Se ha hablado hasta la saciedad de la violencia y de cómo esta siembra dolor y frena los planes de desarrollo. También de la corrupción, que tendría como puntos de partida la crisis de valores y el declive de la familia tradicional. Como  tenemos opiniones muy definidas sobre tan preocupantes asuntos y como esas opiniones varían según los credos, las situaciones individuales y las experiencias particulares, las posibles soluciones llenan páginas de los periódicos.

Algunos consideran que se necesitarían nuevas leyes represivas, para entienden que bastaría con mejorar los ingresos de los más pobres. Sin embargo, pocos ponen en paralelo la crisis de valores y la violencia con el papel del desarrollo humano en la vida de la gente. Con los parámetros del desarrollo humano se trata de tomar en cuenta las opciones que tiene una persona en su propio medio, para ser o hacer lo que él desea ser o hacer. Se considera que mientras más opciones tiene el individuo hay un mayor desarrollo humano; a menos opciones, el desarrollo humano es menor. Es un parámetro que permite medir la calidad de vida de una persona en el medio en que se desenvuelve.

En nuestro país de extremas desigualdades sociales uno se puede preguntar cómo inculcar valores y luchar contra la violencia en las cuarterías y los callejones de nuestros barrios urbano-marginados donde la gente apenas sobrevive. Allí todo el arsenal de leyes choca contra la realidad de la violencia del hacinamiento. No hay más violencia para la gente que la falta de agua y de electricidad en tiempo de calor. A veces, cuando las personas consiguen un trabajito, las queremos ver aseadas y eficientes, sin reflexionar en su vía crucis cotidiano.

En muchos callejones puede haber una toma de agua para doce familias y un inodoro-ducha común con una puerta destartalada para estas mismas doce familias, con los inconvenientes que ustedes pueden imaginar de falta de agua, de cañerías tapadas, de dificultad para los niños y niñas de ir solos a estos retretes, de la falta de privacidad en todos los aspectos de la vida familiar y sexual. Nuestros niños y niñas de sectores desfavorecidos en su gran mayoría casi no usan papel higiénico.

Hace poco visité un pueblo situado a menos de 15 kilómetros de la capital, cerca de Guerra, donde el reclamo de la gente era la instalación de letrinas porque, como decía una viejita, ella estaba harta “de hacer sus necesidades en el monte”.

Traigo estos elementos prosaicos a colación porque el desarrollo humano es todo salvo lo que acaban de leer y a menor desarrollo humano menos posibilidades de luchar contra la violencia e inculcar valores.

La escasez de pollo en los mercados, el alto numero de vehículos en la calle y los tapones pueden ser indicadores de crecimiento como lo ha destacado el gobernador del Banco Central; sin embargo, ninguno de esos fenómenos corrige la tremenda inequidad social y la falta de inversión real en la gente que caracteriza a la sociedad dominicana. Dejemos de justificar lo injustificable y vayamos al fondo, hablemos de lo que verdaderamente hay que hablar y hagamos lo que realmente se debe hacer.