El conservadurismo no es un valor en sí.

Por más que las “valoren,” las posiciones de derecha, radical o no, no son valores. Es una posición y en algunos casos una pose que busca ante todo recursos y se  caracteriza por la idea central de que o no hay evolución de las ideas o la historia está equivocada-como lo estaría Charles Darwin en sus posiciones evolucionistas-o no existen ni la historia ni la evolución, premisas que haría falta probar.

(Darwin no era creyente. De haberlo sido, nunca hubiera enunciado el escandaloso discurso de que descendemos de los primates o al menos, que somos sus parientes cercanos, lo cual está más cerca de la realidad). Tener enormes riquezas y ser indiferentes ante la gente que sufre no es un valor: es un desvalor o un antivalor, que es peor. Quien no cree en algo no necesita aportar pruebas. Quien cree es quien debe hacerlo, y por tanto, ahí, los ateos llevan al menos un cuerpo de ventaja frente al dogmatismo y las creencias forzadas a base de acoso religioso y repeticiones infinitas de citas y situaciones bíblicas que se produjeron hace miles de años de cambios y transformaciones del mundo. No hay manera de devolver el mundo a la Edad de Piedra, salvo la carrera de las armas  atómicas si termina exitosa bélicamente. Los valores o lo que se tiene por valores se centran en una ética no necesariamente política y si filosófica. Hay momentos en que lo que se tenía por un valor se degrada o pierde eficacia. Pero los valores intangibles, “eternos” como los llamó Unamuno, no tienen la movilidad de los “valores” políticos, de las posiciones, de los saltos y sobresaltos, del inmediatismo y de las acciones políticas. Ni siquiera los Estados, las estructuras más fuertes de una sociedad, gozan de la salud y perennidad de un valor “eterno” como por ejemplo la riqueza espiritual, para citar uno de gran estima.

(Einstein dijo que no sabía cómo sería la tercera guerra mundial pero que la cuarta seria a las pedradas). Sin embargo, los predicadores se montan  sin sonrojo en los cómodos y modernos aviones que les aporta la feligresía y que fabrica la ciencia evolutiva y en muchos casos ateas ya que hay una doctrina en la ciencia consistente en no dejar imponer doctrinas teológicas en sus líneas de combate para evitar el reperpero anticientífico que domina a los acomodados creyentes. Seguir diciendo que la condición retardataria, la vida vista en retrospectiva y paralizada como se creía  en la antigüedad que se hallaba el universo-algo que la ciencia le hizo rectificar a las poderosas confesiones religiosas de entonces- es no sólo una pérdida de tiempo sino una perversidad política a sabiendas de que no hay manera de detener los cambios que experimenta el mundo para bien o para mal, vistos estos valores desde la óptica occidental ya que hay culturas que no reconocen esa dualidad y hablan de errores humanos. El conservadurismo es un antivalor que se puede probar como tal.