El desarrollo no es ni  puede ser un proyecto de corto plazo. Se necesita de mucho esfuerzo y dedicación, de una fuerte vocación de entrega y de servicio para alcanzarlo. Pero es preciso acometer la tarea de ir en su búsqueda de una vez y para siempre.

“El espíritu del placer” pudiera estar impidiéndonos abordar esa faena, cada vez más lejana a juzgar por los temas que dominan el debate entre los partidos, con una muy pronunciada tendencia al ataque personal y una ausencia notable de los temas más acuciantes de la realidad dominicana e internacional. El país ha logrado un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos y Centroamérica y un tratado similar con la Unión Europea. Esos acuerdos son fundamentales para la estabilidad de la economía, dada las tendencias prevalecientes en las relaciones entre los Estados, especialmente en el área del comercio, en un mundo globalizado en el que cada día se acortan las distancias y desaparecen las fronteras.

De manera que desembarazarnos de esa tendencia a lograrlo todo con un mínimo de  esfuerzo debería ser una de las grandes prioridades en materia de actitudes colectivas. Evidentemente no se trata de una meta a lograrse en el plazo inmediato. Pero en la medida en que nos fijemos objetivos más allá del ámbito de una o dos administraciones gubernamentales, estaremos dando pasos hacia la conquista del futuro.

Admito que el sacrificio no es una virtud que practiquemos con entusiasmo. Sin embargo, con demasiada frecuencia solemos caer en la tentación que el “espíritu del placer” nos pone en el camino. No ha de resultar extraño entonces que en períodos particularmente difíciles de nuestra historia, reciente y lejana, hayamos presenciado, sin hacer esfuerzos por evitarlo, la destrucción de lo que logramos construir con enormes recursos y con la entrega de gente que supo, en su momento, ofrecer lo que el país les exigió.