Estamos analizando dos artículos del P. José Luís Alemán del 1984 en que estudia la primera Instrucción del Vaticano sobre la Teología de la Liberación.

Un primer punto es que Alemán apoya, en los términos de la Instrucción, la Teología de la Liberación como reflexión y acción legítima por la justicia. Y enfatiza el punto central de la Teología de la Liberación. “…si algo ha logrado el documento que comentamos (Instrucción) es reforzar y dar a conocer una visión cristiana de la teología, que abarca, por necesidad, las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales, sin quedarse ahí” (Alemán: 43) Para nuestro autor la Teología de la Liberación es legítima en el seno de la tradición cristiana, ya que la preocupación por la injusticia, tanto en el plano personal, como social, incluso en sus dimensiones estructurales, es consecuencia del pecado. No se puede ser cristiano y ser indiferente a la injusticia. Por tanto Alemán apoyándose en la Instrucción afirma: “Si la tan cacareada (Instrucción) entra otra cosa que esforzarse por un compromiso en pro de la justicia, de los pobres y de los oprimidos, yo no sé leer nada”. (Alemán: 42) Para Alemán la preocupación por la justicia social es inherente al cristianismo. “…ésta (la Iglesia) está convencida de que forma parte integral del cristianismo el luchar por la justicia social, y que el que no lo hace, tampoco está dentro de sus filas”. (Alemán: 47) No es posible ser cristiano, pertenecer a la Iglesia, y ser indiferente a la situación de injusticia que viven millones de seres humanos en todo el mundo.

Un segundo punto es que Alemán comparte con la Instrucción una efectiva crítica al marxismo como ontología. Sobre la ontología marxista señala Alemán que no es posible asumir desde la fe cristiana la visión inmanentista de Marx. Señala Alemán que: “Siempre me ha parecido que los cristianos que optan por el marxismo como método y filosofía de análisis desconocen a Marx y minusvaloran la importancia decisiva de la irreligiosidad en su pensamiento teórico y en su práctica política”. (Alemán: 50) Cuando Alemán cita a Marx (Introducción para la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Buenos Aires: Editorial Claridad, 1968: pp. 17-18) en el texto que concluye con su famosa expresión de que “La religión es el opio del pueblo”, no considera que el fundador del marxismo desconocía que “…el hombre religioso protesta contra la miseria real. Su problema está en rehuir el enfrentamiento social y refugiarse en un más allá donde sí hay justicia”. (Alemán: 51) La tensión -es mi lectura de Alemán- es entre una visión trascendente de la realidad (como la entiende la Fe cristiana) que muchas veces se convierte en una actitud evasiva del compromiso con la justicia y por otro lado la concepción inmanentista del marxismo que convierte el conflicto con los explotadores en la única vía para intentar alcanzar la justicia en esta realidad material, la única posible. Este tema tiene un antecedente clásico en La República de Platón, muy anterior al Nuevo Testamento, que al concluir el capítulo 9 (penúltimo de dicho texto) reconoce que el injusto puede salir exitoso de los beneficios de sus abusos, y para salvar su propuesta política el autor ateniense produce en el capítulo 10 una explicación religiosa en torno al mito de Er, donde se afirma que más allá de la vida actual serán juzgados todos y el injusto recibirá su castigo. En la más pura ortodoxia cristiana, sin negar que la vida presente es un regalo divino y posee autonomía como requisito para la libertad, su solución definitiva está allende nuestra muerte donde nos espera un juicio por nuestras actuaciones en esta vida. La ontología inmanentista marxista al negar ese hecho se coloca fuera de la ontología cristiana. La conclusión de Alemán es la siguiente: “…¿es posible que con esa radical concepción de la religión se pueda ser a la vez “cristiano” y “marxista”? No parece posible”. (Alemán: 51) En el último párrafo de su segundo artículo resume de manera muy creativa su postura en este tema: “La sinceridad me obliga, finalmente a plantear una pregunta: cuando una religión, que cree en Dios, en Cristo y la Iglesia, lucha por la liberación total de las estructuras sociales injustas, ¿cabe el juicio de Marx sobre la religión? Parece como que no. Aparentemente Marx no supo de una “teología de la liberación” como la aprobada por la “Instrucción” de la Congregación para la Doctrina de la Fe”. (Alemán: 52)

