Una teoría se comprueba como necesaria cuando la realidad pide explicaciones que esa teoría es capaz de dar. Creo que es el caso del “Manual del progresista” de George Lakoff en el actual momento político tan evidentemente marcado por las “primarias” y cómo a medida que aumentan las opiniones se van viendo los refajos.
Excusen la franqueza, pero los comunicados de la “oposición” y algunos análisis parecen redactados en FUNGLODE. ¿Cómo entender esa preocupación por la integridad del Comité Político del PLD o los insomnios balaguerianos por el peligro de que se agrave la “crisis” del sistema político?.
¿No es acaso, la superación del sistema político y del régimen (la forma como se articulan los componentes del sistema), el motivo de todo intento de reforma política en función democrática?.
En medio del debate, reconozco no haber visto antes algo tan pintoresco como esa ecuación recién descubierta de que las primarias abiertas la están tratando de imponer dos partidos contra veinticuatro, Alabado seas Señor. He lamentado que esa operación algebraica escapada del Baldor y no de Sartori, ni Duverger, ni Nohlen no fuera descubierta antes, me he imaginado si hubiese estado a la mano durante la última campaña electoral los tiempos en televisión para cada candidato o candidata se hubieran propuesto distintos y no a “padrón cerrado”.
Respecto a los países latinoamericanos que han optado por “primarias abiertas” (Argentina, Chile, Uruguay) creo que solo nombrarlos se transforma en un buen argumento para defender las “primarias abiertas”. Uruguay y Chile son los dos países con menor percepción de corrupción en América (para los que les gusta Transparencia Internacional) y para quienes les gusta eso de los Estados fallidos, el cono sur, los tres países con “primarias abiertas” son los que están más lejos de caer en esa calificación oprobiosa. No digo que haya que copiarlos, pero no sirven como prueba de lo peligroso de permitir la participación de la ciudadanía en la nominación de candidatos a puestos electivos. Extrañamente los “vendedores de ideas de segunda mano” definitivamente olvidaron que hay un país con amplia experiencia en “primarias abiertas”: Venezuela. Allí la oposición tiene años eligiendo candidatos con esa modalidad.
Es mil veces preferible que el sistema político cambie porque se “impusieron” primarias abiertas antes que sea por una huelga nacional indefinida, una poblada o un golpe de Estado. Y atención, nadie interprete que estoy diciendo que de establecerse las primarias abiertas llegó la democracia y se acabó la impunidad. Tampoco se puede discutir que las primarias abiertas, especialmente si pueden participar todos los partidos y/o pactos, mejoran la calidad y la legitimidad de la representación.
En este ambiente de gatopardismo el progresismo camina sobre un campo minado. La hegemonía del pensamiento balaguerista, cuando no sus propios errores, invitan a reconocer a Lakoff especialmente respecto de algunas de las “trampas”.
Está claro que no todos los progresistas piensan igual en todo y lo más valioso y que permite que los progresistas se unan es que están de acuerdo en valores y es esa la base real para la unidad de los progresistas. Los progresistas deben comunicar progresismo sea cual sea el tema en cuestión. Esto no significa que las “políticas son valores” aunque deben sustentarse en ellos. Por ejemplo, las políticas que aseguren el derecho a la educación o a la salud, no son valores, son medidas políticas “que reflejan y realizan los valores de la dignidad humana, el bien común, la justicia y la igualdad.”
“Los progresistas suelen pensar que la gente vota en función de los programas electorales y de las propuestas políticas específicas de los candidatos. Lo cierto es que la gente vota basándose en los valores, la capacidad de transmitir, la autenticidad, la confianza y la identidad.”
Con frecuencia los progresistas se rinden ante las encuestas, olvidando que la tarea del líder consiste en liderar, no en seguir. Los verdaderos líderes dice Lakoff, “no recurren a las encuestas para tomar posición, lideran a la gente hacia nuevas posiciones.
