No obstante el concepto de fuga de cerebros está un poco desfasado –hoy se habla de la “circulación de cerebros”– la discusión sobre el impacto negativo que puede causar la migración de un grupo importante de talentos debe enmarcarse en el contexto del país de origen; en su nivel de desarrollo económico, social y cultural; en su capacidad de absorción.

Refiriéndome al caso dominicano, sigue siendo importante ver el retorno de aquellos individuos que logran obtener una educación en el exterior sustancialmente mejor a la que ofrecen nuestras universidades. Al República Dominicana tener poca capacidad para producir profesionales competitivos a nivel internacional, ellos representan una gran oportunidad para propulsar sectores productivos que requieran mayores niveles de innovación y sofisticación. No menos importante, representan una oportunidad para repensar el Estado dominicano… una oportunidad para inyectar sangre nueva a la burocracia Estatal que hoy sufre la ausencia de un auténtico liderazgo político.

Existen muchas medidas que pudieran conducir a su retorno efectivo. Una alternativa a considerar es la creación de una beca cuya modalidad de repago cambie acorde a la decisión de regresar o no al país de origen y a la decisión de trabajar o no para el Estado dominicano y su sistema universitario.

Supongamos que el Estado otorgue una beca para cursar estudios de maestría o doctorado en el exterior. Si el becario decide permanecer en el exterior, tendría que repagar la misma. La beca por tanto se convertiría en un préstamo donde el Estado cobraría una tasa de interés comercial. Si la persona regresa a su país de origen y decide emplearse en el sector privado, la beca también se convertiría en un préstamo, esta vez con una tasa blanda, mucho más atractiva. En cambio, si el becario decidiera trabajar para el Estado dominicano o insertarse como profesor universitario a tiempo completo por un plazo mínimo a establecer, no tendría que pagar absolutamente nada.

De esta forma, el Estado dominicano premiaría a aquellos que regresan. Premiaría doble a quienes optan por ofrecerle sus servicios al Estado dominicano y/o su sistema universitario.

Es importante destacar la naturaleza no-prohibitiva de la beca. Aun cuando el becario decide permanecer fuera del país, el Estado dominicano sigue siendo un facilitador financiero. El Estado siempre obtendrá un beneficio cuando invierte en uno de sus nacionales, independientemente de lo que este decida hacer posterior a la finalización de sus estudios. Lo que argumento aquí es que dado el estado actual de la República Dominicana, los beneficios serían mayores si regresaran.

Dicho modelo generaría un incentivo a que el gobierno dominicano sólo otorgue becas para áreas de estudios consideradas como necesidades nacionales y para universidades buenas cuya educación garantizaría al becario la posibilidad de repagar su beca, sin importar que este decidiera permanecer fuera del país o regresar y trabajar en el sector privado dominicano.

Los detalles del modelo –que necesidades tenemos como país y cuales son las universidades “buenas” que entendemos ameritarían consideración para un programa de becas parecido– constituyen preguntas que como país tendríamos que responder. Eso es parte de lo que implica la planificación educativa y la elaboración de políticas de Estado; eso es lo que hasta ahora no han hecho nuestros gobiernos.

Creo en el Estado. Creo en la política y en la burocracia como necesarias para el mejoramiento de nuestra calidad de vida. Por eso propongo una beca que favorezca a aquellos que decidan ingresar a las filas del Estado dominicano.

Para mala fortuna, generaciones de dominicanos han nacido en un país cuyo sistema político es autoritario y conservador. La salida –aunque temporal– es por tanto vital para la renovación del Estado dominicano. Aquel que pueda extraerse de nuestra realidad nacional cada vez más sombría y verla desde fuera (en perspectiva), será más exitoso en el proceso de repensarnos como nación.

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Samuel Bonilla | @sbonillabogaert | se.bonilla@gmail.com