En Marzo de 1929, un escritor llamado Pedro Henríquez Ureña dijo que nada podía ser cierto si nadie decía nada sobre lo que sucedía en términos políticos. El aserto político de Pedro Henríquez Ureña tenía algo de cierto: no podíamos tener un gobierno que nos dijera cual era la manifestación única de las remesas dominicanas de 1983. Es decir, imaginó (no creemos que con conciencia de augur), que la economía dominicana podría terminar en algo que tendría que realizarse a partir de la inclemente entrada de los dólares. Lo mismo ocurrió con Cuba, donde el país más lindo de América Latina, terminó por conquistar el corazón de americanos y canadienses. Lo mismo ocurrió con Canadá cuando se descubrió que era el mejor país del mundo para vivir, al desgaire de motivos atroces. En sentido esencial, Canadá era un país dominado por un status colonial francés que no respondía a lo que otros llamarían coloniaje.

Me siento en la computadora con un whisky en la mano y el cidi de Bruno Mars en una mesa repleta de rosas, consciente de que algo grande pasa allá afuera. Es decir, en los redondeles de lo bautisterio uno se encuentra que en cualquier Ziffandel hay escondido un The Weekend, lo mismo decir que en nada parecido a ti, se esconden los pedimentos de una misión atardecida. No es posible que seamos tan maravillosos los dominicanos que tengamos que decidir entre meternos a bateadores del light Field a maestros de escuela normal. Sin embargo, en el trago había una escatología lo que es lo mismo decir que en medio de esa noche todo el mundo tendría colocado en si un suéter de color mamey que diga “ No more looking for love”.

Siempre que los datos de la economía me parecen risibles, pretendo descontar todo lo amable y dedicarme a estampar mi firma en la caratula de los fans. Lo cierto es que nadie me explica cómo es posible que uno se quede con esa impresión dado que en medio de aquello siempre había un poco de whisky. A lo mejor, uno se pide a sí mismo un empleo.

Cuando Sting salió a la palestra pública, un tipo a regañadientes tomo control de lo que sucedía y prometió a todos que leería todas las novelas de Corin Tellado. Mientras tanto, en el palacio nacional dominicano alguien presento a Angelina Jolie como si estuviera en posesión de una taza de café Folgers.

Lo que más da pena en una persona consagrada a ciertas ocupaciones, tiene que ver con el abandono del oficio, como se abandona a una mujer para ir en pos de otra, o como se abandona a un poeta en las puertas del infierno, ese lugar tan temido.

La economía dominicana no tiene nada que ver con un Ziffandel, y mucho menos con una pócima de anís del toro. Lo cierto es que somos todo menos perfectibles y me parece que el consenso es que aquí hay que buscar una explicación a la decisión de olvidarlos. Cuando Martin Luther King se hallaba dormido en su cama, dicen algunos que alguien lo vigilaba porque sabía que iba a dar un gran discurso. Al contrario, algunos políticos tendrían que decir que el clamor de las ansias se parece a un vademécum griego que tenga que ver con spaguetti Milano.

La mejor de las esperas tiene que ver con eso que uno tiene cuando va a ver una película de Floyd Mayweather, sobre todo cuando sabemos que el Canelo tendría otros aspectos.

Jon Bon Jovi no es santo de mi devoción, sino que es demostrado que ha permanecido en la conciencia época de los dominicanos y extranjeros. Al cabo de un tiempo único, fui dándome cuenta de la cuestión aquella que pronuncia Def Leppard cuando aclama: Pour Some Sugar on me. Lo otro se parece a esa taza de café que nadie espera beberse porque no hace frio y además es porque eso se parece a un restaurant de comida china que estuviera encomendado a dos turistas franceses. Al cabo de unos años, se había demostrado que la ciudad de Santo Domingo tenía mucho de poco. El PRM se había bebido al parecer un calmante que nadie está en capacidad de investigar ahora en estos medios.

El gobierno dominicano ha salido bien parado de las inclemencias del tiempo, no sin antes ir al Conde. Esto es aquí un asunto importante porque nadie puede venir a decirme a mí que todo es cool y que debemos continuar con el concierto de Robert Van Winkle, alias Vanilla Ice, a quien recordamos con mucho entusiasmo.

El PRM nos dijo en ningún momento el país de Diseccionadores tendría que ser tomado con la política practica de algunos idos y desoídos a sus familiares.

Quiero vindicar el Country Club como bebida nacional dominicana. En el sabor de merengue se encuentra un paladar hendido y no extemporáneo que no deificará sus propias misiones. Ni es posible dejar de lado el aspecto de una tibia resaca que tiene que ver con largo de aquí, la palabra que no ha dicho todo el mundo en los medios.

Quiero terminar este articulo con una anécdota que le escuche a un escritor norteamericano de larga data. En su libro, nos explica que piensa que no todo lo que es explicado termina por ser expresado, por lo que propone una lectura Complementaria. Estoy hablando de Harlan Ellison, a quien conocí hace mucho tiempo en el libro de Borges que compila todas las historias fantásticas de algunas literaturas.

El Country Club es una bebida nacional que tiene que ser interpretada como una gloria del paladar, algo que no siempre se consigue con una fórmula de nuestro amado jugo de limón. Y ahora nos parece que estamos viviendo en una época en la que todo el mundo sabe con que está bregando, lo que es lo mismo que decir que sin un Country Club no es verdad que habrá tardes anticalor. Amamos las sodas y jugamos a solo beber eso como en las películas de misterio.  Lo cierto es que no podemos imaginar un dia sin un merengue y hemos pensado en comprar un huacal completo, o mejor dicho un camión por eso de no tener que embarcarse en la difícil tarea de no comprar sino en el delivery lo que haga falta en la nevera. El refresco nacional (somos fans del Fanta), tiene la capacidad de enviarte a la expresión más dura de las contradicciones de un estilo que lleva al olor de una nueva mañana con todo lo punk del mundo que quieras.