El álgido tema de la inmigración es abordado desde diversos ángulos por investigadores, pensadores y artistas, procurando ellos profundizar en las causas y efectos del desplazamiento transfronterizo. Otros ciudadanos reaccionan visceralmente al fenómeno migratorio, algunos a favor y otros en contra, movidos por la pasión que suscita mundialmente el cruce de fronteras nacionales en busca de mejores oportunidades de vida. Es un tema que siempre excita y con frecuencia obnubila, requiriendo una profunda reflexión si no queremos caer en la rutina de repetir clichés para justificar añejos prejuicios contra los que llegan de fuera para quedarse. Empezaremos por abordar el valor de los inmigrantes en su vertiente económica y social, considerando que se estima en casi 250 millones los ciudadanos trabajando fuera de su patria original (un incremento de 40% desde el año 2000), con un alto impacto sobre la creación de riqueza a nivel mundial.

Uno de los argumentos esgrimidos con más frecuencia por las personas que proponen frenar la inmigración es el presunto efecto sobre el mercado laboral en el país receptor. Precisamente este aspecto económico de la inmigración es actualmente objeto de un intenso debate académico, centrándose varios estudios en el desembarco súbito de unos 125,000 cubanos en la región de Miami entre abril y octubre de 1980. Se estima que en ese corto lapso entraron inesperadamente unas 85,000 personas adicionales- conocidos como “marielitos” por haber embarcado desde el puerto cubano de Mariel-  en el mercado laboral del condado de Miami-Dade. La mayoría llegó sin haber terminado los estudios secundarios y con escasos conocimientos del idioma inglés, proveyendo un caso idóneo para el estudio empírico del impacto de un significativo aumento en la oferta de mano de obra no calificada sobre el mercado laboral local. Aunque la polémica sigue en pie, los estudios demuestran cuando más un reducido efecto negativo sobre el nivel de empleo y los salarios de un pequeño segmento de los trabajadores (la ola anterior de inmigrantes), y solo en el corto plazo. Según escribe el economista Noah Smith en su conclusión sobre el estatus de esta interesante polémica académica:

Es poco probable que este debate termine. Pese a eso, mirar atrás permite verlo un poco más claramente. Un estudio sobre las olas de refugiados halló que hay un impacto muy bajo o nulo en el empleo de los trabajadores nativos en aquellas ciudades donde van destinados los refugiados. Estos efectos son iguales tanto si van a países ricos, pobres o vecinos. En 2005, Card encontró que la inmigración mexicana apenas afectaba a Estados Unidos. Algunos estudios, incluso, han llegado a la conclusión de que la inmigración aumenta los salarios de los nativos, al incitar a los lugareños a volver a la escuela y mejorar sus habilidades.”

Más que arrancar empleos a los lugareños, los inmigrantes muchas veces relevan a las personas que antes hacían las tareas menos deseables, liberando a los nativos para ocupar nuevas funciones con mejores condiciones de trabajo y salarios más elevados. Los inmigrantes no deprimen los salarios, sobre todo si poseen la documentación oficial necesaria para evitar ser explotados laboralmente y poder insertarse en la economía formal.  Y es que las investigaciones demuestran el significativo aporte económico de los inmigrantes, especialmente cuando llegan adultos y documentados, listos para integrarse inmediatamente al trabajo. Incluso importantes economistas estipulan que la única manera de estimular el crecimiento económico anual en Estados Unidos a niveles de 4% del PIB, es fomentando una inmigración vigorosa a los máximos niveles históricos. El impacto positivo de los inmigrantes en el mercado laboral es quizás contra intuitivo, según señala la Dra. Carolina González Velosa, investigadora del Banco Interamericano de Desarrollo, porque al tratarse de seres humanos tienen una relación interactiva y compleja en una economía de mercado:

