La variedad de temas y recursos que Gógol maneja en “Las veladas de Dikanka” no deja de sorprender y llamar la atención de los lectores que frecuentan sus páginas. Se trata de relatos condimentados con ingredientes de las costumbres y creencias tradicionales y populares de Ucrania, del romanticismo alemán, del impresionante paisaje de las estepas y del prodigioso río Dniéper que corre de norte a sur y divide el país en dos. (El río fatalmente contaminado por el desastre de Chernobyl).
“Las veladas de Dikanka” es una obra, un conjunto de muchos matices, mucho colorido, grandes contrastes para todos los gustos. Hay cuentos de hadas, de gnomos, leyendas, cuentos de campesinos y cosacos, de brujos, “cuentos románticos de horror”, de seminaristas, hechiceras, aquelarres, orgías, cuentos realistas, cuentos fantásticos, cuentos de navidad, cuentos cómicos, cuentos trágicos, cuentos endiablados, cuentos angelicales, cuentos demoníacos, historias de amor, historias de desamor, una historia de incesto, historias de celos, de venganzas terribles. El llamado realismo mágico, que inventaron los chinos en época remota, está presente en su obra.
Gógol es un escritor caleidoscópico (“múltiple y cambiante”), capaz de recrear con las pinceladas más sutiles una noche de luna sobre la aldea, un alegre festejo, los pormenores de un jolgorio, los detalles sombríos de una historia macabra, lo natural y sobrenatural. Gógol domina con peculiar maestría el movimiento escénico, ejerce un dominio impresionante en la representación de las situaciones y los personajes. Da siempre muestra de “un don extraordinario de observación”.
A pesar de su amplio repertorio, de la variedad de personajes y situaciones que presenta en sus obras, es innegable que Gógol tiene preferencia por los lugares sombríos de la existencia. Parece inclinarse, de una manera peculiar, empeñarse más bien y más a fondo en la descripción del corazón de las tinieblas, el lado oscuro del corazón, la omnipresencia y predominio del mal.
De hecho, “Una venganza terrible”, uno de los relatos inolvidables de “Las veladas de Dikanka”, es una obra maestra de la llamada literatura gótica, que posiblemente surgió en muchas partes del mundo a partir de relatos orales basados en leyendas, religión y supersticiones, y que adoptó en Inglaterra carta de ciudadanía a partir del último tercio del siglo XIX. A la literatura gótica pertenecen “historias que incluyen elementos mágicos, fantasmales y de terror, poniendo en tela de juicio lo que es real y lo que no”.
“El adjetivo gótico se usa porque muchas de las historias se enmarcaban en la época medieval, o bien la acción tenía lugar en un castillo, mansión o abadía de este estilo arquitectónico. Lo intrincado de estos, llenos de pasadizos, huecos oscuros y habitaciones deshabitadas se prestaba a crear ambientes inquietantes”. Algunas de las más famosas obras del género son apasionadas historias de amor como las de Drácula y Frankenstein.
“Una venganza terrible”, o “La terrible venganza es uno de los mejores relatos de terror de la literatura rusa. Su trama presenta una de las entidades mitológicas más fascinantes, poseedora de mil facetas distintas y todas aterradoras: el anticristo. Nikolai Gogol, desde un ángulo decididamente gótico, explora su creencia en la omnipotencia del mal en la vida cotidiana, región en donde se manifiesta con todo el peso de lo inevitable”.
Con gran profundidad de campo, y a pesar de la penumbra que circunda el escenario, Gógol recoge, nítidamente recoge, reproduce, recrea los aspectos sombríos de un personaje demoníaco cuyos pecados son tan grandes que no tienen perdón de Dios, “una siniestra figura que parece ser la encarnación del demonio” y seguramente lo es.
“Publicada en 1832 ‘Una terrible venganza’ es considerado uno de los mejores relatos de terror de la literatura rusa”, un relato del que lamentablemente no se encuentra una versión completa en internet:
LA TERRIBLE VENGANZA (fragmento)
En el oscuro sótano de la casa del amo Danilo, y bajo tres candados, yace el brujo, preso entre cadenas de hierro; más allá, a orillas del Dnieper, arde su diabólico castillo, y olas rojas como la sangre baten, lamiéndolas, sus viejas murallas. El brujo está encerrado en el profundo sótano no por delito de hechicería, ni por sus actos sacrílegos: todo ello que lo juzgue Dios. Él está preso por traición secreta, por ciertos convenios realizados con los enemigos de la tierra rusa y por vender el pueblo ucranio a los polacos y quemar iglesias ortodoxas.
El brujo tiene aspecto sombrío. Sus pensamientos, negros como la noche, se amontonan en su cabeza. Un solo día le queda de vida. Al día siguiente tendrá que despedirse del mundo. Al siguiente lo espera el cadalso. Y no sería una ejecución piadosa: sería un acto de gracia si lo hirvieran vivo en una olla o le arrancaran su pecaminosa piel. Estaba huraño y cabizbajo el brujo. Tal vez se arrepienta antes del momento de su muerte, ¡pero sus pecados son demasiado graves como para merecer el perdón de Dios!
En lo alto del muro hay una angosta ventana enrejada. Haciendo resonar sus cadenas se acerca para ver si pasaba su hija. Ella no es rencorosa, es dulce como una paloma, tal vez se apiade de su padre… Pero no se ve a nadie. Allí abajo se extiende el camino; nadie pasa por él. Más abajo aún se regocija el Dnieper, pero ¡qué puede importarle al Dnieper! Se ve un bote… Pero ¿quién se mece? Y el encadenado escucha con angustia su monótono retumbar.
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