Ningún país ha sentado las bases firmes del desarrollo, sin una participación activa y decidida de sus sectores productivos. Sus opiniones son de indiscutible valor para la formulación de las políticas económicas y la toma de decisiones especialmente en periodos electorales donde se apuesta erróneamente al fracaso del gobierno para escalar el poder.
Son muchos los desafíos y más las dificultades a las que tendremos que hacer frente como nación en lo inmediato y en el futuro cercano. Un conjunto de factores externos, ajenos a nuestros deseos y voluntades y problemas por todos conocidos en la economía nacional, harán necesarias medidas y políticas dirigidas a aumentar los niveles de productividad, eliminando así el exceso de burocratismo que afecta el clima de libertad de empresa. Ese parece el camino más corto, seguro y sobre todo menos costoso, para enfrentar los vientos que en situaciones de incertidumbre en el ámbito internacional pudieran amenazar nuestra estabilidad económica.
Las opiniones de los sectores productivos, grandes, medianos y pequeños, sobre los problemas de la economía, suelen ser más realistas. No puede hablarse de progreso ni pretender un estadio de bienestar colectivo si esos sectores quedan marginados de las grandes decisiones. Los dominicanos hemos superado sin traumas mayores procesos electorales que en el pasado pudieron conducirnos a graves enfrentamientos que felizmente no ocurrieron. De manera que la cita cívica de mayo no debe propiciar temores.
Una agenda conjunta de trabajo puede y debería ser un buen punto de partida para un gran pacto nacional por la competitividad y el desarrollo. Las elecciones de mayo, a despecho de cuáles sean sus resultados, brindan una excepcional oportunidad de poner en marcha un programa nacional que involucre a todos los sectores, sin más objetivo que la grandeza de la República.