Si algo ha puesto en evidencia la polémica en torno a la concesión del Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña a Mario Vargas Llosa es que las destrezas de lectura de la clase llamada por su formación y oficio a ser experta en la interpretación de textos son francamente ínfimas.

En "La miseria intelectual dominicana", publicado el 6 de febrero en las páginas de este diario, quise destacar la manipulación del mensaje de un escrito de Vargas Llosa por parte de cierto grupo de políticos, intelectuales y periodistas para adelantar cuestionables agendas políticas ultranacionalistas. Ejemplifiqué este gesto con el accionar de diversas figuras que se han pronunciado recientemente en los medios.

Una lectura incluso superficial de "Los parias del Caribe" de Vargas Llosa revelará que el Nobel peruano hacía referencia a un capítulo nefasto de la historia jurídica nacional: la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, que en su momento encontró la franca oposición de buena parte de la intelectualidad dominicana.

Los "parias" a los que se refiere Vargas Llosa en el vilipendiado escrito son los hijos de inmigrantes ilegales que de un plumazo quedaban en un limbo jurídico, puesto paria quiere decir "persona excluida de las ventajas de que gozan las demás", en este caso la nacionalidad dominicana. En otras palabras, Vargas Llosa denuncia a un poder del estado en particular, el representado por el Tribunal Constitucional. No llama fascistas a los dominicanos. Esa interpretación se la dan los voceros del pensamiento ultranacionalista para obtener un espacio en el debate nacional que no pueden conseguir sin una alta dosis de chauvinismo y su consecuente narrativa melodramática.

Que los Castillo y Manuel Núñez utilicen el artículo de Vargas Llosa para sus deleznables llamados a la violencia en nombre de la patria es hasta cierto punto comprensible si se considera la tendencia radical de su ideología y el minúsculo arraigo de su proyecto político.

Que periodistas como Lincy Kasahara y Julio Martínez Pozo se hagan eco de ese mensaje tampoco es algo que sorprenda, puesto que basta con ver cualquiera de los segmentos que le han dedicado al premio a Vargas Llosa para entender que ni siquiera han leído con atención el escrito que ha desatado la polémica.

Ahora bien, que un profesor universitario y escritor laureado nacionalmente como César Zapata demuestre un pobre dominio de la interpretación textual sí es algo que activa la sorpresa. Incháustegui Cabral ha pasado a la historia por una célebre sentencia en referencia a nuestro país: "ni la censura lee". Si algo ha quedado claro a la luz de la polémica en torno al Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña y el cacareado escrito de Vargas Llosa no es que en nuestro país no se lea, sino que, cuando se lee, se lee mal.