Los organismos de seguridad que prestan vigilancia en nuestros parques mantienen una vieja práctica represiva hacia manifestaciones afectivas de parejas heterosexuales y homosexuales en la que incluyen todo tipo de acercamiento físico.

Personas de diferentes condiciones sociales y líderes de opinión utilizan continuamente discursos que legitiman esta práctica, plantean que en los parques las parejas no deben besarse ni acercarse porque atenta contra “la moral” y las “buenas costumbres”.

Las costumbres son pautas culturales que aluden a hábitos y tradiciones. Los hábitos alimenticios, creencias religiosas, bailes, vestimentas, son costumbres. No son malas ni buenas responden a la diversidad de cada sociedad.

Los parques son espacios públicos en los que las personas tienen derecho al libre tránsito y expresión de: afectos, ideas, reunión, actividades culturales y recreativas.

¿Por qué la violencia, el acoso sexual, el abuso sexual visto desde distintos escenarios cotidianos en la vida de niños y niñas no se considera como una amenaza a la “moral y buenas costumbres” que pueda afectar su reproducción en ellos y ellas?

En muchos países se puede observar a parejas jóvenes y adultas expresando su afectividad con caricias y besos. Estas expresiones de afecto se producen tanto en parejas heterosexuales como homosexuales, sin afectar el libre tránsito de niños, niñas y familias que salen a los parques a compartir continuamente.

No observamos en ningún parque de otro país (excepto República Dominicana) que se prohíba la afectividad en las parejas por considerarla como atentado a la “moral” y las “buenas costumbres”. Las familias tampoco se sienten amenazadas con la presencia de parejas homosexuales o heterosexuales. En los países democráticos nadie intenta controlar la afectividad en las parejas, se considera parte de su intimidad. Nuestra constitución establece la naturaleza democrática de nuestra sociedad, no existe ninguna prohibición al respecto, es una violación a la misma.

Llama la atención de que a la policía y a muchas personas le preocupe que niños y niñas vean besos, que son manifestaciones de amor, alegría, felicidad y no les preocupe que la población infantil observe y escuche expresiones continuas de acoso sexual en las calles con referencias agresivas hacia el cuerpo de las niñas, adolescentes y mujeres. Tampoco es catalogado como “atentado contra la moral y la buena costumbre” el que niños y niñas jueguen dándose golpes, jueguen con video-juegos donde se destruyen ciudades, se usan armas de fuego de gran alcance e incluso bombas atómicas, o simplemente dediquen diariamente varias horas a disfrutar de videos, muñequitos violentos basados en guerras, donde los protagonistas son los que matan más personas.

¿Por qué la violencia, el acoso sexual, el abuso sexual visto desde distintos escenarios cotidianos en la vida de niños y niñas no se considera como una amenaza a la “moral y buenas costumbres” que pueda afectar su reproducción en ellos y ellas?

¿La ternura, el amor, entre las personas es más amenazante para nuestra sociedad sobre todo para niños y niñas que la violencia?

Es más preocupante el contacto permanente de la niñez con manifestaciones de acoso y violencia que con expresiones de afecto y ternura.

¿Por qué las expresiones de violencia, acoso sexual y maltrato no son catalogadas como que “atentan contra la moral y las buenas costumbres”?

¿Por qué la policía en vez de reprender a una pareja porque el joven recostó su cabeza en el hombro de la joven (como observé recientemente en un parque de Santo Domingo) no reprende a los hombres que les “tiran piropos” (acosan) a las mujeres ”?

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY