La primera es que Haití es un país sumido en inmensa pobreza e inestabilidad política, de dónde la mayoría de la población se quiere ir. Esto lo evidencian las encuestas regionales cuando se pregunta a la población si tiene intención de emigrar de su país. Haití encabeza la región (y la República Dominicana no está muy detrás).
La segunda es que el lugar más cercano para los haitianos emigrar es la República Dominicana, donde encuentran corrupción en la frontera para el paso ilegal, y empleadores dispuestos a emplearlos. La tasa de ocupación de los hombres haitianos es mayor que la de hombres dominicanos, no porque los haitianos obliguen a los empleadores a emplearlos, sino porque los empleadores gustan de la mano de obra barata sin derechos.
La tercera es que los haitianos y haitianas que radican en la República Dominicana envían sus hijos a las escuelas dominicanas y van a los hospitales dominicanos. Si viven aquí tienen que hacerlo. Peor sería que no lo hicieran. Habría más analfabetismo y problemas de salud. En el caso de las parturientas que traen de Haití a parir, el problema podría enfrentarse si en la frontera hubiese menos corrupción, si para entrar a la Republica Dominicana hubiese que mostrar una visa válida de ingreso (pero ojo: hay parturientas dominicanas que van a los Estados Unidos a parir para que sus hijos sean ciudadanos americanos; la Constitución Dominicana no permite eso a extranjeros indocumentados).
La cuarta es que el descontrol fronterizo debido a la corrupción es el origen de todos los problemas (no hay otra explicación mayor). A los militares y funcionarios de aduana y migración les interesa el descontrol para acumular dinero. El Gobierno dominicano podría tener puestos modernos de control fronterizo, con puentes y carreteras bien construidos, por donde fluya legalmente el comercio y la población con permiso de tránsito. ¡Pero no! Los gobiernos dominicanos, todos, han preferido el desorden en la frontera. Si usted no me cree, vaya a cualquier punto de frontera para que lo vea.
Los haitianos y haitianas que radican en la República Dominicana envían sus hijos a las escuelas dominicanas y van a los hospitales dominicanos. Si viven aquí tienen que hacerlo. Peor sería que no lo hicieran
La quinta es que cuando en las fronteras hay descontrol y corrupción crecen los maleantes. Es muy lamentable que a un grupo de dominicanos que paseaba en motores por la frontera los detuviera un grupo de haitianos. Pero también es lamentable que a los haitianos que transitan por la zona fronteriza les despojen de sus pertenencias. Los haitianos son los más estafados en la frontera. Móntese en un minibús o camión para que lo vea. Pero de eso nadie habla.
La sexta es que con alarmismo o histeria no se resolverá ningún problema. Podrá aumentar el desprecio a los haitianos, ¡eso sí!, pero la realidad seguirá intacta.
Un efectivo control de la migración haitiana a la República Dominicana requiere de voluntad política al más alto nivel para hacer lo siguiente:
1) Modernizar y fortalecer los principales cruces formales de frontera en Dajabón, Elías Piñas y Jimaní, de manera que el tráfico de personas y vehículos se controle con eficiencia y rapidez
2) Ser implacables contra la corrupción de militares y oficiales civiles dominicanos que cobran peaje por el tráfico ilegal de todo.
3) Establecer puntos de vigilancia modernos en zonas vulnerables de tráfico ilegal de personas y mercancías.
4) Aplicar la Ley de Trabajo de 80-20 de trabajadores dominicanos y extranjeros (pero esto no lo quieren los empleadores).
La histeria es más rentable para los beneficiarios del tráfico ilegal de haitianos porque mientras más rechazados sean los haitianos, más podrán explotarlos y extorsionarlos.
Artículo publicado en el periódico HOY