Cuando vi que en Santiago de los Caballeros, las autoridades interceptaban el paso a las personas que iban vestidas de verde, o que en Santo Domingo a una comunicadora la increpan al entrar al Congreso Nacional por llevar un llavero verde… no supe precisar si tales estupideces provocaban reír con cinismo o llorar con vergüenza, lo cierto es que llamó mucho mi atención y me pregunté ¿por qué prohibir un color que desde hace tiempo nos vienen arrebatando poco a poco?, claro, me refiero a la esperanza; y ¿por qué las autoridades intentan enmudecer con esas posiciones retrogradas a quienes se levantan y marchan contra el secuestro de una nación blindada con una descarada corrupción y con una férrea impunidad?
¿Es el verde una ofensa para el poder? ¿lo es para la claque politiquera que intenta vedar a toda costa un pensamiento disidente solo por estar en contra de los excesos de quienes nos gobiernan cubriendo y empoderando a una clase dominante? Que me perdonen a los que esta pregunta les resulte ofensiva.
No es casualidad que el pueblo decidiera revelarse y marchar contra tanto abuso, tanta humillación, tanto descaro…. No, no es casualidad; es que la gente explota cuando el remedio de sal y limón no es suficiente para cerrar las llagas, cuando ya el agua de vinagre no alivia la sedienta garganta de un pueblo exprimido que agoniza con los labios crispados de tanto callar; definitivamente no es casualidad. Esta insurrección está más que justificada. Guste a quien guste y cueste a quien cueste.
Mi incógnita sigue abierta. Prohibir objetos e indumentarias por el color… ¿pero a qué clase de dictadura nos encaminamos? Un régimen que ha robado la esperanza de un pueblo pobre comprado con funditas, bonos y botellas desde Balaguer hasta la fecha.
Pero ¿qué significa impedir que el ciudadano se vista de verde? Pues solo una rabieta ridícula de las autoridades que no aceptan que la gente, harta de tantos asaltos y atracos a la dignidad, se levante.
Ya nos intentaron arrebatar el verde natural de Los Haitises, Bahía de las Águilas o Loma Miranda; y a cambio nos vendieron una verde esperanza laboral con Punta Catalina, que no fue más que otro caso de chantajes y corruptelas camuflados como proyecto de desarrollo para el país.
Y por cierto, lo que debiera de prohibirse es la luz verde que da paso libre al semáforo de ODEBRECHT para edificar la médula de la corrupción en territorio dominicano y que sigue operando a pesar de escándalos y denuncias en el extranjero
El verde debería representar la esperanza de vida, una vida que día a día se apaga en los insalubres hospitales infantiles del país, que por falta de medicamentos o equipos médicos perecen cientos de niños cada año.
¿Para qué hacer el “allante” de prohibir una camiseta o unos tenis verdes, cuando en cambio no se frena la destrucción de nuestros verdes bosques que a diario son saqueados para un comercio de madera y carbón que llena los bolsillos de grandes empresarios y probablemente de las autoridades que lo consienten?
Por prohibirnos, ya nos han prohibido hasta el plátano verde, porque su precio en constante aumento, limita su consumo en los hogares humildes, lo que contribuye a la desnutrición física y mental de un pueblo tan mancillado por ventajistas sinvergüenzas.
No le pueden pedir al saltamontes, la cotorra, el cocodrilo o la tortuga… que se desprendan de su color, tampoco a los bosques, ya tampoco al pueblo. Políticos y gobernantes, por mucho que traten, esto ya no lo pueden contener más. El pueblo se unió para decir ¡Basta! Y a estas alturas prohibirlo no sirve de nada porque todo al mundo clama por un país más verde.
Ya nada puede impedir la fuerza de la marea verde, porque su voz universal se ha elevado por encima de los controles gubernamentales y transportado a los lugares más recónditos. Este movimiento ha unido a diferentes generaciones, clases sociales, ideales políticos, cultos religiosos, a profesionales, a estudiantes, a obreros…que luchan y sueñan con una nación al fin fumigada de las plagas que la degradan.