Un tercer punto es la cuestión de la metodología marxista. En este punto Alemán es más flexible, incluso mucho más que la Instrucción, la cual afirma que: “Quienes utilizan semejantes fórmulas (en las que se valen de categorías marxistas), pretendiendo sólo mantener algunos elementos del análisis marxista, por otra parte rechazado en su totalidad, suscitan por lo menos una grave ambigüedad en el espíritu de sus lectores.” (Instrucción, 1984: VII-8) En cambio Alemán señala: “…lo que debería ser evidente. Hay muchos elementos del análisis marxista que son sumamente útiles para el análisis de la sociedad”. (Alemán: 48) Al igual que el uso de otros autores y metodologías no-cristianas, pensemos en el platonismo de Agustín o el Aristotelismo de Santo Tomás de Aquino, no existe una filosofía en la que un pensador cristiano no pueda encontrar elementos útiles para su análisis de la realidad. Evoco a Pablo en Atenas. Pero Alemán, al igual que la Instrucción, critican fuertemente la pretensión marxista de que su teoría es científica, cuando a lo sumo: “Esto no es pecado, pero es una vergüenza. De la más elemental esencia de toda ciencia, en cuanto ciencia, y no en cuanto creencia, es su refutabilidad. Será verdad si los hechos la prueban; si no la confirman, no pasará de ser una opinión -una hipótesis- interesante y nada más”. (Alemán: 48) Al igual que Alemán enfrenta la ontología marxista con la ontología cristiana, el debate el análisis marxista desde la metodología cristiana, evitando contaminaciones ideológicas, valga decir políticas, que intenta negar todo lo que lleve la etiqueta de marxismo.

Un cuarto punto, y conclusivo, ¿que se puede decir del humanismo alemaniano? Primero, es indudable que sobre todo Alemán es cristiano y por tanto asume la antropología cristiana como convicción esencial. Pero es importante destacar aspectos específicos que se muestran en estos textos. Segundo tiene un gran apego a la pluralidad y la tolerancia. Hay muchos adjetivos mediadores en sus textos que evitan juicios tajantes contra quienes no piensan como él y una gran apertura a ideas diferentes para dialogar con ellas. Tercero, Alemán posee un claro sentido de la justicia social que lo muestra en sus varios juicios sobre los ricos y el poder. Si hay comunión entre Alemán y la Teología de la Liberación es en este punto. Destaco una anécdota que incluye en su análisis donde al valorar la religiosidad de los hombres del Cibao vs los del Sur señala: “El Cibao es más “respetuoso” con sus curas, más “clerical” si se quiere, que el Sur; pero, quizás, el sureño, tan poco “eclesiástico”, es más religioso”. (Alemán: 47) Su mirada atenta a donde se cobija el poder y se pretende vestirlo bonito para que no se note, no escapa a nuestro autor. ¡Alemán era más sureño que cibaeño! Cuarto, el humanismo de Alemán es esencialmente racional, ¿o mejor dicho humanismo jesuita?, que se evidencia en el rigor de sus ideas y argumentos, evitando seducirse por las pasiones y emociones, aunque algunas veces sus textos parecen casi atacar físicamente. Por último, quinta conclusión, su humanismo se muestra ocupado de iluminar los textos oscuros y las ideas enredadas como servicio a sus oyentes y lectores. Leerlo, al igual que tuve el privilegio de escucharlo por horas, es una actividad pedagógica de gran hondura y claridad. Servir a los demás en el discernimiento de las ideas fue una expresión personal de Alemán, por el talento que tenía, de amar al prójimo en su especial vocación como jesuita.

Reafirmo lo dicho al inicio de esta serie, estos son botones, por lo tanto falta construir el traje de su pensamiento, que por lo visto ha asumido el Dr. Fernando Ferrán desde el Centro de Investigación de la PUCMM que se honra con el nombre del P. José Luís Alemán SJ. Una noble y necesaria tarea que demanda nuestra sociedad.