Como ya no confiamos en nuestra memoria, aunque el Coloquio fue casi ayer para los de mi generación, me voy a auxiliar con la de uno joven entonces, ya maduro hoy, Jimmy Sierra, que lo recordaba en un artículo de marzo de este año.
El Primer Coloquio de la Literatura Dominicana es memorable en muchos aspectos, no solo en ser la campanada del Grupo del Cibao como tal, sino por muchas otras razones. Como hay testigos del aquel acontecimiento en una ciudad que en se momento pasaba por cierta crisis cultural, me gustaría y lanzo el reto que un Adriano Miguel Tejada o cualquiera de los que entonces vivían y escribían en Moca; a lo mejor Bruno Rosario Candelier que tanto ha producido, creo que superando al anterior campeón que era Julio Jaime Julia, hicieran un recuento de lo que aconteció en esa ciudad. Una auténtica Revolución que ha dejado frutos de alto voltaje cultural, pudiendo hablarse de los escritores de Moca de antes del Coloquio y después del mismo.
Igual podría decirse de otro pueblo entonces, hoy ciudad capital de provincia como Bonao, que apenas tenía a los Caracciolo Vargas y a Emilio Muñoz Marte como franco tiradores literarios y a partir de entonces, con Héctor Bueno a la cabeza, al ser reconocido en el dicho Coloquio como una promesa poética, hoy Bonao puede hombrearse de tú a tú con cualquier otro lugar en cuanto a producción de talentos. Esa misión bien podrían realizarla el mismo Héctor Bueno, Diomedes Núñez Polanco o Fausto Rosario, para solo citar tres.
En Salcedo no solo Emelda Ramos y Pedro Camilo Camilo, o una Farah Hallal, sino un teatrista de la calidad de Reynaldo Disla. Cualquiera de los dos primeros podría señalar el Salcedo Cultural de Tatem Mejía, o Mélida Delgado Pantaleón y lo que ocurrió después o lo que es actualmente la realidad literaria salcedense.
No menos ocurrió en San Francisco de Macorís, donde el recuerdo de Melba Marrero de Munné, Euridice Canaán, Alfredo Fernández Simó, el entonces activo Mario Ortega, y naturalmente el recuerdo de Hilma Contreras, en muchos casos estaba vivo. Es importante saber qué sucedió en la ciudad del Jaya literariamente antes y después del tsunami cultural del Primer Coloquio de Literatura Dominicana; voceros no le faltan para hacerlo.
De Pimentel mucho he escrito y antes algo dije. Faltaría, naturalmente, mucho por decir, pero hay demasiados testigos. Freddy Ortiz y Heddel Cordero podrían tomar la palabra.
En Puerto Plata hubo también un renacer extraordinario. Lástima que Rafael (Finfo) Brugal se haya ido, como Félix Castillo Plácido, pero nos queda un Juan Ventura que podría hacer este trabajo.
En fin, la provincia cultural dominicana, sobre todo en la zona del norte del país que llamamos Cibao, se transformó totalmente. El germen estuvo en ese histórico acontecimiento.
Hoy no memoramos a un Héctor Incháustegui Cabral por sus méritos literarios como el primer poeta de protesta social directa bajo la Era de Trujillo. Héctor, como muchos otros brillantes intelectuales de ese momento aceptó funciones en el gobierno como diplomático, algo que no se le saca en cara a otros muchos, que son recordados y elogiados; quizás por su actuación en el Triunvirato por su vínculo familiar con Read Cabral, se le regatee la fama que ganó. Pero ahí está su magisterio en la Universidad Católica Madre y Maestra, hoy Pontificia, rescatando valores y llevándolos a Santiago, como a Frank Moya Pons, o Juan José Ayuso, a Yaqui Núñez del Risco y un largo etcétera; más tarde su labor junto a don Antonio Guzmán, que fue el final de su carrera y de su vida. Nadie puede acusar a don Héctor de haber sido culpable de ningún acto inmoral o contra los principios éticos a los que sirvió siempre. Sin embargo, hoy, los malagradecidos de siempre, lo han soslayado y olvidado. ¡Con tanto como le debemos!
Finalmente hagamos un apretado resumen de aquel evento.
La temática desarrollada fue abarcadora y muy interesante.
Los temas: El vedrhinismo, el postumismo; la poesía sorprendida; los independientes del 40, concluyó con la Generación del 48.
Es una pena que no se echara una vista un poco a atrás al modernismo y al romanticismo. Pero baste con saber que fue un acontecimiento de actualidad, en el cual todavía estaban vivos muchos de sus protagonistas.
Para no hacer infinito este recordatorio, vamos a señalar los nombres de los que participaron. Hoy ya no importa si fueron ponentes, invitados especiales o simples oyentes o asistentes. Lo que vale es haber estado allí y poder contarlo por haberlo vivido. Quizás falten algunos, pero la lista es abarcadora y muchos de esos nombres son figuras valiosas de nuestro mundo cultural.
Los principales eran Manuel del Cabral, Franklin Mieses Burgos, Máximo Avilés Blonda, Freddy Gatón Arce, Carlos Federico Pérez, Mariano Lebrón Saviñón, Pedro René Contín Aybar, Abelardo Vicioso, Marcio Veloz Maggiolo, Aida Cartagena Portalatín, Héctor Incháustegui Cabral, Alberto Peña Lebrón, Héctor Díaz Polanco, Lupo Hernández Rueda, Arnulfo (Miñín) Soto, Juan José Ayuso, Manuel Mora Serrano, René del Risco Bermúdez, Miguel Alfonseca, Antonio Lockward, Carlos Esteban Deive, Franklin Mieses Burgos, Ramón Francisco, Chery Jimenes Rivera, Héctor Bueno. Estaba invitado de honor Tomás Morel, pero no fue. Se apareció al Hotel Mercedes preguntando por mí, y me dijo: ‘Solo vine a conocerlo. Los demás no me interesan, por eso no fui al Coloquio.’ Ese desusado honor en un hombre tan difícil, produjo una de esas intensas y largas amistades literarias entre nosotros dos.
Allí estuvieron además Francisco Nolasco Cordero, Félix Castillo Plácido, Jimy Sierra, Andrés L. Mateo, Norberto James, Mateo Morrison, Fernando Sánchez Martínez, Enrique Eusebio, Alexis Gómez, Domingo de la Cruz (Manito), Rafael Tapia, Domingo de los Santos, Héctor Amarante, Yaqui Núñez del Risco, Juan José Ayuso, Ivelisse Prats Ramírez, y un largo etcétera.