La pandemia del COVID-19 le quita la vida a las personas, aniquila los sistemas sanitarios y hace colapsar las economías de las naciones, lo que conduce a los buenos gobernantes a utilizar la unidad como su arma más efectiva para detener a este nuevo jinete de la muerte del siglo XXI.

En los países en que los gobernantes han fomentado la división de la sociedad, en lugar de la unificación, el nuevo coronavirus ha llenado de enfermos los hospitales y de cadáveres los cementerios.

Comportamientos individualistas como estos, fomentados por gobernantes improvisados y prepotentes que han asaltado el poder del Estado en momento en que los ciudadanos han perdido las cabezas frente a las urnas, son propios de presidentes como el de los Estados Unidos, Donald John Trump, y el de Brasil, Jair Messias Bolsonaro.

Mientras el presidente estadounidense, Donald Trump, se burlaba del nuevo coronavirus, motivado por su natural apego al dinero, la silenciosa enfermedad contagiaba a su pueblo, como a ningún otro, y lo transportaba en larga caravana hacia la muerte.

El controvertido presidente brasileño, Jair Bolsonaro, imitando a su guía, Donald Trump, también se burló de la pandemia, provocando que esta se ensañara contra sus gobernados, situación que ha dejado una terrible secuela de muertos en el gigante sudamericano.

Ningún enemigo convencional puede castigar impunemente a las grandes potencias militares y económicas como una pandemia de las características del COVID-19, contra la cual no existen armas nucleares, biológicas y químicas capaces de aniquilarla. Sin embargo, puede ser detenida por una inofensiva vacuna, cuya creación , irónicamente, se tarda más tiempo que la fabricación de una bomba atómica.

Para unir a su pueblo, a fin de enfrentar exitosamente las graves crisis sanitaria y económica causadas simultáneamente por la pandemia, un jefe de Gobierno tiene que comportarse a la altura de un estadista, poniendo a un lado los conflictos políticos cotidianos.

Si el presidente Trump hubiera utilizado como referente para enfrentar el COVID-19 al gran estadista, Franklin D. Roosevelt, Estados Unidos, con toda seguridad, no habría alcanzado, al 29 de julio del 2020, el insuperable record mundial de 4 millones 349 mil 313 infecciones y 149 mil 256 muertes.

El verdadero estadista se comporta como el presidente Roosevelt, que en medio de la Gran Depresión, el 3 de enero de 1934, inició su mensaje anual ante el Congreso como sigue: “Me presento ante ustedes en la apertura de la sesión regular del 73º Congreso, no para solicitar artículos de la legislación especial o especifica; comparezco, más bien, para consultarles a ustedes que, como yo mismo, hemos sido elegidos para llevar adelante un mandato de todo el pueblo, de forma que sin partidismo podamos cooperar para continuar la recuperación de nuestro bienestar nacional e, igualmente importante, para construir sobre las ruinas del pasado una nueva estructura mejor diseñada para atender los problemas presentes de la civilización”.

Con su llamado a la unidad para enfrentar la pandemia y la crisis económica que colman de ansiedad al pueblo dominicano, el presidente electo, Luis Abinader, ha adelantado que a partir de su juramentación ante la Asamblea Nacional, el próximo 16 de agosto, tendremos en el Palacio Nacional a un presidente que se comportará como un verdadero estadista.