Un día se levantaron dos personas en el Yankee Stadium. Era como si tuvieran concepto de lo que sucedería después. Sin explicar una simple palabra sobre sus intenciones inmediatas, señalaron a un pitcher llamado C. C. Sabathia. El tipo que estaba en pleno auge de su carrera. Según ellos, –que tenían las cosas bien claras–, el pelotero era corresponsable de lanzar como si fuera a dormir a todo el mundo. No recordamos a nadie en la multitud que miraba en el estadio (demasiados rostros).
El lanzamiento tenía que ser tomado como una bola y no como una curva, algo que algunos entendieron desde Fox, pero créanme: el día en que Sabathia lanzó la recta esa al home, lo dejaron solo en el Dog-Out, le dejaron un chocolate de respuesto y lo conminaron a ser servil a la vieja ideología de Steve Carlton, ganador de 4 premios Cy Young y de Tom Seaver, que ganó 3 y quien terminó su carrera con la no despreciable cantidad de carreras limpias de 2.86 (nos hubiera gustado estar en el estadio de los Mets en 1983 como siempre). Sabathia no era ni por asomo White Ford o Andy Pettite pero ganó el Cy Young de ese año y fue nombrado por la revista Sporting News como pitcher del año de 2006 (su efectividad es de 3.70).
Como mostró el reloj de Showtime, algo grande se movía en el dog-out en el teléfono del líder del pitching box. Algo nos dijo que, en el récord de salvados del jugador de los Dogders, Don Drysdale, había un algo más allá de la sabermetría: en los Dodgers nadie estaba en condiciones de negar que el mejor pitcher de esa posterior época era Fernando Valenzuela, quien no está en el Salón de la Fama. Créanme que fue uno de los mejores pitchers en toda la historia del béisbol. Corrigieron a los jueces de Cooperstown dos analistas de baseball, pero dieron con un argumento para no sostener y decirle a la fanaticada mexicana que no era cierto que el pitcher de Sonora tenía una buena curva y llenaba los estadios. Casi nada.
Don Mattingly tenía un swing que maravilló a algunos, pero éramos decididamente de Wade Boggs y Andy Kessler (más hacia los 90’s, en la revista Forbes Asap). Ciertamente que el pitcher que había ponchado a Boggs tenía carácter efímero. Como una estrella del montículo, no tenía sino una misión que nadie debería entender sin conocer quien es quien en el Yankee Stadium de Steinbreiner. Lo sabemos por una razón muy elemental en el ESPN de la época: las carreras que metieron los Yankees nos conduciría por una excelente temporada.
Corredores de base como Polonia son pocos los que ha dado la literatura dominicana beisbolistica, aunque a decir verdad lo esencial es que el jugador dominicano estuvo en varios equipos y no se quedó en uno solo. Fue un jugador de nítidas contradicciones en el plato. Como Lou Brock o Mickey Mantle en sus años, tenía una gran disposición para crear empatía con sus compañeros. Todos sabemos eso.
Polonia dedicó gran parte de su vida a las Grandes Ligas. Aun así, venía al país a jugar con las Aguilas Cibaeñas donde daba luces de una gran velocidad en el corrido de bases. Le llamaban la hormiga atómica por su agitada disposición a ser más rápido que el promedio de los bateadores. Detroit fue su equipo a partir de 1999, pero jugó 5 años con los Yankees, cuatro años con California, con Oakland solo 3 años, y como curiosidad y dato interesante jugo 1 año con los Orioles de Baltimore. En realidad, Polonia era un buen bateador, pero en sentido estricto la mejor disposición era hacer lo que podía en términos de ayudar a otros en el proceso de adaptarse al bate y al juego. En Polonia (como en otros) podemos decir que tenemos la gran demostración de un jugador subestimado en otros asuntos, pero en términos generales podemos decir que tiene todos los números para ser admirado por los fanáticos de nuestro país y la Gran Carpa.
En un argumento clásico de su teoría, Dave Winfield dijo un día que no tenía interés en demostrar que en la Liga Nacional habían jugadores con defensa tan mal planeada como una jartura de Spaguetti que te puede conducir a una enfermedad estomacal. El argumento es menos dúctil que lo que se podría tener en la Liga Americana donde tenemos hoy la excelencia de equipos que no siempre han sido tan esquematizados como el estado de sueño de un director de películas. Sin embargo, el brazo de Dave no era sino una demostración que algunas veces, nos dice que vivimos en medio de una comparación innecesaria con otras estrellas como cuando uno compara el ron con el whisky o la playa con la montaña. Amamos el Coppertone.
En términos generales, en las estadísticas podemos hallar algunos determinismos. Estas palabras nos dicen que no en todo pitcher, de acuerdo a los lanzamientos, podemos hallar un split finger fast -ball, o recta de dedos separados que incrementará su precio en el mercado como se incrementa el número de un político en las encuestas. Eso por un lado.
