Aunque iniciada recientemente, la serie televisual que proyecta UNIVISIÓN basada en la novela La Fiesta del Chivo, del Nobel Mario Vargas Llosa, ha concitado la atención y suscitado diversos comentarios encontrados. A través de artículos y de comentarios en las redes dominicanos han criticado lo que interpretan como presentación deficiente del ser social dominicano y de datos históricos y realidades nacionales. Algunos han condenado la ausencia de actores dominicanos.

Como anticipo del serial, la inteligente, activa y hábil reportera de UNIVISIÓN Tifani Roberts me constató a través de Acento.com para entrevistarme acerca de la vida del universalizado Porfirio Rubirosa y sus vinculaciones con el tirano Trujillo Molina, ya que soy autor de La Impresionante Vida de un Seductor: Porfirio Rubirosa, cuyo éxito de lectoría se patentiza en sus 15 ediciones desde 2001.

En la proyección de la entrevista antes del inicio del serial tuve a bien resaltar ciertas características sui géneris del tirano Trujillo Molina y de su admirado y admirador Porfirio Rubirosa, dos simbologías de la especie “macho dominicano” con características representativas del personaje típico dominicano, el Tíguere.

Millares de las generaciones de “machos dominicanos” llevaron años atrás en sus gargantas -¿aún la llevan?- una versión del tenor Eduardo Brito y en su siquis sedimentos de haber querido ser como el tirano Trujillo Molina. Y muchos de esos machos se soñaron siendo un Porfirio Rubirosa, actuando “a lo Rubirosa” y “como Rubirosa”.

Eran -¿son?- sus modelos de macho exitoso, del ser social dominicano que rompe barreras y se dispara a la cúspide. He ahí que varias generaciones de machos dominicanos aún veneran a Eduardo Brito –aquel negro de rasgos africanos, analfabeto, que vendía dulces por las calles y que un día se supo tenor y después conquistó a su Nación y a los españoles, y a nacionales, presidentes y reyes de Europa y de otras partes del mundo-; siguen maravillados con la personalidad del tirano, y cuando se paran ante un espejo quisieran verse “un Rubirosa”.

Aunque tejidos desde sus orígenes por hilos comunes, estos personajes tienen singularidades incomparables. Son de aristas definidas dentro de compartimentos estancos. Cada uno en su lugar. Se extrapolaron a sus maneras sujetos a sus propias condiciones.

Rubirosa fue un producto social que emergió desde la vida mundana, hizo suya la vida bohemia y cabalgó a su manera y antojo en el Jet Set Internacional de años huidos. Fue un producto híbrido de la cultura del tigueraje dominicano y de la del glamour europeo y de aquel Jet Set Internacional. Escaló en espiral ascendente, atrapó a sus nacionales y se extrapoló, con una fuerza expansiva mayor que los otros dos, con características de universalidad.

Brito fue el fruto dulce de una amarga niñez, hijo de la calle, miserioso, cuyo demiurgo lo guió de limpiabotas a vendedor de “dulces” al voceo, que con el tiempo lo adosó a interpretaciones melódicas ajustadas a su voz de barítono. De ahí al debut artístico hubo corto trecho, y en adelante, valido de una garganta atronadora de equilibrio sin igual, conquistó a su patria, trascendió a América, se estableció en España, triunfó allí y en toda Europa cantando e impresionando a los de abajo y a los de arriba en los años veinte y treinta.

La bestia Trujillo Molina, a 53 años de su muerte, sigue siendo una espada de Damocles imaginaria sobre la República Dominicana. Con pocas virtudes y muchos defectos, inteligente, valiente, hábil, a mí se me antoja como una representación quebrada del ser social dominicano.

La fuerza gravitacional de la impronta del tirano Trujillo ha sido -¿sigue siendo?- de tal magnitud que años atrás al ser invitado a hablar ante altos oficiales militares y policiales en un Curso de Estado Mayor escogí el tema Las Imágenes Proyectadas por Trujillo a Través del Tiempo, a fin de dibujar un perfil cívico militar de aquella bestia que se ajustara al Curso y obtener el feed back sobre la valoración que ellos pudieran tener de él.

Aquellos altos oficiales –aproximadamente 20-, demostraron dominio conceptual de la temática en juego, claridad de exposición y, sobre todo, que en su siquis reposan -¿reposan?- sedimentos de gran admiración hacia quien organizó muchas décadas atrás unas Fuerzas Armadas a su imagen y semejanza.

Para ellos Trujillo fue un militar de cuerpo entero.

…Y grandioso.