Volveremos con la reforma de salud y seguridad social en próximos artículos. Hoy consideramos urgente invitar, a los amables lectores, a vacunarse contra el Coronavirus 2. En las actuales circunstancias, vacunarse es un derecho y un deber.
¿Por qué vacunarse es un derecho?
Tener acceso a los medios requeridos para la promoción de nuestra salud, la prevención de las enfermedades y la atención restaurativa cuando enfermamos, es un derecho ciudadano. Desde fines del año 2019, a nivel internacional, cursa una severa situación epidémica, en la cual se ha reportado más de 247 millones de casos y más de 5 millones de fallecimientos y, en nuestro país (hasta el 31 de octubre 2021), se ha reportado oficialmente 382,476 casos confirmados con 4.133 defunciones. Dado que existen vacunas que probadamente reducen el riesgo de enfermar gravemente y sobre todo la de fallecer; es nuestro derecho tener acceso a dichas vacunas, y recibirlas, en las condiciones establecidas por los protocolos sanitarios oficiales, sustentados en evidencias y conocimientos científicos.
La comunidad científica internacional y la OPS/OMS, han hecho grandes esfuerzos, desde el inicio de la pandemia, para que a nivel internacional pudiera disponerse de vacunas, no obstante tratarse de un nuevo agente de enfermedad ante el cual no existía experiencia previa. Debemos así mismo reconocer que las autoridades nacionales han actuado con diligencia para asegurar la disponibilidad de vacunas para nuestra población, y para brindar oportunidades a la ciudadanía para ejercer este derecho, a pesar de las tendencias iniciales al acaparamiento por algunos países, y la dura competencia mundial por acceder a estos productos.
¿Por qué vacunarse es un deber?
Al margen de las consideraciones de índole jurídica sobre las restricciones del acceso de personas no vacunadas a lugares públicos, dispuestas por el Ejecutivo Nacional por vía del Ministerio de Salud Pública, en ausencia de un “estado de emergencia” vigente, las cuales corresponde dirimir al sistema judicial; hay razones científicas y éticas, por las cuales tenemos el deber de vacunarnos, en las actuales circunstancias. Veamos algunas.
Es cierto que ninguna de las vacunas disponibles, a nivel nacional e internacional, garantiza llevar a cero la probabilidad de infectarse con este Coronavirus. Casi ninguna vacuna contra cualquier otra enfermedad lo consigue. Esta es la razón por la cual no debemos poner todas las esperanzas de control de una epidemia exclusivamente en la vacunación, ni culpar a las víctimas, ni promover el temor; y resulta indispensable fortalecer la organización y participación de las comunidades y reforzar las medidas de detección oportuna y control de los casos, así como la educación y estímulos para la promoción de medidas de prevención y protección a nivel individual y colectivo. Pero si existe evidencia que todas las vacunas disponibles en el país logran reducir considerablemente la probabilidad de internamiento en Cuidados Intensivos y de fallecer, hasta en un 90%, o más. Es también posible que se requerirá dosis adicionales al esquema de vacunación primaria, o modificaciones en su composición, para mantener en el tiempo la protección inmunológica, como ocurre con otras vacunas y enfermedades. Sin embargo, negarse a la oportunidad de reducir la probabilidad de hacer un caso grave y de fallecer, porque no sea una garantía de 100%, no parece una decisión razonable. Tenemos el deber de proteger nuestra salud, tanto a nivel personal como colectiva, aun cuando las intervenciones posibles no sean 100% efectivas.
Igualmente, no podemos afirmar que se reduzca a cero la probabilidad de que una persona vacunada, si se infectara, pueda transmitir el virus a otra persona susceptible. Pero si hay evidencias preliminares de que dicha probabilidad se reduce considerablemente con las vacunas, porque la carga viral y el tiempo que el agente viral permanece en las vías respiratorias superiores, serían menores. No parece razonable negar a nuestros familiares y relacionados esa menor probabilidad de contagiarlos y eventualmente enfermar y fallecer. Tenemos el deber de contribuir a proteger la salud de otras personas, tanto como la nuestra. Más aun, ante una situación de índole epidémica que conlleva riesgos importantes de enfermar y fallecer.
Conocemos de los temores de algunas personas ante vacunas de RNA mensajero, por considerar que supuestamente podrían inducir alteraciones genéticas en las personas receptoras. Hasta ahora no hay demostración alguna de que esto pueda acontecer y, a estas alturas, a nivel mundial se ha aplicado muchos millones de dosis de este tipo de vacunas. Además, en nuestro país, las dos dosis de vacunación primaria se realizan con una vacuna de tecnología tradicional, empleada en muchas otras vacunas desde mediados del siglo pasado y antes. Por tanto, el temor (injustificado ante las evidencias disponibles) hacia las vacunas de RNA mensajero, no debería incluir a las primeras dos dosis del protocolo nacional.
¡Anímese, y anime a sus familiares, amigos y relacionados! Hágase un gran favor a Ud. y al país. ¡VACÚNESE!