NO ES fácil ser un árabe en Israel. No es fácil ser mujer en una sociedad árabe. Ni es fácil ser un árabe en la política israelí. Y mucho menos ser una mujer árabe en el Knesset, el parlamento

Haneen Zuabi es todo esto a la vez. Quizás por esta razón mantiene una sonrisa casi perpetua en su rostro, la sonrisa de alguien que, después de todo, ha vencido.

Pero esta sonrisa puede resultar muy irritante. Irritante y provocadora.

En estos días Zuabi logró algo que ninguna mujer árabe en Israel ni siquiera pensó: todo Israel habla de ella. No por una hora, o durante un día, sino durante semanas interminables. 

La vasta mayoría de los judíos israelíes la detesta profundamente. La sonrisa de Zuabi es de triunfo.

HANEEN PERTENECE a una gran “hamula” (familia extensa) que domina varios pueblos cerca de Nazareth. Dos Zuabis fueron miembros del Knesset en sus primeros días ‒uno era un vasallo del (entonces) gobernante Partido Laborista Sionista; el otro, miembro del izquierdista partido Mapam sionista. Fue él quien acuñó la frase memorable: “¡Mi país está en guerra con mi gente!”.

Haneen Zuabi es miembro del partido Balad (“tierra”), un partido nacionalista árabe fundado por Azmi Bichara, un intelectual palestino-israelí. Bichara era un admirador de Gamal Abd-al-Nasser y de su visión panárabe. Cuando el Shin-Bet estaba a punto de detenerlo empleando cualquier pretexto huyó del país, afirmando que por causa de una enfermedad renal grave la prisión podría poner en peligro su vida.

Se fue detrás de una facción de tres hombres del Knesset, una de las tres facciones árabes de tamaño similar. Todos ellos constituían un foco de irritación constante para sus colegas judíos, por lo que inventaron un remedio: Se promulgó una nueva ley que negaba la membresía al parlamento de todo partido que no ganara suficientes votos para un grupo de cuatro miembros. (Una cifra mayor podría haber puesto en peligro al partido Judío Otodoxo.)

La lógica era simple: las tres pequeñas facciones árabes se odiaban profundamente entre sí. Una de ellas era comunista (con un miembro judío), una islamista y la otra nacionalista (Balad).

Pero he aquí que, bajo la amenaza de aniquilación hasta los árabes se pueden unir. Crearon una “Lista Común” (“Juntos” no “Unidos”) y en conjunto ganaron 13 asientos, tres más que antes. Ahora son la tercera mayor facción en el Knesset, detrás del Likud y el Laborista, algo desagradable a la vista para muchos de sus colegas.

ESTOS SON los antecedentes de la última atrocidad.

Desde hace meses, Israel ha estado en medio de una mini-intifada. En los dos primeras intifadas, los “terroristas” actuaban en grupos bajo las órdenes de organizaciones que podían infiltrar con facilidad. Esta vez, los individuos actúan solos o con los parientes en los que se puede confiar, sin previo aviso. Las fuerzas israelíes (el Ejército, la Policía, el Shin Bet) no tienen ningún tipo de información y por lo tanto son incapaces de impedir estas acciones.

Por otra parte, muchos de los “terroristas” de hoy en día son niños ‒niños y niñas‒ que acaban de agarrar un cuchillo en la cocina de su madre y, en el calor del momento, salen a la calle y atacan al israelí más cercano. Algunos de ellos tienen 13, 14 años de edad. Algunas de las muchachitas utilizan tijeras. Todos ellos saben que con toda probabilidad van a morir a tiros en el acto por soldados o civiles armados que andan de paso.

Las víctimas preferidas son los soldados o los colonos. A falta de éstos, atacan a cualquier israelí, hombre o mujer, que esté a la vista.

Las poderosas fuerzas de seguridad israelíes están, sin duda, indefensas ante este tipo de “infantifada” (como la llama mi amigo Reuven Wimmer). En su angustia, las fuerzas de seguridad hacen lo que hacen siempre en tales situaciones: usan métodos que ya han fracasado muchas veces.

Aparte de las ejecuciones sumarias en el terreno, justificadas o injustificadas, estos métodos incluyen la demolición de la casa de la familia, para disuadir a otros, así como la detención de los padres y otros miembros de la familia.

Francamente, detesto estas medidas. Me recuerdan a un término nazi que data de mi juventud: “Sippenhaft” (“deuda familiar”). Es una barbarie, y es también altamente ineficaz. Un niño que ha decidido sacrificar su vida por su pueblo no puede ser disuadido por cosas como estas.

Ni un solo elemento de prueba en contrario se ha presentado nunca. Por el contrario, es lógico pensar que tales actos de barbarie aumentan el odio y proporcionan la motivación para nuevos ataques.

PERO LA medida más atroz y estúpida es la retención de los cadáveres. Me siento muy avergonzado al hablar de esto.

Después de casi cualquiera acción “terrorista”, el cuerpo del autor, sea adulto o niño, es recogido por las fuerzas de seguridad. Bajo la ley musulmana y su tradición, los cadáveres deben ser enterrados el mismo día o el siguiente. La retención es un acto supremo de crueldad. Nuestros servicios de seguridad creen que esto contribuye a la prevención. Para los musulmanes, esto es una acción suprema de sacrilegio.

