Ayer se conmemoró un aniversario más de la Guerra de la Restauración. A mi parecer, la verdadera independencia nacional. Y no haré un análisis histórico al respecto ni nada que se parezca. Toda mi atención está puesta en la urgente necesidad de restaurar el país hoy. Allá aquel que crea que hemos tenido vida democrática desde la desaparición física de Rafael Leonidas Trujillo. Realmente hemos cubierto con una alfombra de diseño de muy mal gusto toda la pus que dejó el trujillato, si es que podemos acudir el verbo dejar en tiempo pasado. Pero, ¿cómo es que salto de La Restauración a una de las dictaduras más sangrientas de América Latina? Bien, todo se conecta con la urgencia de restaurar, refundar. Si el contexto actual no se nos sugiere como la excusa perfecta para ello, no se cuál lo será.
Hace pocos años la situación estaba realmente mal. Muchos de los temas de corrupción que hoy casi duermen un segundo sueño, estaban estallando en la realidad de cada dominicano y dominicana. Parecía un momento culmen único. Y me espanta haberlo pensado y sentirme con la razón, pero nos escupieron en la cara. Hoy, pienso que el país agravó su estado de salud político-social sin precedentes. Para todo el polvo que se ha levantado, el silencio calmo y angustioso en la voz nacional asusta. A pesar de la inconformidad latente, no puedo evitar escuchar silencio. Todavía hay silencio. La restauración del siglo 21 se vuelve más necesaria que nunca. Y no me engaño, hay brisas frescas que atraviesan el aire de cuando en cuando. Hay rostros que seducen con novedad. Pero, es como si se tratara de varias capas de realidad que alternan una con otra, cada cual más grave.
El descaro con el que se exhiben algunos especímenes políticos estos días, raya y supera por mucho el irrespeto. Es absolutamente obsceno hablar de clamor nacional en alusión a la permanencia del PLD en la dirección de la cosa nacional. Es nauseabundo ver figuras de osamentas políticas con pretensiones presidenciales y seduciendo al oficialismo mientras se venden como la diferencia. Es asqueroso ver una flota de vehículos con camuflaje de campaña y que a esto solo le siga una burda advertencia por parte de las autoridades reguladoras. Es angustiante ver el alza en los precios de los productos de la canasta familiar y que nadie diga absolutamente nada. ¿Se supone que ya era grave, entonces cómo se llama lo que es ahora? No son idiotas, es que nos creen idiotas.
No nos respetan. No nos respetamos. Naturalmente no hablo de todos, pero una gran mayoría ha sido formada para auto irrespetarse sin inmutarse. La auto devaluación del pueblo dominicano se ha vuelto deporte nacional. “Ellos” lo saben y por eso continúan el libreto. Con alguna que otra novedad de momento, incluyendo unción y discurso cristiano frente a una multitud que justifica la idiotez en su estado más noble y que, creyendo estar frente a una suerte de pastor-mesías, aplaude, sin reparar en el hecho de que le faltan al respeto en su fe y su creencia.
Este es el momento. Pude parecer contradictorio con lo que digo líneas arriba, pero sí, es el momento. Pero no un momento accidental, no hablo de coyunturas. Hablo de diseño, estrategia; hablo de asumir que va a costar, ¡y mucho! Me refiero a un compromiso consciente y desprovisto de agendas y proyectos personales. Quiero decir un proyecto de nación cuyos resultados nos costarán piel y sangre, ¡pero que hay que diseñar ya! Esto se ha dicho tantas veces y parece que no entienden. Separados no iremos a ningún lado. La Restauración no se logrará con la procura insistente “de lo mío” ni de un cargo. Esta vez nos toca ir a la médula del problema enfocados únicamente en el bien mayor. En este contexto, quien no fije posición, ya demostró para qué sirve y para qué no.
Tenemos que diseñar la República Dominicana de los siguientes cinco, diez, quince y veinte años. Hay que listar, segmentar; ir de lo micro a lo macro, de lo urgente a lo necesario, de lo primario a lo secundario, de lo vital a lo conveniente, pero todo en torno al bien mayor: El país. Tenemos recursos humanos, gente valiosa, honesta, dispuesta. Nos asusta y nos aturde, pero será posible si nos importa lo suficiente. Es demasiado lo que hay juego. Si no hacemos nada, amigos y amigas, esto será invivible. Literal.