Y nunca he leído mucho. Me sorprende lo tanto que leen algunos. No es sarcasmo, amigos míos, es cuando mucho una confesión. Ojalá pudiera yo hacerlo. Pero así mismo también debo confesar que he tenido mucha suerte en las lecturas: cada vez que no encuentro la pregunta correcta aparece un escrito que me lleva a ella.

Un ejemplo de esta extraña suerte es “El Perseguidor”. Ciertamente si alguien quiere aprender o comprender la física de los últimos siglos debe empezar por la música y si no puede, como es mi caso, debe hacerlo con este cuento. Porque hacer buen arte es amar la ciencia, y si no que le pregunten a “La Biblioteca de Babel”. No pidan que lo explique, está tan a simple vista que sería una vergüenza. Citando a Goyo Jiménez, experto en temas internacionales, “no lo digo, lo hago”:

“Es como en un ascensor, tú estás en el ascensor hablando con la gente, y no sientes nada raro, y entre tanto pasa el primer piso, el décimo, el veintiuno, y la ciudad se quedó ahí abajo, y tú estás terminando la frase que habías empezado al entrar, y entre las primeras palabras y las últimas hay cincuenta y dos pisos. Yo me di cuenta cuando empecé a tocar que entraba en un ascensor, pero era un ascensor de tiempo, si te lo puedo decir así. No creas que me olvidaba de la hipoteca o de la religión. Solamente que en esos momentos la hipoteca y la religión eran como el traje que uno no tiene puesto; yo sé que el traje está en el ropero, pero a mí no vas a decirme que en ese momento ese traje existe. El traje existe cuando me lo pongo, y la hipoteca y la religión existían cuando terminaba de tocar y la vieja entraba con el pelo colgándole en mechones y se quejaba dé que yo le rompía las orejas con esa-música-del-diablo.”

Como les decía, en una primera lectura uno encuentra menesteres físicos pero en una segunda, y fortuita, lectura uno encuentra la respuesta a la pregunta que compartimos un desconocido y yo: ¿Qué actividad del hombre dice “Yo NO he estado aquí”? Les daré la respuesta ya no es tan obvia y sería demasiado pedirles que esperen un par de años para releer un cuento tan aburrido. Todo aquello en lo que reconocemos nuestra ausencia, como especie o como individuos, se enmarca dentro del pensamiento mágico (incluso el odioso “a Su imagen y semejanza”).

Decir “está lloviendo” es a su vez no poder decir “estoy lloviendo” o peor “estamos lloviendo”. El problema es concordar si enchufamos o no el pensamiento en el apelativo de “actividad humana”. Al decir “está lloviendo” recreamos el mismo proceso mental que Johnny con su traje; si no hay nadie percibiendo la lluvia, o sus rastrojos, no podemos decir que en verdad existe. Pero reconocer su existencia no nos hace participes de la misma, No estamos ahí.

Paul Feyerabend, el altísimo, se mató tratando de explicar porqué el método científico era un método viciado, pero los adeptos de la ciencia son tan ciegos como los demás fanáticos religiosos. Y sí, amigos míos, la ciencia también viene a morir y a nacer, que es lo mismo al pensamiento mágico. El álgebra abstracta, por ejemplo, es también reconocer las limitantes de nuestra propia existencia.

El tiempo, también como magnitud física, es pensamiento mágico. Eso sí, es mucho más complejo reconocernos ahí pero completamente inútiles ante el suceder que implica. Pero nadie quiere leer absurdos específicos, así que de nuevo “no lo digo, lo hago”:

“—Bruno, si yo pudiera solamente vivir como en esos momentos, o como cuando estoy tocando y también el tiempo cambia… Te das cuenta de lo que podría pasar en un minuto y medio… Entonces un hombre, no solamente yo sino ésa y tú y todos los muchachos, podrían vivir cientos de años, si encontráramos la manera podríamos vivir mil veces más de lo que estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de minutos y de pasado mañana…”

El Perseguidor es el numero veintiuno, así como Casa Tomada es un verde oscuro y acuoso. Recuerdo que el cuento empieza con un epitafio de Dylan Thomas que con el tiempo solo da para recordar los versos de Edwin Madrid: “Dylan Thomas fue un buen borracho / se salió de la clínica a tomar 18 whiskys seguidos”..