Este artículo de parte de un panel con la participación del Obispo Telésforo Isaac, Iglesia Episcopal Anglicana; el P. Miguel José Vásquez, director de la Revista el Amigo del Hogar; Licenciada Miguelina Justo, Psicoterapita, articulista y conferencista y la señora Ramona Ramos, miembro del grupo de apoyo Sendero.

Presentación de Telésforo Isaac

Para enfocar lo que se quisiera opinar acerca del suicidio y dilucidar el dilema ético-moral, de si van al cielo los que se suicidan, es necesario entender, afirmar o rechazar lo que se entiende por cielo, infierno y existencia después de la muerte física, debemos estar conscientes de que solo Dios es quien juzga con su divina vara, lo que hay en el comportamiento moral, espiritual, emocional de la persona durante la vida terrenal y en su voluntad, solo Dios es quien determina la condición que le corresponde al alma después de la muerte.

Nadie, ni ninguna institución humana en este mundo está facultada para juzgar y determinar el estado de una persona al morir.

El suicidio es el acto por el que una persona se provoca la muerte de forma intencional. Es bueno tener en cuenta lo que Dios el Señor dijo a principios, según Genesis 3:19, “te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste formado, pues tierra (polvo) eres, y en tierra (polvo) te convertirás”. Sin embargo, a pesar de esa expresada advertencia de Dios, a los humanos, en la antífona de la liturgia de los difuntos, la mayoría de los cristianos dicen: “todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y el que viene a mí, no lo hecho fuera”, y continúa diciendo: “que su alma (del difunto), y las almas de todos los difuntos, por la misericordia de Dios, descansarán en paz. Amén

Es recomendable, aunque sensitivo, hacer reflexión y ofrecer orientación pastoral a personas y familiares de tendencia a cometer suicidio. Pensar, escribir, conversar y comunicar sobre este tema es delicado por ser una de las cuestiones “teológicos-pastorales” más inquietantes, y perplejas, pero debatidas de la religión cristiana, y así también por los profesionales de las ciencias psico-sociales; sin embargo, a pesar de esa incomodidad, es puntual saber y determinar, qué cuidado pastoral es provechoso y palpablemente efectivo para mitigar las tendencias y los actos de cometer suicidio.

En el trasfondo del pensamiento y la tradición que impera sobre este asunto del suicidio, la expectativa es que: la auto destrucción, el quitarse la vida uno mismo, el eliminar por sí mismo su existencia física mortal es descalificarse de ser salvado y de llegar al cielo para participar en la “Comunión Gloriosa” de los santos y ángeles alrededor del trono de Dios.

Es aconsejable fomentar y señalar a especialistas en las ciencias sociales, orientadores bien entrenados, pastores y sacerdotes de claridad mental e idoneidad teológica con estudios de Ciencias Psicosociales y experiencia pastoral que pueden ser contactados para aportar auxilio para atender a personas por ansiedad, trastornos del sueño, estrés y conducta suicida.

El suicidio es un dilema teológico-moral-pastoral y por eso debemos tomar tiempo para escuchar, conversar, estudiar y sensibilizarnos para tener sentido racional acerca de esta preocupante inquietud.

Hay creciente interés en dilucidar este asunto sobre el suicidio debido a que con frecuencia nos enteramos de muertes auto autoinfligidas de pastores, sacerdotes, dirigentes espirituales cristianos, personalidades de influencia política, empresarial, científica, artística y de todas las ramas de las actividades en la sociedad. Como es de esperar, nos quedamos pasmados por esas inesperadas informaciones; pues esos hechos, especialmente de devotos religiosos, causan dilema ético-moral, interrogante psico-social, incredulidad, decepción, suspicacia, y notablemente de manera impactante a los creyentes de la fe cristiana.

Debido a ese influjo de noticias de intentos y/o hechos de inmolaciones, se hacen esfuerzos para analizar las doctrinas y conjeturas que dominan la forma de pensar y reaccionar ante las inquietantes posiciones mantenidas hasta ahora. Algunos están preguntando: ¿van al cielo quienes cometen suicidio?

Las investigaciones de los profesionales de las ciencias psico-sociales señalan la dura realidad de los sacerdotes, pastores, orientadores y profesionales que se envuelven con dedicación de tal manera en sus funciones atendiendo a todos a su alrededor, pero son negligentes con su propia salud física, espiritual y emocional. Resulta que como creemos lo que sucede después de partir de la vida física, nos intriga saber dónde van los fieles cristianos, especialmente los pastores y sacerdotes que se suicidan.