Hasta aquí el trasfondo del último escándalo.

Los tres miembros de Balad de la facción árabe visitaron a las familias de los autores de un “ataque terrorista”, cuyos cuerpos habían sido retenidos. Su versión es que fueron para hablar de cómo recuperar los cuerpos. Las fuerzas de seguridad insisten en que ellos también expresaron sus condolencias e incluso mantuvieron silencio durante un minuto.

El Knesset, en su totalidad, se indignó. ¿Cómo se atreven? ¿Exaltar asesinos? ¿Mostrar su apoyo a las familias?

Los miembros de la Facción Conjunta de Balad son, aparte de Zuabi y su sonrisa, Bassal Gatas y Jamal Zahalka. Nunca he conocido personalmente a Gatas. Tiene 60 años, es un árabe cristiano, doctor en ingeniería y un hombre de negocios. Él fue durante mucho tiempo miembro del Partido Comunista, pero fue echado cuando insistió en su derecho a criticar a la Unión Soviética. Azmi Bichara es su primo. En la televisión, da la impresión de ser muy de sensato.

Considero a Jamal Zahalka un amigo personal. Una vez ambos asistimos a una conferencia en Italia y emprendimos algunas caminatas junto con nuestras esposas. Me agrada mucho.

A los tres miembros del Balad se les prohibió asistir al Knesset durante varios meses, a excepción del derecho a participar en las votaciones del parlamento (un derecho que no se puede negar). Ahora, un nuevo proyecto de ley propone que el Knesset puede, por mayoría de tres cuartas partes, expulsar a los miembros definitivamente.

Esto significa que, a menos que el Tribunal Supremo declare la inconstitucionalidad de este proyecto de ley, el Knesset pronto quedará libre de árabes. Un parlamento puramente judío para un Estado puramente judío.

ESTO SERÍA un desastre para Israel.

Uno de cada cinco israelí es árabe. La minoría árabe en Israel es una de las mayores minorías nacionales per cápita en el mundo. Sacar a una minoría del proceso político va a debilitar la estructura misma del Estado.

Cuando el Estado nació, creíamos que después de una o dos generaciones la brecha entre las dos comunidades se cerraría, o estaría cerca de eso. Ha ocurrido lo contrario. Pero en los primeros años, la cooperación política entre judíos y árabes en un campamento de paz conjunta era fuerte y se hacía cada vez más fuerte. Pero eso quedó atrás hace mucho tiempo. La brecha se ha ensanchado.

Había ‒y existe‒ también una tendencia opuesta. Muchos árabes están integrados en profesiones importantes, como la medicina. La última vez que fui hospitalizado, no podía adivinar si el médico jefe de mi departamento era judío o árabe. Tuve que preguntarle a mi enfermero (árabe), quien confirmó que el médico, muy amable, era árabe. He encontrado que los del personal médico árabe suelen ser más amables que los judíos.

En varias profesiones, los árabes están más o menos integrados. Sin embargo, la tendencia general es la contraria. Donde una vez hubo relaciones cordiales entre barrios, o entre organizaciones políticas, los contactos se han aflojado o desaparecido por completo.

Hubo momentos en que mis amigos y yo visitamos ciudades y pueblos árabes casi todas las semanas. Ya no.

Esto no es del todo un proceso de un solo lado. Insultados y rechazados durante tanto tiempo, los ciudadanos árabes han perdido el apetito por la cooperación. Algunos de ellos se han se vuelto más islámicos. Los acontecimientos en los territorios ocupados les afectan profundamente. Una tercera y cuarta generación de ciudadanos árabes de Israel es cada vez más orgullosa y autosuficiente. Están muy decepcionados por los fracasos de los movimientos judíos por la paz.

Para expulsar a los miembros árabes de la Knesset, como expuso un político francés, en una frase famosa: “Esto es peor que un crimen: es un error”.

Se cortarían los lazos entre el Estado de Israel y más del 20% de sus ciudadanos. Algunos israelíes pueden soñar en desalojar a los árabes por completo del país israelí histórico ‒los seis millones que viven en el propio Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza‒, pero eso no es más que una quimera. El mundo en el que esto alguna vez fue posible dejó de existir.

Lo que sí es posible, y de hecho ya existe, es un apartheid rastrero. Ya es la realidad en la orilla oeste y el este de Jerusalén, y como demuestra este episodio, se está convirtiendo también en la realidad en el Israel propiamente dicho.

La histeria que se ha apoderado del país después de la “visita a las familias de los ‘terroristas’” ha tocado al Partido Laborista y hasta al Meretz.

Estoy poniendo “terroristas” entre comillas porque son terroristas solamente para los judíos. Para los árabes son héroes, musulmanes que sacrifican sus vidas para “dar testimonio” de la grandeza de Alá.

La pregunta es, por supuesto, ¿cuál es el trabajo de un diputado árabe? ¿Molestar a los judíos? ¿O reducir la brecha y convencer a los israelíes de que la paz entre israelíes y palestinos es posible y vale la pena?

Me temo que la sonrisa de Zoabi no ayuda con el segundo objetivo.

EN TODO CASO, este asunto ha reforzado los argumentos a favor de los dos Estados… Que cada uno de ellos tenga un parlamento propio en el que puedan cometer todas las estupideces que quieran, y un Consejo de Coordinación conjunto, donde se pueden tomar decisiones serias.