Los actos heroicos, solo
aparecen, en las derrotas
y en los desastres.
A. Frances.-
Al igual que aquel adulador, miembro de la corte del rey Dionisio “el Viejo”, que como al fin era un simple cortesano que se pasaba la vida envidiando las riquezas de su amo, al enterarse el mismo, le propuso intercambiar los roles por una noche, y, en medio del banquete, ya sentado en la silla del rey y en medio del gran espectáculo, recibiendo halagos a granel y ya agobiado por tantas atenciones, al mirar hacia arriba, vio una espada que pendía sobre su cabeza, solo amarrada por un simple pelo de crim de caballo y en ese preciso momento, quedó aterrado, se le acabaron, como por arte de magia, todas sus ambiciones, deseando que la tierra se abriera, porque ya no quiso continuar siendo afortunado y mucho menos, ser rey.
Sí, es la famosa historia de la espada de Damocles, de la cual tantas veces hemos escuchado. Y es, que todos o la gran mayoría de los esperpentos que nos mal gobernaron, que abusaron del uso del Poder y se ensañaron dentro de sus miserias contra todo lo que se opusiera a sus descontroladas apetencias corruptas y abusivas, quisieron en sus desvaríos, ser reyes, pero, sin mérito alguno. Los dejaron sentarse en la silla de mando y se creyeron dueños, amos y señores hasta del destino, que llegaron a pensar, lo tenían también comprado. Pero, no contaron con que ninguna tiranía se haya podido proyectar en el tiempo. Desde que subieron, tuvieron encima de ellos la famosa espada de Damocles, simbolizada por la justeza del destino y el gran poder de un pueblo que se hartó de sus indelicadezas y engaños, y mucho más que hastiado de sus desmanes.
Obtusos y recalcitrantes, como siempre han sido, hoy podemos decir, que fueron los descarados forjadores de los grandes fiordos económicos, creados por la acción criminal de una política corrupta, donde en las honduras de los mismos, se refugia la miseria y la incertidumbre de la gran mayoría de este pueblo.
En tanto, esos políticos y ex-funcionarios, se encuentran en el tope de los desfiladeros, en las altas cumbres del poder económico, lanzando sus desperdicios a la gran mayoría que suscite en las profundidades de la gran masa de agua pestilente, que lleva por nombre “pobreza”.
Indelicados petulantes, que hace cosa de una década dormían en colombinas y hoy son “honorables” empresarios, descarados y descarnados, negadores acérrimos hasta de sus orígenes, aunque el peor de todos, es la encarnación de todo lo malo y que hoy, con el desparpajo que le ha sido característico, emula, sin pudor alguno, al célebre Pilatos pero, de una manera más desvergonzada, cínica e irresponsable.
Pero así somos, cuando hasta los que están llamados a la aplicación de la ley, con palabras quizás dichas sin pensar o que les salió de lo más profundo de su ser, dicen que el resentido, fue víctima del cariño que les tiene a su familia, y con eso, ya lo exonera de sus responsabilidades, ya que es absurdo, ante lo que hacían sus queridos familiares, que el principal protagonista. no lo hubiese notado.
Quizás, nunca lleguemos a conocer hasta donde fue que llegaron en su perversidad corrupta y dañina para este país, debido a que criaron la mayoría de sus proles a su imagen y semejanza. Donde hoy, mozalbetes muy bien instruidos en las mejores universidades del exterior, pagados con los dineros del pueblo, son multimillonarios, en tanto otros, han sido peores, prominentes suplidores del Estado a través de testaferros, pero, conocidos por todo el mundo. Definitivamente, es acertado decir que: “La mancha de su perversidad, es más oscura que la propia sangre” y por eso, deben de pagar. ¡Sí señor!