miles de paraguayos, a tal punto que le prendieron fuego al Congreso, bajo las consignas: “fuera Cartes” y “dictadura”. A Horacio Cartes no le quedó otro salida que renunciar a su intento reeleccionista.
Los promotores de la peregrina aventura reeleccionista deben tomar en cuenta que las condiciones actuales son muy distintas a las que existían cuando se hizo la última reforma constitucional que posibilitó la reelección del presidente Danilo Medina. Todo ha cambiado, Danilo Medina no cuenta, como en el 2015, con la complicidad de los más influyentes sectores de la sociedad. Ahora tiene de frente a una sociedad civil activa y combativa. En definitiva, las ilusiones que creo el mago del marketing gubernamental, Joao Santana, se han desvanecido.
Cualquier intento de modificar la Carta Sustantiva para cambiar los límites de la reelección podría llevarnos de frente al espejo de Paraguay.