Desde hace 12 años paso todos los días por la avenida Paseo de los Reyes Católicos. Es un trayecto que nunca resulta monótono ya que atraviesa sectores variopintos que ofrecen una infinidad de contrastes.

La avenida Paseo de los Reyes Católicos parte de la rotonda de Arroyo Hondo, donde está ubicada la Plaza República del Ecuador y donde se producen a veces los tapones más fenomenales de la ciudad, ya que en esta plaza desembocan la dicha avenida, la Sol Poniente y la República Argentina, así como la calle Luis Amiama Tió.

Saliendo de esta rotonda y tomando los Reyes Católicos uno se topa con edificios de apartamentos de 4 pisos relativamente recientes que hacen parte de Arroyo Hondo. La avenida sube, baja, las casas se hacen más pequeñas, aparecen negocios y talleres en el lado derecho y carros ocupando la acera  izquierda.

El primer puente seco pasa encima de las populosas cañadas del Jardín Zoológico. Llegando al segundo puente seco aparecen los cerros del Caliche o de Loma del Chivo de Cristo Rey que se han llenado de cientos de casitas de concreto apiñadas, construidas de manera anárquica, a veces sin respetar las propias leyes de la gravedad, al igual que las casas edificadas en la cañada  del Zoológico construidas en zona de deslizamiento y que no resistirían a un sismo de cierta intensidad. Estos sectores no tienen nada que envidiar a los populosos barrios de los cerros de Puerto Príncipe y existen a menos de 5 minutos de uno de los sectores más exclusivos de la capital.

Llegado a este punto inicia el viaje al mundo de la basura, producto de la extraña solución adoptada por las autoridades municipales para sacar la basura de estos sectores en alturas con calles estrechas donde los camiones no pueden pasar. La idea brillante y por cierto de alto contenido educativo ha sido la creación de enormes ductos que caen de los altos a los bordes de la Avenida donde los moradores tiran sus fundas que, es cierto, antes botaban sin los ductos. Estos desechos llegan de manera brutal al lateral de la avenida, partiendo del supuesto que los camiones de basura retirarán rápidamente estas fundas reventadas debajo de los ductos, abiertas a la intemperie y visitadas por  ratones, moscas, perros y humanos constituyéndose en verdaderos focos pestilenciales de contaminación en estos tiempos de dengue, cólera y chikungunya.

Les invito a recorrer el sector un día de fuertes aguaceros cuando, en las partes más bajas de la avenida, las aguas que no encuentran desagües estén subiendo. Alrededor de su carro flotará mucha basura, con fundas y sin fundas, arrastrada por la corriente. Al bajar las aguas, quedará agua apozada y basura por todas partes y no solamente los supuestos vertederos sino  toda la avenida quedará convertida en una pocilga.

Como si no fuera suficiente, a nuestras autoridades edilicias se les acaba de ocurrir una iniciativa quizás más brillante, ¡si es posible!, que las luces de la Navidad Brillante. La nueva idea luminosa es la de utilizar la avenida no solo para establecer vertederos informales de desechos domésticos, sino un vertedero para deshechos de construcciones, restos de metales, máquinas, trozos de plásticos y de madera. Ahora filas de camiones vienen a botar lo inservible en un lugar que va creciendo cada día y donde otros camiones y grúas vienen a recoger los deshechos. Todo eso en el medio de una supuesta vía rápida, entorpeciendo el tráfico, creando peligros innecesarios, dañando el pobre asfaltado de la avenida y contraviniendo una vez más a todo sentido común.

Así, en las cercanías del nuevo Zoológico, miles de personas hacinadas viven peor que los animales allí recluidos, mientras una Brillante Navidad enciende miles de bombillos en los terrenos del antiguo Zoológico a golpe de millones de pesos que pudieron haber tenido un mejor uso.