Pedirle a un soldado servir en un conflicto, donde pueda ser afectado física o emocionalmente y cuyas posibilidades también pueden presentar la misma muerte, es una honra que muchos considerarían justificable, mientras sea por la Patria. Pero enviar a un soldado nuestro, a la incertidumbre de un conflicto ajeno, a cambio de remuneraciones inciertas, puede ser cruel. El no cumplirle, es criminal.

Este pasado lunes 29 de mayo para ser exacto, se celebró en Estados Unidos, el Día de Recordación. El último lunes del quinto mes del año, se le guarda como “feriado”, a aquellos que perdieron sus vidas, luchando en conflictos bélicos por la nación americana. Es un día, que a pesar de la economía haberlo comercializado con ofertas en tiendas por departamentos e incentivos insinuantes de pasarla en patio o playa entre amistades, las familias de los caídos y la gran mayoría de los servidores públicos de altura a todo lo largo y ancho de la nación, honran a estos seres con misas, ofrendas florales, colgando banderas, visitando cementerios y marcando tumbas con girones patrios.

La designación de un día de evocación, origina de la decoración de las tumbas de soldados caídos que se llevara a cabo durante la Guerra Civil de 1861. En aquel entonces, las esposas de los Generales, ornamentaban las tumbas de los combatientes que servían bajo la tutela de sus maridos. Esa guerra nacional, dejaría más de un millón de fatalidades. Sumatoria que supera con creces, el total de las víctimas estadounidenses, de todos los combates en los cuales este país ha luchado.

Ornamentar, prontamente se convierte en hábito, en el Sur de la “Unión” segmentada. Específicamente en Savannah, Georgia, centro de los “Confederados” y la resistencia rebelde. Pero antes de finalizar los enfrentamientos, el gesto ya se había extendido hacia las damas de los militares de rango del Norte, asumiendo estas, la costumbre por igual. Con el tiempo, el concepto y acto de decoración pasa a uno más amplio de recordación y con ello, la mejor de las herramientas para lograr la convalecencia de la unión americana. Con el tiempo, aquellos que han servido en las líneas castrenses, sin importar que hayan visto o participado en algún conflicto, también serían honrados con su día. Para ellos, se le apartaría el 11 de noviembre de cada año, como Día de los Veteranos.

El acto de marcar o decorar los sepulcros, nichos y mausoleos de caídos, con símbolos representativos del imperio, clan o tribu, no era algo exclusivo a la nueva nación, en realidad es una costumbre antigua, que incluso trasciende el descubrimiento del Nuevo Mundo y las culturas que aquí fueron encontradas.

Esta antesala histórica, puede servir de llamado nacional, a la decoración de los difuntos o mejor aún a la recordación de los sacrificados por la democracia nacional dominicana, desde otras tierras sobre causas ajenas.

Sé que aún no se me entiende. Incluso, estoy seguro de que nadie los recuerda. Tenía años que ni me pasaba por la mente a mí tampoco. Pero este último lunes pasado, Día de Recordación en los Estados Unidos, justo en esta etapa, donde veo todo a través del lente de la diáspora y mi tricolor, me tocó la oportunidad de preguntarme. ¿Qué tanto de mis compatriotas, han estado en playas extranjeras, defendiendo los intereses de otros?

Opto por consultar a un criollo amigo que sé que ha servido y ha visto combate. El Teniente Coronel Retirado Alberto Santos, de los “Marines” de los Estados Unidos, me informa que, en la actualidad, 1,372 dominicanos o descendientes, hacen vida militar en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.

Esa es una cifra, que pudiera parecer representativa, pero la misma es menos del 2.5% de la población de soldados procedentes de otra nación, los cuales suman cerca de los 65,000, nos confirma Santos. Desde la Segunda Guerra Mundial, pero más notoriamente visible, desde la Guerra de Vietnam, dominicanos residentes en los Estados Unidos han servido en sus instituciones militares en épocas de paz y por igual en sus guerras.