Por otro lado, la temporada ha comenzado este año en Grandes Ligas con intención de someter al observador a eso que previeron antes que nosotros, los más reputados analistas del deporte del diamante y los tickets en el estadio de los Yankees. No es necesario decir que ese es el proceso del béisbol ahora con la efervescencia de ir a los estadios o al escenario de las apuestas (ahora combinadas con los contratos de tv y el plan de la MLB). Por un lado, un pitcher de Grandes Ligas llamado David Hess –con un porcentaje de carreras limpias de 5.57 en los últimos 7 juegos en el equipo de Baltimore con el número 41–, nos da la prueba. Eso es lo que hemos estado interpretando desde el día anterior a nuestra mirada del inicio de la temporada de este año: la construcción de un gran repertorio de lanzamientos terminará en el dominio de un jugador contra otro. También tenemos otro momento de especificidad como en un bar de elocuentísima función de una nueva estética. Queremos que Hess retorne a otro momento de brillantez en el pitching box para bien de los Orioles. Ese es un equipo.
En el libro de Cuqui Córdova podemos encontrar la mejor explicación a la evolución del deporte del béisbol en la República Dominicana. Escribo esta carta desde Punta Cana, y he encontrado el misterioso libro, mejor impreso, de Héctor J. Cruz y otros escritores donde se explica la evolución de un deporte que ha maravillado a la gente de manera astronómica en los últimos 100 años. Por un lado, los pitchers dominicanos que más fiebre han causado en los últimos años, son Bartolo Colón, y otros, pero citamos a Joaquín Andújar que nos explicaba desde el Dodgers Stadium algo que nadie dijo antes en las cajas de televisión: que la evolución del mundo del pitcheo no era algo particularmente entusiasmado en el escenario dominicano.
Finalizando el proceso de zapeo, pero para ser justos, decía también que nadie tenía el mundo tomado de una mano en el área de Bullpen de nuevos pitcheos. Para ser sabermétricos sobre esto podemos recordar que Juan Marichal –el mounstruo de la Laguna Verde–, tuvo 244 juegos completos en Grandes Ligas, Mario Melvin Soto, de nuestros queridos Cincinnati Reds, 72 juegos completos, Joaquín Andújar 68 juegos completos, Pedro Martínez 46 juegos completos, Bartolo Colón 37, Ramón Martínez –el as de los Dodgers–, 37, Pedro Astacio 31, Nino Espinosa 24 y José Rijo 22. Estos números son corroborados por las estadísticas del béisbol que son publicadas en la actualidad en una bibliografía que podemos hallar en todas partes.
- En uno de los momentos más grandes de la historia humana, Tomas Troncoso narró el home run de Ozzie Smith cuando todavía creíamos en el sentimiento de las emociones que pueden hacerte sentir los deportes (era la época de la película de Ben Kingsley y la época de The Movie Channel). Sin embargo, los Royals de Kansas City fueron buenos jugadores en esa serie, y lo indeterminado fue esencial para comprender como una serie puede terminar por asombrar que, como dijo Tomas en la narración de ese día, ese jugador no había hecho un home run en postemporada en ningún momento de su carrera de paracorto en el equipo de San Luis. El momento histórico vino cuando el Mago de OZ, en el mismo equipo de Joaquín Andújar, nuestros amados Cardenales de San Luis, conectó el home run sin ninguna duda pero con todo el suspense de una película de Alfred Hithcock. Andújar por cierto tuvo ese año, un inicio de 12-1 en la temporada de 1985 pero tuvo problemas cuando estaba en los Atléticos de Oakland en un lio dramático que fue bien publicitado en los medios.
El pitcheo que hemos mencionado no tiene que ser un Split finger fast ball, asi como nadie tiene el derecho de decirle a un nuevo bateador la manera en que un bate debe ser tomado en el plato para lograr que el fanático olvide la pizza por un momento. Por esa razón, lo que sucedía en el mundo del béisbol en el proceso de reclutamiento deportivo terminó por decir a los demás, que la decisión de un buen equipo, incluiría el diseño de un buen estilo en la agenda de la lomita de cada quien. Tenemos esto en el libro con toda la descripción gráfica de un manual de pitcheo que te permitirá de hacer efectivo el proceso de control. Eso sucede cuando un lanzador, como ocurre en los pitcher dominicanos de más relumbrado nombre, tiene una versatilidad que expresa su dominio de la bola en el momento de no ser menos que Roger Clemens (que no está en el Salón de la Fama y que tuvo un problema con Hank Aaron cuando este dijo que este no era elegible para el premio del jugador más valioso del año aunque digámoslo claro Clemens tiene 7 premios Cy Young y que dijo que su preparador físico no lo inyectó para mejorar su rendimiento.