Angustiados como todos los mortales ante la amenaza que toca todas nuestras puertas, alarmado por los tristes episodios narrados en las noticias que abordan el desamparo de personas de todo tipo, las tragedias que ya les golpearon y, peor aún, el saber que están abandonados a sus propias suertes esperando que el virus decida avanzar sobre ellos, armado con microscopio en una mano y amplificador de sonido en la otra, me decidí por contactar un representante del gremio viral y, comunicándome de alguna forma, increparle todo el daño que ha hecho, lo abominable que era, así como decirle todas aquellas cosas que la indignación pondría en mi boca y así, por lo menos, desahogarme y hasta decirle a las víctimas “que lo puse en su puesto”.
Localizado el sujeto, tamaña sorpresa encontré cuando el lente del microscopio me mostró un individuo calmado, acicalado, que no esperó que yo empezara la entrevista sino que, acercándose al lente, gentilmente me pidió que me inclinara un poco más y, por favor, le permitiera iniciar la conversación.
Impresionado, observando un sujeto tan distinto a las grotescas imágenes que exponen las noticias, decidí acceder a su fina petición y, reclinándome hacia él, me dispuse a escucharlo y a continuación empezó a interacción.
“Antes que nada”, me dijo, “quiero agradecerle la oportunidad que me da para expresarle a ustedes, los seres humanos, nuestra postura respecto del problema que ustedes llaman pandemia”.
“Su presencia en esta reunión, como entenderá, es una irrefutable demostración que usted y sus semejantes existen. Mi participación, igualmente, afirma que yo y los míos también existimos, entonces, ya tenemos un punto en común. Otro denominador muto es que nuestras vidas transcurren dentro del mismo globo terráqueo y, si quiere más cercanía, ambos habitamos el mismo terruño desde hace millones de años …entonces, señor Álvarez, ni ustedes ni nosotros somos novedad en el planeta, ambos hemos convivido tranquilamente, ocupando cada uno su espacio pero, déme la libertad de destacarlo, nuestro comportamiento, siempre y sin excepción, ha sido más civilizado que el de ustedes, menos ruidoso, menos agresivo con el planeta donde todos vivimos y sin luchas fratricidas como ustedes practican…es decir, permítame decirle que no somos iguales.
Nunca hemos pretendido ser algo más de lo que somos, nuestras aspiraciones siempre han sido acceder a una célula donde vivir y, en el caso nuestro, células de animales a los cuales ni molestamos. No tenemos ambiciones mayores, una célula y ya…quizá por eso ustedes no nos consideran seres vivos, al parecer, en su tan grande sabiduría, han confundido todo y ya no perciben las cosas que los rodean, así, alguien que no procure tener más de lo que necesita, en su jerga no merece considerarse vivo.
No sé si está enterado, señor Álvarez, pero no fue a nosotros a quienes se les ocurrió salir de nuestro habitad, algo que nos ha causado tremendos problemas pues nos han colocados en el foco de una persecución como si fuéramos delincuentes…fueron ustedes quienes agredieron, como siempre, el medio ambiente donde por siglos hemos morado y nos llevaron a sus cuerpos, algunos tan contaminados que daríamos la vida por volver a volar con los murciélagos. Nunca quisimos mudarnos, eso que ustedes llaman mutar, vivir en ustedes ha sido nuestra propia pandemia, resulta alarmantes e insoportables las cosas que tenemos que ver circular y, ni qué decir, las otras que tenemos que escuchar…realmente nos resulta repugnante compartir con sus células y nadie más que nosotros quisiera que nos devolvieran al lugar de nuestro origen.
Mira Francisco, perdone que lo tutee pero es que no veo nada en usted que me sugiera algún formalismo merecido en el trato; el compartir forzosamente sus vidas ha sido algo traumático para nosotros. Nos asusta el saber que la hipocresía les resulte algo rentable, que las mentiras sean productos de libre comercio y con buena demanda, que la avaricia constituya una cualidad que se mezcla con la ambición para configurar, finalmente, eso que llaman “superación”. El odio no sólo es una práctica común sino que hasta ya es oficial, dado algunos de los personajes que se nutren de él sin importar que el país se les caiga a pedazos. La corrupción es un término itinerante, que transita de un lado a otro y que ciertamente muta según la persona a la que se le adjudique. Frente a los políticos, comúnmente se usa el término corrupción, otros enmarcan la misma actividad en el qué hacer de los profesionales exitosos; otros la definen como un término peyorativo usado por envidia y para afectar la reputación del corrupto…cuando el señalamiento les toca a los empresarios, éstos, escondidos en sus asociaciones cuyas siglas y páginas cibernéticas constituyen un monumento a la hipocresía, dejarán que el asunto avance a lo sumo hasta “evasión fiscal”, y ello con mucho tacto pues, de seguro, se trató de una equivocación; pero las defraudaciones descomunales, la existencia de fortunas cuya magnitud impide siquiera averiguar sus orígenes, entender cómo manejan sus dineros, dónde los colocan, cómo los sacan del país, todo ello debe ser encapsulado en términos mucho más gentiles que el de corrupción.
Y lo peor de todo, Frank, es que estos se constituyen en jueces morales de la sociedad, algunos hasta juegan a la filantropía otorgando, dizque para combatirnos a nosotros y, claro, previo toque de trompetas, exiguas sumas de dineros, imperceptibles en el porcentaje de sus riquezas y sacadas, muy probablemente, del mismo árbol prohibido, para luego todos aplaudirles y, si faltare algún espacio de sus egos por llenar, entonces usarán sus medios de comunicación para que relaten sus cruzadas misericordiosas…en el ínterin, la persona del servicio de la casa de uno de estos próceres, habiendo presentado síntomas que pudieran relacionarse con la enfermedad temida, fue despachada a su casa por quince días o algo así, pero siempre en rol de desperdicio, no pasando por la mente de aquél prohombre el gastarse unos centavos y llevarla al centro de asistencia donde él iría si se sintiera afectado.
Juegan a remediar, luego ustedes mismos lo celebran, peor aún, otorgan títulos nobiliarios a los corruptos haciéndose ustedes parte activa de la misma depravación, saben que los políticos y los empresarios son socios en todo y que no pasan de ser pantomimas las participaciones de los grupos adinerados en los problemas sociales…saben que si ellos quisieran, pudieran hacer aportes reales, si quieren con trompetas y carnavales a fin de que no se pase por alto su “altruismo”, igual conocen que con esos aportes reales hoy no tendrían las precariedades en sus servicios sanitarios ni en sus servidores; habría un 75% menos de muertos; quizá un 60% menos de infectados y, los que así resultaren, podrían ir a los centros hospitalarios sin que ello constituya un acertijo…Frank…Ustedes tienen todo lo necesario para aliviar la situación, sólo les falta ese extraño órgano que hemos notado que se mueve constantemente y reposa en su pecho, corazón creo que le llaman, pero las metas que ustedes consideran éxitos y los males que éstas arrastran, van silenciado los latidos del órgano aquél sin sospechar que, para todos, incluyendo ellos, ciertamente dejará un día de latir para siempre.
Por favor, amigo, encuentren la cura cuanto antes y devuélvannos a los murciélagos y otros animales, que preferimos ser virus que gente”.
Amigos, acabado el discurso, dejé tirado el microscopio y el altavoz, partí y sólo me quedó una duda…¿Podría yo mutar y convertirme en virus?