Todo mal tiene su lado positivo, por más retorcido y sombrío que pueda parecer dicho comentario. La muerte y la enfermedad son, tristemente, un colador por excelencia. Nos enseñan los verdaderos valores y convicciones que los seres humanos poseen, pues es en nuestros momentos de debilidad cuando mostramos al mundo todo lo que callamos por respeto a la sociedad. Es aquí, como bien lo dice Darwin, que el más apto sobrevive, mientras que los otros perecen. Es esta verdad, tan cruel y desgarradora, la que afecta a todos los estratos de nuestra sociedad antillana. El coronavirus nos ha mostrado la insensibilidad, irresponsabilidad, y estupidez patológica de este pueblo, que no puede negar su carácter tercermundista y estatus de república bananera.

Esta pandemia, la cual camina sigilosa y rápidamente entre nosotros, ya ha infectado a cientos y ha cobrado la vida de por lo menos una veintena, incluidos algunos baluartes de la dominicanidad. Nuestro deber, como ciudadanos respetuosos y responsables, es limitar nuestro contacto con el mundo, a fin de poder retener el avance de este virus. A pesar de las diversas advertencias y medidas impuestas por el gobierno, el pueblo continúa desafiando al poder, poniéndose en riesgo tanto a ellos como a quienes los rodean. Es lamentable que han sido miles los apresados por violar el toque de queda. Y más penoso es saber que aún existen quienes consideran seguir los pasos de estos esbirros del orden público.

Debo reconocer que el gobierno ha tenido un buen manejo de la situación, aunque recomendaría que se implante un toque de queda total, dígase, de 24 horas. No obstante, una sola acción, que dicho sea de paso es una obligación, no puede nunca limpiar todos estos años de corrupción. Culpo completamente a la pseudo monarquía morada de la gravedad de la inminente crisis económica, pues han saqueado el erario hasta más no poder.

Me parece que la célebre frase de que “los pueblos tienen los líderes que se merecen” nunca ha sido más atinada que hoy día. Hemos sucumbido a la barbarie y al salvajismo, mostrando a todos que poco hemos avanzado desde los remotos tiempos coloniales. Es más, hemos involucionado, pues los eventos actuales no son propios de una sociedad racional del siglo XXI. Sin duda alguna, esta crisis nos ha demostrado que la lucha por la educación es primordial para nuestro desarrollo.

En la oscuridad siempre hay luz, y entiendo que todavía existen dominicanxs que lucharan por asegurar la victoria quisqueyana. Honraremos a nuestros próceres y sentaremos precedente para las futuras generaciones. Sin más que decir, simplemente me queda invitarlos a permanecer en sus hogares, dando gracias por el simple hecho de poder resistir este encierro bajo un techo.