La Fundacion Francisco Alberto Caamaño Deño y el Museo de la Resistencia  estuvieron promoviendo desde el pasado 12 de febrero una invitación para asistir a dos ofrendas. La primera ante la estatua del Presidente Caamaño colocada frente a la Puerta del Conde y la segunda en el Cementerio de la Av. Máximo Gómez, en conmemoración del 48 aniversario del vil asesinato del glorioso Comandante de la épica Revolución de Abril del 65 por la restauración de la Constitución del 1963 y el retorno del presidente electo profesor Juan Bosch, contra la soldadesca invasora USA,  sus aliados y renegados de la patria.

7 años después, Caamaño encabeza la expedición de Playa Caracoles que desembarca el 3 de febrero, 1973 para ponerle fin a la dictadura represiva del presidente Joaquín Balaguer impuesto contra la voluntad del pueblo por el poder imperialista norteamericano.

Herido en una pierna y capturado en la emboscada de Los Mogotes por tropas  anti-guerrillas, Caamaño decide permanecer al lado de su valeroso lugarteniente, Eberto Lalane Jose, El Fiero, también herido, rechazando la insistencia de Hamlet Hermann (Freddy) de reemplazarlo.

Informado el presidente Balaguer de la captura del “Coco Mayor” por los generales de dichas tropas, Enrique Pérez y Pérez, Ramón Emilio (Milo) Jimenez, jefe del Estado Mayor  y del Ejército Nacional y Juan René Bouchamps Javier, su respuesta no se hace esperar. Irónicamente da la fatídica orden: “Aquí no hay cárcel para ese hombre”, siendo cobardemente asesinado y desaparecido su cadáver. Hasta aquí la historia. Vaya  mi ofrenda:

“La mar está embravecida./A una hora temprana un hombre tempranamente  encanecido/ marcha hacia la tumba del caído/ Llega al lugar desconocido donde dicen tiraron su cadáver/  lleno de  plegarias  y  lamentos/”¡La primera flor!"  parece  oír a la juventud  ausente/ A su lado las olas embravecidas,  violentas/  se estrellan contra el rompeolas absurdo/ que desafía su furia intensa/ cansado  de tantas injusticias, de tanta espera./El hombre se detiene un instante/Piensa en el caído y en su epopeya/ “Un día como hoy cayó abatido,fusil en mano, esperanza abierta/Los aires esparcieron  un  dolor inmenso/ desde  las montañas yertas  de Quisqueya/Al  no ver redimida  a su  tierra.

El hombre  musita ahora una oración ferviente/su cuerpo se entrecoge, se estremece/Se siente empequeñecer ante esa gesta/ante el glorioso Coronel que nada espera./“Su tumba no está aquí, más que importa: “Los héroes no tienen cobertura en la tierra” / Y deja caer su flor que las olas esparcen suavemente./ Resuelto, desafiante, presuroso retorna con paso firme/mil gotas de sol cubren su frente/ Avanza hacia la multitud inmóvil que con ansiedad  le espera/ a su vista  todos  le saludan sonrientes alborotadas/ “¡La primera flor!” le gritan./ No, responde:,¡La primera piedra! /Mientras sigue sereno su camino imperturbable./ Las lágrimas del mar se confunden con sus lágrimas/ que cansadas de llorar ya  no gimen/ Mientras,  llevada por las olas/La flor desaparece, convertida en primavera.