Hasta este momento, el suicidio es tenido como acto por el que una persona, de forma deliberada se provoca la muerte. Es uno de los males que más conmueve a los seres humanos de la Civilización Occidental, ya que es considerado bochornoso, que avergüenza a los familiares, muestra deficiencia en la fe, evidencia inestabilidad emocional, ausencia de fortaleza espiritual, y es un problema ético-moral-social que lastima a la comunidad en general.

Son muchos los fieles cristianos que se conmueven y se entristecen, consternados y contraídos por las continuas noticias de muertes auto infligidas de hombres y mujeres que se consideraban almas piadosas de indubitable fe y consagración. Se debe buscar formas para educarnos y prepararnos a fin de alertar, prevenir y ofrecer asistencia, apoyo emocional, orientación y fortaleza espiritual en casos de sospecha de intento o de hecho consumado de auto destrucción.

Cuando se conoce y hay disponibilidad para actuar pastoralmente en casos de un individuo vulnerable que da apariencias de tener intención de suicidarse, se debe ofrecer orientación a esa persona, a los familiares y allegados. Es menester ofrecer formas para aliviar el peso que causa el mal y estimular esperanza y paciencia. La orientación puede abarcar la búsqueda de tratamientos médicos, espirituales, fortalecimiento emocional y otros posibles remedios para establecer la tranquilidad mental y el estado de equilibrio físico-emocional.

Si ha ocurrido el suicidio, es de lugar aliviar las penas, serenar la tristeza y apaciguar la vergüenza que generalmente conturba y amarga los familiares, las amistades y los conocidos.

Es tradicional que los cristianos consideraran que cometer auto inmolación, es por impulso diabólico; pues, quien comete ese vergonzoso acto, va ipso facto al infierno, porque no tenía fe, era farsante, ya que viola el precepto moral de “no matar”; por tanto, el acto de quitar su propia vida es considerado como homicidio e imperdonable pecado; pero esto sólo lo determina Dios.

Los avances de los estudios del comportamiento de los seres humanos, las ciencias sociales, y en particular, la siquiatría/sicología, comenzaron a afirmar que el suicidio es debido a trastornos mentales, tales como síntomas mixtos de: locura transitoria, alteración emocional, extrema ansiedad, depresión, impulsos causados por vergüenza, venganza, desengaño, pérdida de la fe, desgaste de la esperanza, sentimientos de rechazo, o de no ser amado, o saber amar; pero también es de notar que un número considerable de los que se privan de su propia vida, son descendientes de parientes con tendencia suicida.

Para los religiosos de la fe cristiana, la persona que cometía suicidio perdía toda posibilidad de ser parte de la comunión de fieles, y se le negaba el ritual del entierro eclesiástico; y de no morir, la persona por sí misma era excomulgada por la fracasada intención. En la República Dominicana, había leyes para juzgar y condenar a prisión al fracasado intento de suicidio.                     

El fallecido por suicidio era sepultado en un lugar aparte en el cementerio y de forma diferente a la tradicional. Entre muchos cristianos, aún perdura la consideración de las causas que inciden al suicidio, como satánicos, inmorales y atentatorias a la voluntad de Dios; más, sin embargo, se está poniendo atención a las causas que infligen en el suicidio, y son notables algunos cambios en la mentalidad de observadores, de algunos religiosos cristianos y de estudiosos de esta irritante cuestión.

Es meritorio fomentar y señalar a especialistas en las ciencias sociales, orientadores bien entrenados, pastores y sacerdotes de claridad mental e idoneidad teológica con estudios de Ciencias Psicosociales y experiencia pastoral que pueden ser contactados para aportar auxilio para atender a personas por ansiedad, trastornos del sueño, estrés y conducta suicida.

Es aconsejable que el Ministerio de Salud Pública, las instituciones religiosas, medios de comunicación y las organizaciones que velan por la salud física y mental del pueblo, deben habilitar líneas telefónicas y otros medios de comunicación a fin de ofrecer asistencia para orientar, prevenir y desactivar intenciones de suicidios.

Ante las conjeturas de lo que sucede en la existencia después de la vida terrenal, queda señalar que Dios es el dador de la vida en la Tierra y quien determina la suerte del que muere y de si habita o no en la morada del Creador.