Uno.- Es conocida la idea de que para hacer ininteligible la política local nada más sencillo que incorporarle aderezos de política internacional. Así puede agradecerse como un regalo que el XXVIII Foro de San Pablo nos haya permitido enterarnos que en República Dominicana existen 10 partidos de izquierda. Sí, leyó usted bien pero por si lo duda, aquí se los anoto: Movimiento Izquierda Unida, Partido de los Trabajadores Dominicanos, Partido de la Liberación Dominicana, Partido Revolucionario Dominicano, Alianza por la Democracia, Fuerza de la Revolución, Partido Alianza País, Partido Movimiento Patria para Tod@s, Partido Comunista del Trabajo, Partido Revolucionario Moderno. No sobra destacar que los cuatro primeros son partidos de gobierno.
No hace falta profundizar en el análisis para estar de acuerdo en que algo desafina en el Foro surgido de una iniciativa de Fidel y Lula en momentos en que Cuba necesitaba como siempre vencer el aislamiento y el bloqueo y Lula se ofrecía como el líder progresista que conduciría al gran empresariado brasileño a la conquista de nuevos y grandes mercados mediante los métodos ahora conocidos, junto a la implementación de importantes programas de combate a la pobreza.
Conocidos los participantes y los acuerdos finales del Foro nos asaltan, y nos provocan preguntas necesarias: cómo explicará la izquierda dominicana las exigencias de investigación sobre los pagos hechos por el gobierno a Joao Santana y Mónica Moura si estos fueron asesores de Lula y Dilma Roussef y nadie podría desmentir que llegaron a esta media isla gracias a las gestiones del encarcelado dirigente y como parte del entramado del escándalo Odebrecht. ¿La negativa a la investigación de la izquierda dominicana en el gobierno debería, tal vez, ser leída como parte de la estrategia continental de la izquierda para liberar a Lula?
El Frente Amplio de Costa Rica, el Partido Comunista y dirigentes políticos chilenos y el Frente Amplio de Uruguay han manifestado sus negativas a sumarse a estos acuerdos estrafalarios.
Dos.- No se olvide nadie de Nicaragua, donde se cuentan 300 muertos, entre ellos 80 policías, en un conflicto que nadie en sus cabales podrá decir que es el resultado de acciones de un gobierno de “izquierda”. Tampoco que nadie se instale con la idea de que las acciones para nada pacíficas de la oposición nicaragüense son el resultado de que los “nietos” conducen un proceso que busca reivindicar las luchas de sus abuelos. Ese planteamiento, además de ingenuo, es peligroso. Atentos a siglas como FUNIDES o el COSEP que son los que en realidad parecen conducir la rebelión y que son tan responsables como Ortega de lo que está ocurriendo pues eran aliados hasta el día antes del inicio de las protestas. La iglesia católica fue también aliada de los Ortega Murillo hasta el mismo día y gracias a esa alianza no hay despenalización del aborto en Nicaragua y en cambio había una “Nicaragua cristiana, socialista y solidaria”.
Así las cosas, me impresionó la discusión del senado uruguayo sobre Nicaragua, especialmente los planteamientos del Frente Amplio en cuanto pedían una forma distinta de enfrentar el calvario nicaragüense. Podríamos decir que se trataba de un debate “desde la izquierda”, con el notable desacuerdo de Pepe Mujica que pidió la salida de Ortega justo después de visitar a Lula. Tiene razón ese ícono de buenas causas cuando afirma que hay que saber cuándo retirarse.
Y aquí llegamos a un punto inevitable, uno que deja claro que la disyuntiva no puede ser apoyar a Ortega o instalarse en la exigencia de que se vaya cuando el deterioro institucional y las consecuencias en la democracia nicaragüense son responsabilidad de ambos bandos. Aún peor, quienes podrían hacer algo de diferencia no tienen ni capacidad, ni claridad política respecto de las alternativas posibles por lo que solo se puede advertir que serían utilizados -si acaso “cayera Ortega”- por un modelo político que los americanos conocimos en el Perú de Fujimori o en la Argentina de Menem que pusieron en peligro la existencia misma de esos Estados. Entonces…
Tres.- Prefiero creer que el Foro de San Pablo, todavía puede. Y aunque parece que su existencia y sus planteamientos corresponden a un tiempo pretérito, puede y DEBE asumir una posición activa frente a los hechos que nos han ocupado hoy. Que la izquierda de América Latina debe ser inexorablemente democrática fue tal vez el más importante aprendizaje de los años de lucha contra las dictaduras y por la recuperación de la democracia que muchas veces abominó. Ni la corrupción ni la represión pueden ser aceptadas ni justificadas bajo ninguna circunstancia.
La mediación a que están obligados quienes se asocian en organismos internacionales de izquierda, en asociaciones progresistas debe ser orientada por las ideas fuerza del proyecto de la izquierda latinoamericana: ése del aumento de los bienes y servicios públicos que niega Temer y que negaría la oposición nicaragüense, la lucha por la igualdad y la justicia social.
Ni en Nicaragua ni en Brasil ha sido derrotado un “proyecto de izquierda”. En ambos países se rompió una alianza entre los poderes fácticos y el gran empresariado con políticos con pasado de izquierda que renunciaron a la democracia y a la necesidad inevitable de perseguir la utopía no por imposible, sino por necesaria.
Parafraseando a Luis Maira (2014) es la hora de trabajar perspectivas estratégicas. No se trata de tener programas, esos ya la izquierda los tuvo donde fue gobierno. Necesitamos un proyecto pues se ha perdido la visión de “hacia donde deben ir nuestros países”. Todas nuestras acciones las grandes y las pequeñas deben tener como objetivo la construcción de confianzas y la decisión de caminar con la mayoría de la gente en la dirección del cambio obligatorio.
Esa debería ser la tarea del Foro de San Pablo si es que es portador de un proyecto que conduzca hacia un horizonte post neoliberal.
En Nicaragua, contribuyendo a que Ortega y lo que quede de la izquierda puedan efectivamente ser agentes del cambio y de una salida civilizada a la crisis que impida que se instale la idea del golpe de Estado y la desregulación, la privatización de bienes públicos y, en fin, el neoliberalismo que nunca es democrático.
Y en Brasil, el Foro ya debiera ser un activo colaborador en la gesta de una candidatura progresista que no se piense desde una celda, sino desde las anchas alamedas por donde transiten hombres y mujeres libres.