El problema de la falacia de los empleos fijos es que no reconoce la diferencia que hay entre el mercado del trabajo y el mercado de cualquier bien de consumo, como las naranjas. Es cierto que si aumenta el número de naranjas disponibles en un mercado, el precio tiene que bajar. Pero los inmigrantes no son naranjas. A diferencia de ellas, los inmigrantes consumen, producen e invierten. Compran carros, comida y casas. También crean empresas, compran acciones, pagan impuestos y ahorran para la pensión. Se ha probado que su entrada al mercado laboral incentiva a los empresarios a adoptar cambios tecnológicos o a invertir en nuevos productos más intensivos en mano de obra. Y que, en muchos casos, no compiten con los nativos en el mercado de trabajo pues se especializan en otro tipo de empleos, lo que a su vez mejora la productividad. Todo ello implica que la inmigración puede aumentar la cantidad de empleos que hay en una economía. Y este es, justamente, el consenso al que han llegado la mayoría de economistas tras décadas de investigación rigurosa.

Otra leyenda sobre los inmigrantes es que son inusualmente propensos al crimen, teoría hábilmente manipulada por demagogos para atizar la rabia de segmentos de la población que se consideran excluidos del bienestar general. Es uno de los principales argumentos para repatriar a inmigrantes indeseados y de ahí surge la expresión caricaturesca de “bad hombres”, acuñada por el entonces candidato presidencial, Donald Trump, en referencia a inmigrantes mexicanos. Pero aun en el caso extremo de los “marielitos”, habiendo hecho el régimen castrista un deliberado esfuerzo por enviar personas  indeseables y prisioneros comunes a Estados Unidos, solo un bajo porcentaje de los inmigrantes cayó en un comportamiento anti-social, aunque al inicio hubo sonados casos criminales que pusieron en evidencia la mala jugada de Fidel Castro. La inmensa mayoría de los “marielitos” se integró bien en la sociedad, muchos aprendieron inglés y continuaron sus estudios, haciendo significativos aportes a su país adoptivo. Ese ha sido el patrón desde tiempos inmemoriales: los inmigrantes delinquen menos porque están expuestos a ser expulsados, y su afán es permanecer y prosperar trabajando hasta poder nacionalizarse. Solo una minoría se dedica a actividades ilegales, arriesgándolo todo; pero cuando se produce un hecho criminal se destaca el origen del delincuente en los medios, creando en la opinión pública la impresión de una alta incidencia criminal entre inmigrantes, y esta es magnificada por demagogos que se aprovechan para ganar adeptos entre los que buscan un chivo expiatorio.

En nuestro país sería interesante investigar cuantitativamente el impacto de la inmigración haitiana, y la más reciente llegada de venezolanos, en segmentos del mercado laboral, y cómo estos inmigrantes han incidido (o no) en el desempleo y los niveles salariales de los dominicanos. Los economistas podrían también medir la contribución de los inmigrantes al crecimiento del PIB dominicano, y estimar el impacto de prescindir de la mano de obra extranjera en varios renglones de la economía. También es de interés el estudio estadístico de la incidencia de estas inmigraciones en los índices de criminalidad en nuestro país, tarea que encomendamos a nuestros sociólogos. Sin estos estudios estadísticos, los juicios emitidos sobre el valor de los inmigrantes son solo prejuicios apuntalados en información anecdótica, sin fundamento científico. 

Referencias:

http://www.infobae.com/america/wapo/2017/07/13/los-inmigrantes-del-mariel-danaron-la-calidad-del-empleo-en-miami/

https://www.infobae.com/america/wapo/2017/10/03/por-que-los-dreamers-no-le-quitaran-el-trabajo-a-los-desempleados-de-eeuu/

https://blogs.iadb.org/trabajo/2017/02/21/veredicto-claro-la-inmigracion-favorece-la-economia/

https://projects.propublica.org/graphics/gdp

http://www.cdcu.coop/wp-content/uploads/2016/09/Economic-and-Fiscal-Consequences-of-Immigration.pdf

https://sites.hks.harvard.edu/fs/gborjas/publications/journal/ILRR2017.pdf

https://theintercept.com/2017/10/16/top-trump-official-john-kelly-ordered-ice-to-portray-immigrants-as-criminals-to-justify-raids/