En estos días una de mis hermanas nos envío a las demás la foto de la proyección del edificio que se construirá en el solar de la antigua casa de papá y mamá. Esa casa materna a la que llegué con apenas 9 años, en la que me hice adolescente, joven y adulta. En la que me enamoré  por primera vez, me hice bachiller, luego universitaria y en la que me casé. Nombro solo estos aspectos pues son los que marcan hitos en la vida de las personas, por supuesto todo lo que pasó en cada una de esas etapas lo llevo en mis recuerdos y en mi corazón, ninguna demolición los borrará, ninguna construcción los cambiará, es mi historia y no requiero de estructura física para atesorarla y llevarla conmigo hasta siempre.

Ver esta foto me conectó con el legado familiar de papá  y mamá, mirar este edificio moderno de 7 pisos me ayudó a construir la imagen de algo grande que había ocurrido desde esos 9 años hasta hoy. Ver aquella estructura fuerte que se eleva hacia el cielo igualando a la evolución natural de los seres humanos hacia arriba en todos los aspectos, me confortó y me llenó de alegría por el privilegio de una historia de crecimiento y desarrollo.

Y pensé en papá, ese hombre sencillo pero muy visionario que llegó muy joven a la capital en busca de progreso y mejor vida. De familia pobre, pero que le entregó los recursos que necesitó para avanzar. Como era común en esos tiempos, hizo la escuela hasta el nivel intermedio llegando hasta 8vo. grado, pero tenía muy claro que solo a través de la educación es posible crecer de manera coherente en la vida. El animó a mi madre a terminar su bachillerato siendo novios y luego de casados la empujó a seguir estudios universitarios. Ella se convirtió en mi modelo profesional ya que construyó una trayectoria limpia y honesta desde el área de educación especial. Ambos se propusieron hacer profesional a su descendencia y así fue, el código de estudiar y hacerse profesional nos lo entregaron ellos y fue lo que traspasamos a nuestras hijas.   

He recibido pacientes que en momentos como este se deprimen por la nostalgia, no logran cerrar el duelo y se apegan a los bienes materiales como forma inconsciente de perpetuar a sus padres. Sin darse cuenta se quedan viviendo entre fantasmas sin entender  que el propósito de ellos es que continúen y transformen su legado en sus propias vidas. Mi trabajo con estas familias es  acompañarles  a verse hoy, a reconocer sus raíces y valorar el esfuerzo de sus padres cuyo resultado se expresa hoy en su crecimiento y desarrollo. 

Hacer un ritual de despedida ayuda a entregar y salir para poder seguir adelante. Recuerdo que luego de la muerte de mi madre, el penúltimo día del novenario, decidimos reunir a la familia en un almuerzo en esa casa materna que era el punto de encuentro  en celebraciones, fiestas y momentos especiales. Era el lugar donde siempre llegaban los familiares pues papá y mamá se habían encargado de darle ese tono emocional a su casa. Esta fue la razón del ritual pues estas vivencias  no nos pertenecían solo a nosotras sino a toda la familia que disfrutó de momentos memorables en ese espacio. Esto nos permitió cerrarla en tranquilidad, con el dolor de la ausencia pero la conciencia de que como familia nos tocaba continuar.

En estos días coloqué la foto de ese edificio lleno de luz y arquitectura moderna en un lugar especial para recordar la visión grande de papá, la capacidad de trabajo de mamá y el esfuerzo constante de ambos por mejorar la historia de su familia.

Cuando ya esté construido el edificio, al pasar por esa calle que me vio crecer honraré a mis padres y les agradeceré por  todo su amor traducido en trabajo, generosidad y entrega.