De rehacer un “Atlas René del Risco”, seguramente comenzaríamos poniendo uno de los temas más inspiradores de su tiempo: la pieza Days of wines and roses, de Henry Mancini. Compuesta en 1962 para la película del mismo nombre, se convirtió en todo un éxito popular, también de culto.

Days Of Wine  and  Roses operaba dentro de un principio de melodía abierta, tanto así como fascinar a crooners pero también a esmerados jazzistas. Podía caer en las voces Frank Sinatra y Ella Fitzgerald, en el saxo de Dexter Gordon o en el piano de Bill Evans y McCoy Tyner, saliendo maravillas. Pero será Andy Williams su gran intérprete, a quien René mencionará en su poema “Tú que hablas”:

tú, que sientes esta pequeña sala

estrechándose contra la lámpara amarilla,

contra la botella de whisky,

contra este Andy Williams

que gira en tu consola…

La pieza se recuperará luego en un cuento, “Del otro lado del día”:

“Encenderé la radio, lo recuerdo bien, identifico esa melodía… es “Days Of Wine  and  Roses”,  y  la  orquesta  si  no  me  equivoco  es  la  de Henry Mancini… la he escuchado otras veces, no estoy seguro ahora, pero creo que tiene algo que ver con una sala de cine en Caracas, pero aquí se me envuelve todo, se me hacen confusas las cosas…”

Atento a la sensibilidad de su tiempo, René fue el autor que estuvo más pendiente el conjunto de las artes y técnicas en aquellos años 60. Fue el más apegado a los espacios transnacionales, buscando una especie de locus trasinsular, un espacio que superase los marcos insulares. Sus labores publicitarias debían llevarlo a ese plano de búsqueda intensa, continua, un punto fuera de la Isla para un ser desterritorializado. Se dice que el publicista sabe a la hora que entra, pero no a la que sale. La relación ante el producto podría ser la misma que ante la literatura. En ambos hay una propuesta de adquisición, una narrativa que se oferta dentro de una ley de oferta y demanda.

El espacio de la audición será el espacio cerrado. La familia, los sentimientos, la sentimentalidades, todo se orienta a un adentro por lo demás restrictivo, asfixiante.

De responder a la pregunta en torno a qué presa más en sus metáfora, si el adentro o el afuera, la gravedad se trasladará a esto segundo.

Lo que acontece afuera es la vida, el movimiento. En el adentro está el consumo, el whiskey como la conciencia del fracaso, el aferrarse a los nuevos dispositivos que serán el sofá, la silla, la cama, el disco.

Una vez quise simular un “momento del Risco”. Me conseguí la original de Henry Mancini y luego la versión de Andy Williams. Oírlos caer en el tocadiscos, imaginar los territorios que se creaban con esos bajos, la sensación de leve cansancio a que convidan, me hizo imaginar a un autor con una clara conciencia sobre su entorno. ¿Será la estabilidad laboral un espejismo, una trampa?

No haré una sicología de autor, porque aquí de lo que se trata es de potenciar lecturas, de ampliar visiones, buscando nuevas maneras de asumir sus textos. Sin embargo, sospecho un hartazgo de nuestro autor en torno a los valores de su época y una búsqueda de nuevos horizontes, los brindados por esa inserción en una especie de sensibilidad universal.

El disco que se coloca, baja, mientras la aguja escribe la voz, todo proyectado en la pantalla, en algo que se va borrando gracias al whiskey, la calle, la vida, Andy Williams rumoroso, Henry Mancini espectacular.

Días de vinos y rosas, ¿algo más?