Atención también merece la idea del “centro” ideológico, un grupo grande de electores centristas, entre la derecha y la izquierda. Digamos que muchos analistas a propósito de la Marcha verde, los identifican socialmente con la “clase media”. Lakoff despeja ese mundo cuando dice que ese llamado centro está formado por “biconceptuales”, personas que son conservadoras en algunos aspectos de la vida y progresistas en otros.
Entonces el discurso progresista debe ser pensado y dirigido a estos biconceptuales “parcialmente progresistas” apelando a sus, a veces sólidas, identidades progresistas. Esto no significa que deben “escorarse a la derecha” para conseguir más votos. “En realidad, es un error. Al acercarse a la derecha, los progresistas refuerzan los valores de la derecha y renuncian a los suyos; y además, se alejan de sus bases.”
Aunque son varias más las “trampas” que denuncia Lakoff, cerraremos este tema con dos: “La trampa del menosprecio”, una tentación frecuente en el mundo progresista que cree que la gente vota por los conservadores porque es tonta. “Consideran (los conservadores) que los progresistas están intentando imponerles una “corrección política” inmoral, y esto les irrita. Como los progresistas no comprenden la acción política conservadora, tachan a los líderes conservadores de incompetentes y poco brillantes. Esto se debe a que analizan los propósitos conservadores desde el punto de vista de los valores progresistas. Si se analizan los propósitos conservadores desde los propios valores conservadores, se conseguirá comprender la situación, es decir, se entenderá el éxito que vienen cosechando los conservadores.”
Finalmente, “La “trampa reactiva”. En casi todos los temas, hemos dejado que los conservadores definan el marco del debate. Los conservadores están tomado la iniciativa política y transmitiendo sus ideas. Cuando los progresistas reaccionamos, retomamos los valores y marcos conservadores, y no sólo no hacemos oír nuestro mensaje, sino que, peor aún, reforzamos las ideas conservadoras. Los progresistas necesitamos un conjunto de políticas proactivas y de técnicas de comunicación para transmitir nuestros propios valores según nuestros propios términos. Tenemos que cambiar los marcos del debate, y no reforzar los marcos conservadores.”
No cabe duda que es teoría de la buena y los sucesos políticos recientes comprueban la debilidad y el extravío del mundo progresista: ¡¡están defendiendo ideas conservadoras!! Y si no rectifican terminarán siendo avales de leyes políticas que el progresismo lamentará por muchos años. Es verdad que en las condiciones actuales no hay fuerza para leyes con vocación democrática, pero eso no impide anunciar el pensamiento progresista denunciando lo que ocurre, diferenciándose y haciendo política, una práctica que hoy en medio de una gran fragmentación, pero sin polarización, confirma la verdad elemental de la política, no se logran cambios si no es mediante la construcción de una mayoría social y política con vocación de poder y eso se hace como lo anota Lakoff, con líderes políticos que sientan de verdad que “deben realizar juntos una campaña de ámbito nacional, organizada, sistemática y prolongada, que le transmita abiertamente los valores progresistas a la gente –día tras día, semana tras semana, año tras año-, sea cuales sean los temas específicos que constituyan el objeto de la discusión en un momento concreto.”
El mundo progresista, que sabe mejor que nadie cuál va ser el fin de la ley de partidos y de la ley electoral, que sabe mejor que nadie cuáles son los términos y a quienes convienen los llamados consensos podrían preguntarse por ejemplo, ¿Qué está más cerca de los valores progresistas que defendemos, las primarias abiertas o las primarias cerradas? No se debe dejar en la gaveta el hecho que las reformas al sistema electoral (la forma en que los votos se transformarán en cargos electivos) no se hacen para las elecciones del 2020 solamente.
Todo esto sin olvidar la Marcha verde, que de seguro no consigue apoyos políticos tan unánimes (24 a 2) como el logrado por las “primarias cerradas”.