Se habla y se vuelve habla de una reforma tributaria sin nada concreto. Más bien se habla de reforma fiscal, para incluir el gasto, pero éste es un asunto de filosofía. Se gastará más o menos partiendo de las funciones que consideramos debe desempeñar el Estado. Si las funciones son pocas el nivel del gasto será bajo y su composición o estructura se referirán a fines austeros y la educación pública será escasa y la salud también. La alternativa para proveerla será el mercado. Salud tendrán los que pueden proporcionársela y educación alcanzaran los que puedan comprarla en los colegios.
El tema no es la justicia, sino la asignación de recursos, y considerando que las fallas del Estado son muchas se entiende que las del mercado son eludibles sin son comparadas o por lo menos son pocas y los impuestos se piensan en término de la simplicidad, la vocación recaudatoria y tasas más bajas para los que son ricos.
Entonces no se busca la equidad, sino sustraer dinero de donde se pueda menos de los que tienen y la reforma tributaria así se vuelve una caricatura que sólo se piensa en abstracto y nadie acude al análisis de cada impuesto como instrumento para proveer de recurso al Estado. Todo se vuelve consignas y frases que no son célebres, pero que se repiten. Todo parece un rosario o un mantra donde sólo se habla del gasto tributario para eliminar las exenciones del ITBIS y hacer un sistema tributario más simple y obtener de ahí las recaudaciones sin pensar que cuando se habla de este gasto las estimaciones pueden ser falsas y que un concepto lato de gasto tributario incluye muchos que son propios del sistema para conseguir justicia o parte del diseño propio del régimen tributario afectado, de cual depende su existencia.
Así contada la historia la significación de la reforma tributaria dependerá del sentido que se le atribuye o más bien del que resulte de la lucha de intereses. Teóricamente una reforma tributaria consiste en una renovación suficientemente profunda de los tributos para eliminar defectos en los impuestos vigentes. Vistas así las cosas lo que se habla sobre una reforma tributaria es pluma de burro, pues nadie se refiere a aspectos concretos de los tributos, que sería referirse a la estructura tributaria y poco se discute sobre una administración tributaria que habla de simplificación y lo complica todo.
Nadie debe olvidar el aspecto humano de las finanzas públicas, que el tema no es sólo cálculo en escenarios y modelos, de estimaciones y de donde se consigue el dinero. Como lo demostró perseguir asalariados con cierta saña. Además de los problemas de diseño que tienen los instrumentos tributarios del sistema y las acciones que definen políticas tributarias desde la administración de los impuestos hay otros factores a considerar.
Se debe considerar redefinir el papel del ministerio de Hacienda y su función en la aplicación de la política tributaria para que no sólo se elimine el gasto tributario donde corresponda, sino para evitar que alguien, como siempre sucede, al margen de las políticas tributaria y sus directrices se lo ocurra que hay que hacer una nueva ley de incentivos sin que Hacienda se entere, o algo peor, que ésta sea cómplices y a nadie se lo explique después de definidos los objetivos de la política económica y el papel de los tributos en la misma. Debe tener Hacienda un personal capaz en el tema de los tributos para no concluir después de los cambios en una estructura tributaria mostrenca y después pedir cambios para repetirla otra vez en el tiempo con el mismo resultado, que es el de nuestra historia, donde siempre es baja la presión tributaria.