El miércoles 6 de septiembre, fue de un retiro obligado, inseguro de que las noticias hablaban de Irma, Katia o José, ya que estábamos incapaces de saber cuál era el huracán esa de turno atacando, que estaba amenazando. El colmo le toco a México, cuando a las 12 de la noche le tocó el terremoto más poderoso (8.2 en la escala de Richter a mil kilómetros, mientras se preparaban a recibir su huracán por el lado del Pacifico. Como notoriedad, este terremoto provoco alerta de tsunami desde Hawái hasta las Galápagos.
¿Habrá puesto a pensar al “negador” presidente del cambio climático si reparó en su no tan graciosa negación del mismo? La presencia de superhuracanes, un superterremoto y el consecuente tsunami ¿deben ser suficiente prueba para atemperar la opinión negacionista de Trump?
Eso sí, hay que reconocer que tiene capacidad rápida de aprendizaje: cuando comenzó la primera amenaza a Texas, Trump se tomó vacaciones, cuando el turno de Florida llegó, comprendió aleccionar a la población. Señal de que hay esperanza. A los que consideran que el ser humano es un “cerebro que aprende” por lo que en el décimo huracán, terremoto o Tsunami, termine mostrando compasión antes que perplejidad. Solo han pasado nueve meses de Presidencia trumpiana pero el ciclo de la naturaleza se repite cada año y parece que la Madre Natura parece decidida a mostrarle el cambio climático en su mayor expresión, ¡Ojala que no le coja con un crescendo para escarmentar a los no-creyentes del cambio climático!
Por parte dominicana, algunos gobernadores embarraron el esfuerzo precavido del Consejo de Operaciones de Emergencia y los organismos dedicados a asistir a los damnificados, del Poder Ejecutivo. Hay que señalar el equipo que la Presidencia de la República dispuso para asistir a la isla de Barbuda, cuya infraestructura fue afectada en un 90%. Hay que ayudar con una mano sin que la otra lo sepa. Tradición criolla.