Ahora, esos casi 1,400 que hemos citado como dominicanos o “nacionales foráneos”, término que utiliza las Fuerzas Armadas para diferenciarlos de los nacidos en su territorio, es una cifra a la cual hemos llegado por disposiciones y decisiones individuales. Estas personas se han “enganchado a guardia”, como decimos nosotros, por motivación propia. Y aunque valiosas y apreciables, no era en ellos, en quien hace unos días me detuve a pensar.

Mis pensamientos fueron ocupados por esos otros dominicanos. Aquellos que hace más de una docena de años, como parte de la “Coalición de los Dispuestos”, fueron enviados desde la República Dominicana hacia Iraq.

Un grupo de 600 soldados militares dominicanos que partieron en dos grupos desde la isla, en el 2003 y 2004, con el pretexto de asistir a los Estados Unidos en la reconstrucción de esa nación del Medio Oriente. Para los que llevan anotaciones y conteo, la nuestra fue la delegación, si así se quiere llamar, más grande, de todas las enviadas por países latinoamericanos.

Para nosotros como país, esa fue la primera vez que nacionales nuestros, se vieron en escenarios de conflicto, fuera de nuestro tres/cuarto de isla. Peor es saber, que, aunque validado por la amenaza común del terrorismo, la decisión no les llegó por motivación propia.

Utilizo ese término, porque estos soldados, fueron animados con retribuciones de motivación, a su regreso. Se les dibujaron roles de poco riesgo, de carácter técnico y logístico. Su recompensa vendría al regresar a la patria, donde se les otorgarían bonos monetarios, vivienda propia, promociones de rango y todo el apoyo médico necesario.

Para saber de ellos, y dentro de la motivación inducida por el Día de Recordación que no es lo mismo que el de los Veteranos, me dispuse esta semana a conocer sobre el paradero y estado de esos soldados dominicanos y el posible cumplimiento de los compromisos rendidos. La respuesta que encontré fue una más desalentadora y agravante que la que esperaba.

Estos al regresar y ver que sus llamados caían en oídos sordos, optan por quedarse en silencio y no criticar mucho a los que toman las decisiones y que habían determinado el monto de los cheques que les iban a facilitar.

Los veteranos de la Guerra de Iraq, enviados por el gobierno dominicano y en apoyo a la “Coalición de los Dispuestos”, temen insistir sobre sus derechos. Busque a lo largo de toda la semana para solo encontrar un único artículo de periódico que hacía mención de sus condiciones desatendidas. Tristemente publicado 10 años después de la guerra. La otra nota que encontré, hizo reseña de un llamado que se hiciera una vez en Nueva York. Nadie nunca ha dicho ni ha respondido nada en favor de estos sacrificados. No se les cumplió.

No me interesé en averiguar sobre sus experiencias. Eso ni viene al caso. Cuando a un hombre se le envía a una escena bélica, y más cuando es una que no es suya, en verdad, lo menos que se debe hacer es cumplir la palabra rendida. Buscando y buscando, no pude encontrar fuentes que validaran alguna fatalidad. Aparentemente a ninguno de ellos les estaremos decorando sus tumbas o lapidas con flores y banderas este “Día de Venta” de “Memorial Day”. Lo que, si se es que varios de estos patriotas prestados que enviamos a representarnos a playas extranjeras, regresaron con lesiones permanentes. Algunas físicas, otras emocionales y todas financieras. Ejemplos hay de más.

Pero hemos llegado al punto donde lo único de importancia, es el mensaje compartido en un grupo de “whatsapp”. En un país, donde todos tenemos una semana, siendo entretenidos por la cartelera de los actos del circo que se nos presentó, solo nos cuesta esperar, que, entre los memes insensatos de las redes sociales, un Día de Recordación o de Veteranos, a alguien se le ocurra preguntar y compartir, en un humor desabrido, ¿Y qué pasó, con esos dominicanos que enviamos a Iraq? Entonces puede que así, lo difundiremos.