Una institución de educación superior que pretenda cumplir con sus diferentes misiones, en medio de la crisis mundial que jalona la educación hacia la privatización del conocimiento, debe cuestionar la práctica docentista cerrada sobre sí misma.  Este es quizá, el momento para revisar la misión de la universidad pública.

En el caso de la UASD, cuya autonomía y fuero constituyeron logros fundamentales del Movimiento Renovador, se ha generado  una “democracia del conocimiento" cada vez más estrecha en el marco de un cerco creado por actores (buhoneros del seminario)  cuyas visiones son incongruentes con los cambios tecnológicos-cognitivos de hoy.

Cerrada sobre sí, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, va generando su entropía social, que cada cierto tiempo crea tanto desorden que produce el temor de su muerte definitiva como sistema. En un aislamiento absurdo, paradójicamente se solaza en los logros del Movimiento Renovador que  preconizaba una universidad abierta, crítica y de masas. Parece entrampada en ese “liderazgo cegato” que denuncia  Dantes Ortiz.

Investigación, docencia, extensión  son  funciones de la Universidad solo en el papel.  En la práctica, la docencia ocurre en condiciones precarias, donde los espacios inadecuados, sobrepoblación de aulas y ausencia de recursos didácticos parecen no importarle a nadie. Estudiantes y profesores se las arreglan en una relación docente pírrica, mientras los egresados dan la espalda y hasta se unen al coro de detractores.

Aunque una que otra entidad privada ha anunciado con trompetas sus programas de investigación, la UASD sigue estando adelante en este departamento, pero no por un  programa institucional de estímulo y justa compensación a los profesores investigadores, sino por esfuerzos dispersos y personales de hombres y mujeres entregados a  la  Academia.

En muchos casos un profesor logra hibridar la práctica docente con la  investigación. En el mejor de las ocasiones, la Universidad le otorga un “desmonte” de carga didáctica, pero no existe una bolsa de dinero para cubrir los gastos de un  real programa investigativo. En los últimos tiempos algunos proyectos han sido asumidos por el Mescyt a contracorriente del Estatuto Orgánico.

En cuanto a la Extensión,  solo  la Universidad estatal cuenta con una Vicerrectoría de Extensión. Sería grandioso que esta tercera pata del trípode funcionara como sostén fundamental y necesario para la universidad verdaderamente abierta, no en el sentido del viejo modelo, sino en la necesaria relación dialógica, sinérgica y de apertura a la sociedad.   Sin embargo,  hubo más relación universidad-sociedad durante las jornadas del Departamento de Difusión Cultural que con la nueva vicerrectoría.

Las agendas de efemérides, eventos improvisados, des-planificación y  asistencialismo cultural, han convertido esta vicerrectoría en un pasivo financiero y formativo,  perdiendo de vista que la extensión comienza con un diagnóstico social y luego una acción participativa de la academia en procura de mejoras a la realidad social, impactando con sus recursos docentes e investigativos en la agenda nacional y participando con la sociedad civil en la calidad de vida de los ciudadanos.

La Universidad con la comunidad y la comunidad participando en la agenda para una universidad mejor, es lo que justifica una vicerrectoría de extensión. Extensión universitaria debe impactar en el desarrollo social, en mejorar el contexto donde esta centro del saber existe. Una extensión de calidad no puede ocurrir desde una entidad enclaustrada y secuestrada por la malsana manipulación de su  autonomía.

Pero la UASD también debe exigir una participación más sana y coherente de la ciudadanía llamada a celar su institución de educación superior.  Debe demandar de sus egresados la defensa necesaria para que permanezca abierta ante las amenazas reales de privatizar el conocimiento.  Abrir un diálogo transparente que derrote a los detractores, muchos de los cuales no conocen las fortalezas y debilidades reales de la academia,  esos  que buscan las sombras pero no arrojan ninguna luz, y otros más que quieren obtener beneficios de destronar el espacio democrático que ha formado más del 70% de los líderes y profesionales del país.

El rol pasivo de los actores sociales, los mercenarios de adentro y de afuera, la ceguera de autoridades, el intento de perpetuar modelos agotados que solo han servido para encubrir la mediocridad, todo ese tizne ha caído sobre la diáfana verdad: No hay democracia sin la democratización del conocimiento, No hay sociedad sin Universidad participativa.