Cuando Luis Castro (Don Luis o “La Brocha” como él prefiere que lo llamen) recibió en plena campaña electoral un carnet de SeNaSa lo consideró como una gran conquista, un verdadero acontecimiento personal; más, un año y cuatro meses después relata lo que se puede calificar como un verdadero viacrucis: Tuvo que esperar dos meses para una cita con un cardiólogo en el “Morgan” para que el día de la cita fuera recibido-con mucha calidez, según explica- por un médico que aunque ese era su nombre, le informa que no es cardiólogo sino otorrinolaringólogo. Le pusieron una nueva cita para dos meses después y al llegar el esperado momento se entera que el cardiólogo tiene varios días que no asiste. Un amigo le recomienda que vaya al Hospital Padre Billini pues para llegar allá solo tiene que pagar desde Haina un solo pasaje, además de que acogen preferentemente a los afiliados del Régimen Subsidiado con carnet. La historia se repite en el otro escenario y con otros protagonistas y así sucesivamente con una clara conclusión a la fecha: aún no ha sido atendido por médico alguno y por suerte a diferencia de tantos, está vivo para contarlo.
La historia de Don Luis confirma lo que un médico amigo que ha dado grandes servicios a la Seguridad Social decía con frecuencia: “la diferencia entre el indigente que no tiene otra opción que acudir a los hospitales y el afiliado al Régimen Subsidiado, es solo el carnet”. El relato que hacemos totalmente apegado a la verdad y que se repite diariamente, así lo confirma.
Es una tragedia. Pues de acuerdo a estadísticas de SISALRIL de junio de este año el Régimen Subsidiado tiene 2 millones 401 mil 793 afiliados y aun el Consejo Nacional de la Seguridad Social mantiene el mismo per cápita del 2002, es decir, de 181 pesos con 45 centavos, mientras el régimen contributivo mediante resolución del 31 de julio se le ha llevado a un per cápita de 835 pesos con 89 centavos.
Las condiciones infrahumanas en los servicios públicos de salud, calificación del propio Presidente de la República, no se reducen a la infraestructura física. Más aun, el caso de Don Luis evidencia que no es solo un problema financiero. Es principalmente la gran inequidad de la sociedad dominicana que se expresa en la negación del derecho a la libertad de elección en salud a los más pobres, mientras que del propio presupuesto del Estado otros reciben servicios en las mejores clínicas del país y hasta en el extranjero.