Otra vez, esta semana como la anterior, tenemos que hacer una pausa dentro de la serie sobre fábricas de ladrillos y bloques de hormigón, que hemos venido desarrollando en estos últimos septenarios.La ocasión y sus acontecimientos lo demandan bajo una explicación: Irma, en Las Antillas, y el Terremoto 8.2 de México.
La arquitectura de contingencia existe prácticamente desde siempre; de hecho la primera contingencia que lleva al ser humano a crear arquitectura es la propia situación de tener que resguardarse de las lluvias, el viento, el sol, la noche, etc.
Muchas tradiciones de la arquitectura popular tropical, como las viviendas en palafitos, siguen hasta hoy y datan de hasta 6 mil años a.C. Se podría decir, que de alguna manera, son ejemplos de un tipo de arquitectura adaptada al medio, frágil por demás, pero pensada para salvar un determinado nivel del mar. Sirva de buen ejemplo y buena solución para zonas con poblados al nivel del mar, como Nagua; tomemos nota.
Siguiendo con estas pinceladas sobre contingencia en cuanto a arquitectura y fenómenos naturales, nos llegan a la mente soluciones constructivas que incluyen materiales que se inspiran en la resistencia del bambú, para soportar terremotos y huracanes. Ojo, que no es que estamos recomendando el bambú para construir edificios en zonas bajo influencia de huracanes y terremotos; en este caso solo nos referimos a ello como parte de las investigaciones que se realizan para solventar situaciones críticas a las que se pueden ver sometidas las edificaciones. El estudio Amat & Saint-Val Architectes de Paris, Francia, ha estado, en su momento, desarrollando esta línea con su proyecto Haití 01, y a propósito del saco de sal que les ha caído a nuestros vecinos en cuanto a desastres naturales.
Continuando con las soluciones contra huracanes e inundaciones, también nos llega al recuerdo una propuesta ganadora de un concurso para “proteger” a la zona del bajo Manhattan de posibles desastres como los antes citados. Dicha propuesta, desarrollada por los daneses Bjarke Ingels y los holandeses One Architecture, consistía en un especia de barrera o plataforma elevada para repeler las inundaciones. Esta solución urbanística, concebida para estar integrada en la vida cotidiana de los neoyorquinos a manera de zonas verdes y parques, se denominó Big-U por aquello de que formaría un semiperímetro de unos 15 kilómetros en la costa de Manhattan.
Son varios los ejemplos que podríamos seguir citando, siendo la arquitectura una o uno de los mejores aliados contra catástrofes naturales; pero lo cierto es que los mejores aliados son las políticas y planes apropiados que, contra desastres naturales, puedan plantear la administración pública y/o gobiernos, en colaboración con la sociedad civil en su conjunto. Dentro de estos planes entra una arquitectura pensada para tales fenómenos.
Esperamos que tanto en las islas de las Antillas como en México, las consecuencias negativas de los acontecimientos recientes puedan ser salvadas de la mejor manera posible. Retomaremos, la próxima semana, la serie sobre fábricas, pero nos comprometemos a desarrollar un poco más este tema en Arquitectura y Energía. Hasta la próxima.