La Ley 136-03 que instituye el sistema de protección de los derechos fundamentales de niños, niñas y adolescentes define en su artículo 410 como explotación sexual comercial a las personas, empresas o instituciones que utilicen a un niño, niña o adolescente en actividades sexuales a cambio de dinero, favores en especie o cualquier otra remuneración, en la forma de prostitución del niño, niña o adolescente.

La Organización Internacional de Trabajo (OIT) también define la explotación sexual infantil, como la utilización por un adulto de un niño, niña o adolescente menor de 18 años, acompañada del pago en efectivo o en especie al niño, niña o adolescente o a un tercero.

En palabras llanas, la explotación sexual infantil o explotación sexual comercial sucede de 2 formas: 1) cuando el adulto “prostituye” a un menor de edad a cambio de dinero, y 2) cuando lo utiliza para su gratificación sexual a cambio de dinero.

En otra entrega he aclarado ya que es incorrecto utilizar el término prostitución, el correcto es explotación sexual comercial, sólo traigo el término nueva vez para fines de aclaración y entendimiento; y lamentablemente en nuestro país, específicamente en comunidades muy vulnerables, muchos niños, niñas o adolescentes se ven expuestos a ser explotados sexualmente, lo cual ocasiona una serie de traumas y conductas sexualizadas en el menor de edad producto de la explotación vivida.

En Misión Internacional de Justicia (IJM por sus siglas en inglés), República Dominicana, tenemos siete años luchando junto a las autoridades del país, en el combate al delito de la explotación sexual comercial y la trata de personas con fines de explotación sexual. Trabajamos junto a los miembros de la Policía Nacional para identificación de lugares donde ocurre el delito, apoyamos al Ministerio Público en el proceso penal, representamos legalmente a los y las sobrevivientes de la explotación sexual y agotamos un programa de terapéutico y de acompañamiento que lleva como mínimo dos años de duración hasta alcanzar restauración.

A través de dicho programa buscamos alcanzar en el/la sobreviviente de la explotación sexual la superación del trauma, autonomía de vida y empoderamiento personal, a fin de que vivan libres de la explotación sexual y de cualquier tipo de explotación.

En los ocho años de presencia de IJM en el país, hemos logrado que más de 50 sobrevivientes alcancen restauración. Muchos de ellos hoy son adultos fortalecidos y restaurados que salen a las calles en búsqueda de oportunidades de estudio y empleo para su sustento.

Al finalizar los programas terapéuticos de acompañamiento, educación y restauración de un sobreviviente, solemos preguntarnos, ¿qué hacemos ahora con esta vida restaurada para hacerla sostenible en el tiempo? Evidentemente necesitan insertarse en un mercado laboral fiable que le brinde la oportunidad de emprender y tener un empleo fijo que dignifique sus vidas.

El Ministerio de Trabajo, en la persona de la viceministra para poblaciones vulnerables Mayrenis Corniel, está desarrollando un excelente proyecto de inserción laboral y no discriminación para los y las sobrevivientes de la explotación sexual que ya han alcanzado su mayoría de edad, el cual aplaudimos, ya que es uno de los proyectos más impactantes, realistas y efectivos que se puedan desarrollar a favor de esta población. Su importancia radica en que tiene un efecto directo en la sostenibilidad requerida frente una restauración alcanzada.

Así, este proyecto permitirá a los sobrevivientes restaurados y con deseos de sostener una vida digna libre de la explotación, la oportunidad de hacer realidad el sustento de sus vidas mediante un trabajo digno. Al final de cuentas, los sobrevivientes de la explotación son parte de la generación del mañana y a nuestra sociedad le resulta beneficioso contar con ciudadanos sanos, que tengan con igualdad de oportunidades dentro del entorno social.

Por igual, los sobrevivientes restaurados de la explotación sexual tienen una vida de valor. Son vidas de inspiración con una historia de impacto capaz de transformar otras vidas. Alzar su voz y su valiosa historia para ejemplo de otros, es una muestra de empoderamiento, resiliencia y supervivencia.

Hay una técnica japonesa que se utiliza para reparar cerámicas rotas, llamada Kintsugi, traducida como cicatrices de oro, la cual consiste en pegar los trozos con barniz de resina o laca mezclada con oro o plata en polvo, a fin de brindarle un carácter propio, y mostrar así las grietas como algo bello.

Los japoneses creen que cuando algo ha sufrido un daño y recibe una restauración, ya con esto posee  una historia que le hace más hermoso; por eso reparan las cerámicas rotas con oro, en lugar de tratar de ocultar los defectos y las grietas, los acentúan y celebran pues se han convertido en una prueba de la imperfección y la fragilidad, pero también de la resiliencia, la capacidad de recuperarse y hacerse más fuerte.

Esta técnica inspiradora es lo mismo que sucede con él o la sobreviviente restaurado de la explotación sexual. Su ejemplo e historia es poderosa para impactar a muchos. Al levantar su voz como líderes en sus comunidades y mostrar sus cicatrices debido a la explotación, esto empodera a otros con un gran mensaje: su vida tiene aún más valor al haber superado y sanado un trauma.

Así como la cerámica rota pegada con barniz de resina con oro es la vida de la sobreviviente restaurada: posterior a su rotura y nueva formación, adquiere más valor. Su historia conforma sus cicatrices de oro y esa historia los hace más valiosos.

Hoy día, un grupo de jóvenes adultos equipados, luego de haber agotado el programa de IJM Dominicana de dos años de acompañamiento y empoderamiento para superación del trauma y encontrarse insertos en el ámbito laboral, están listos para alzar su voz y mostrar que la supervivencia a la explotación sexual es posible; que existe una mejor vida fuera del lugar de su explotación y hoy, partiendo de su historia de empoderamiento, supervivencia y restauración, quieren ayudar a muchos y mostrar que una vida libre de la explotación sexual es posible.

Sin vergüenza, sin temor y sin miedo al rechazo de la sociedad, estos jóvenes han conformado la red de sobrevivientes de la explotación sexual y se han autonombrado Cicatrices de oro, reconociéndose a sí mismos como esa vajilla preciosa que hoy tienen más valor que ayer, luego de su reparación.

Una red de sobrevivientes que busca mejorar la vida en sociedad y hacer posible el desarrollo y autonomía de vida de la nueva generación, libres de la violencia y de la explotación. Más que mirar su historia y dejarla para sí, se han unido, y cada uno está usando su historia a favor de otros. ¡Es admirable e inspirador!

#Hastaquetodosseanlibres

*Sonia Hernández es abogada litigante, procesalista penal, exprocuradora fiscal de la Provincia Santo Domingo. Tiene una maestría en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III y una especialidad en Derecho Procesal Penal por la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Actualmente se desempeña como Directora asociada del fortalecimiento del Sistema Público de Justicia para Misión Internacional de Justicia