En los primeros meses del año, amable lector, a pesar del friíto, muchos newyorkinos sienten un calorcito en los bolsillos, repentinamente las anónimas ardillas negras no parecen ratas con orondas colas frondosas; el sol, aunque es un vago, resulta un colirio en ese cielo maravilloso del Income Tax.

La gente se pasa el año entero trabaja siempre trabaja, el gobierno cobrando impuestos. Cuando sale ese cheque con 200 dólares menos se pega un grito al Éter. 'La creta, en ete maidito paí dei diablo sí se cobra impueto coñazo', expresa la Voxpopuli en aguilucho. Y esos impuestos no son para robárselos, por lo menos una gran parte, no hay apagones, se recoge la basura, las calles están iluminadas, el porciento de atracos es razonable, a una vieja le pasan una pensión que le permite sobrevivir, el subway funciona y funciona bien, a una madre soltera sin trabajo le dan unos cupones para comida y le arreglaron de gratis las piernitas de su linda exgambaíta que estaban muy pe ro que muy arqueaditas; en fin, se nota que se están usando para beneficio de la ciudad y sus habitantes, no como en RD que te cobran los impuestos para que presidente y séquito puedan tener grandes carros y grandes casas y grandes charadas así que uno les deja la isla a ellos y a su carnaval y uno se va a tomar un baño de mar… Ah no, perdón por el exabrupto, amable lector, eso es de un poema de Mr Derek Walcott, de su libro, con título muy pe ro que muy lindo: El Reino del Caimito.

La cosa es que cuando te cobran los impuestos te duele, se gruñe, se refunfuña, si se tiene un niño imperativo o una niña cantadora fácilmente se le da un rokitoki, si se tiene un canino ladrador o una tortuga mordedora seguramente se le da una patá, pero, oh, Fortuna, por fin ya estamos en los meses en que el gobierno gringo devuelve parte de esos impuestos cash money, el cacareao Income Tax que siempre llega y la llegada es agradable. Si has tenido cabeza y no tienes hijos, dependants (damnificados que comen gracias a ti) es posible que en lugar de devolverte dinero tengas que, injustamente, pagar más; pero si has sido un bragueta floja, tienes damnificados, o eres un traqueador y pones a tus sobrinos, ahijados, vecinos y hasta fetos ajenos como tus dependants (claro, debes compartir ganancias con los verdaderos padres traqueadores de esas criaturitas) te va a salir un cheque que te hará brincar de alegría. Estoy hablando de miles de dólares, una cantidad dificil de juntar para alguien con familia cercana llevándosela Mágaro en la tierra que lo vio nacer.

Ahora bien, cuando ese cheque llega los planes están a la orden del día y los días son el mismo tema. Algunos solterones se sienten caminar sobre brasas, se transmutan en un verso de Rimbaud: "¿Por qué no desde ya, los juguetes y el asueto?", quieren arrancar pero ya para su Montecristi a vivir la vida de un conde por dos semanas. Por más cara que los lambones hagan la cerveza, 9 mil dólares resuelven por un tiempecito. Allá un amigo lo tumba alquilándole una yipeta azul más grande que un barco, con tufo a gas propano, vueltas y vueltas al parque con una bachata a todo volumen en repeat; etiqueta negra sobre todas las mesas de los restaurantes y discotecas; propinas creadoras de enemistades entre mozos. Radioñema transmite sobre el regreso del Conde de Montecristi sin la mala onda de la venganza. Por eso no debe sorprender al neonoble elegido por Fortuna cuando, manejando una tarde de martes por la calle principal llamada Duarte, una jovencigua con pantalones talle bajito y montada sobre esa motocicleta de fácil maniobra, llamada Pasola, le hace ojos bonitos persiguiéndolo hasta que se para bajo la sombra de un inolvidable flamboyán amarillo. El dominicanyork no sabe qué decir, oxidado en el Eterno Arte de la Seducción, la verdad es que sus años lo hacen sentir fuera de lugar ante esta muchachita de 20 y piquito que le muestra, salvajemente atrevida, su senderito de vellos que va desde el ombliguito hasta monte adentro.

Ilustración de Delfinieves Batista Lapaix (puntito)
Ilustración de Delfinieves Batista Lapaix (puntito)

—Hola princesita bella, ¿y de quién son eso vellito bello?
—Oh, suyo caballero…

Oh Venus, oh besos, oh camarones, oh Camilo Sesto y oh plebería en el río Piedra Gorda, languidecer largamente liado a esa hembra que huele a lodo y a gardenias, que lo desvela pensando que tal vez ella lo que busca no es el amor de loca juventud hacia viejevo atronao, sino algo tan poco poético y tan necesario, especialmente para aquellos que no tienen las necesidades básicas cubiertas, como lo es el dinero. Será un dinero bien gastado, eso sí. Ese hombre regresará a la nieve sin un chele sí, pero regresará mucho más joven, renacido en lujuria, con una cirugía plástica en el alma hecha por esa jovencigua con uñas de cuyaya. Además, amable lector solterón paga impuestos, esa damnificada le dará la oportunidad de enamorarla, el amor existe, ¿se va meté a pendejo ahora?

Otros, los que dizque tienen cabeza, tratan de ahorrar. Esperan una oportunidad para comprar un solar o una mejora o dar el primer pago para una casa allá en su pueblo para cuando regresen de retirada, posiblemente, no lo quiera Dios, en un ataúd. Hormiguitas guardando para un futuro que no pinta como que muy bueno no.

Una tía mía le dijo a un tío mío: "Rami mira Rami, deja de tar anunciándole a titirimundachi que te salieron 9,000 dólare en el Incontá, que siempre aparecen necesidade, mucho antojao, cambiando el tema, ¿tú me puepretá mil dólare, hasta quién sabe cuándo?" Y tiene razón, como hienas sobre el cadáver de un elefantito, los familiares tratarán de devorar un pedazo de esa salvadora carroña verde. De una vez la abuela adicta a los guineítos verdes escoge ese día para caerse en un pueblo atroz y solicitar una cadera nueva, cuatro mil dólares; un primo cae preso por traqueador en Providence y el abogado dos mil dólares; una hermana preñada de mellizos necesita mudarse de urgencia, dos mil dólares; y cuando se viene a consultar el balance de la recién abierta cuenta de ahorros en el Emigrant Bank solo queda para comprar un medio galón de whisky y bebérselo enterito sin bañarse en un sótano del Bronx, voceando y zapateando como en el cuento de Junot Díaz: "QUIQUEYA… QUIQUEYA… QUIQUEYA…"

De cualquier forma, amable lector pagador de impuestos, su dinero es suyo, solo verifique bien esos títulos de propiedad antes de invertir en Bienes Raíces, y no haga como MC Hammer, trate de no comprar muchas cosas de oro.