Cuando uno entra al Bronx Zoo, ve una fila de hombres, mujeres y niños esperando turno para montarse en los camellos, adornados con collares y mantas de arabescos posiblemente con chinchas para dar una sensación todavía más oriental a la experiencia, solo faltará el Sahara en las fotografías.
—¿Cuál es su nombre?
—Nicky, ella es una muchacha— me responde la vikinga en bermudas agarrando las riendas de la camella. —Ella tiene 12, mediana edad, camellos solo viven 20 años.
—Aw.
Un teleférico cruza el cielo.
Un trencito pasa lleno de haraganes gorditos.
Un oso polar juega en una piscina de agua helada.
Los flamencos toman sol menospreciando aves menos elegantes.
Patos de cabezas verdes nadan en el Río Bronx
Árboles gigantes dan sombras acogedoras.
Amorosos gorilas te dejan participar en un trío.
Como liceísta con buen gusto, que ha leído a Blake y a Borges, voy juyendo hacia la zona del Tigre Siberiano, grande como un sofá; solo un vidrio bien grueso lo separa de comerse a uno que se aleja con un "OOOHHH" de miedo y admiración cada vez que lentamente ese felino infinito pasa pegao enseñando los colmillos. Más allá, la mera Tigresa del Trágico Tigre se baña en un pozo escarchado creyendo estar en el valle Amur en la frontera de Rusia y China. Imposible, ante esta aterradora belleza, no recordar a Borges: 'Hay tanto oro en ese tigre'. O a Blake, no, perdón, mezclé versos de Borges, es que sus versos son, son como caramelos:
"Cuántas veces habré mirado
Al poderoso tigre de Bengala
Ir y venir por el predestinado camino
Después vendrían otros tigres,
El tigre de fuego de Blake…"
Ahora si va Blake:
"Tigre, tigre, ardiendo brillante
En las forestas de la noche,
¿Qué inmortal mano u ojo
Pudo formar tu temerosa simetría?"
En un pedazo de selva, temperatura y niebla del lugar de origen de los animales, se desarrolla un drama entretenido como un musical: Monos pelirrojos y grises se unen para defenderse del ataque chismoso y sin sentido de las Nutrias, unos pájaros igualitos a los Cactores.
—In el rito de apareamiento del Otter, ¿Nutia?, el macho hunde la cabeza de la hembra in la agua, clava sus garas in la espalda y cuando terminan se agaran de manos— explica una pedagógica canadiense que hizo una pasantía en Biología, en Costa Rica, y quiere practicar su Español.
—How romántico!— exclama un dominicano chivirico, que hizo cuatro semestres de Mercadeo, en RD, y quiere practicar su muela en Spanglish.
En el Café La Garza Bailarina hay un concurso infantil de poesía, el tema es el Planeta Tierra. Después de varios poemas pueriles perdonados por la inocente edad de los participantes, y por la repetición de la palabra Puercoespín, se para una niña diversa con un peinado como una piña y el alma de una Anne Sexton liceísta y en inglés musita:
"El águila
Curveado pico
Curveadas garras
Ojos cerrados
Muerta".
Los animales del Bronx Zoo, si no miramos la perpleja mirada atormentada del cautiverio acentuada por Kafka, lucen saludables. Qué diferente al Zoo Dominicano que yo visité en los años de hipolito, donde los cocodrilos trataban de masticar un vil doblelitro plástico vacío de Pepsi; un Tigre de Bengala se escapó desasitiao, devoró un pollino sorprendido y los policías le dieron como 300 tiros porque los dardos somníferos habían sido usados para hacer té contra una gripe llamada baninter; los Negros Osos Grises, con la presión bajita, engullían tomates podridos en el fogón de una jaula sin aire en julio; dos iguanas que salieron pidiendo bola hacia el Sur fueron asadas con yuca; los monos aprendieron a gritar "¡AY EL PPH!"; y los Leones perdieron la dignidad feral gracias a una dieta exclusiva de bizcochos rancios de Nitín, se me acercaron plagosamente con las fauces untadas de suspiro rosado, meneando el rabo, ay Derek Walcott, como anónimos perros caquis.
Según me dicen panas en RD, amable lector carnivoro o vegetariano, el Zoo Dominicano ha cambiado mucho, atrás quedaron las devastaciones de hipolito, gracias a Dios, al Gobierno y específicamente a la Dra Patricia Toribio, quien debe estar haciendo milagros con ese presupuesto (señores, la cuenta del carnicero para un solo león debe acabar con una fortuna moderada en menos de lo que un gago gaguea gatopardo); me contaron sobre un Tucán hermoso, que hay un minizoo con burritos criollos y chivitos extranjeros que los niños pueden acariciar.
Para mí lo mejor que se puede hacer por un animal es no toparse con él, que los humanos somos crueles y los animales no entienden ningún idioma, ¿por qué gruñes Lobo Alfa, te duele algo? El cautiverio es terrible y en libertad los matan; pero no creo que países pobres deberían tener zoológico, a menos que sea mantenido totalmente por donaciones de los ricos, que muy pocos son auto sostenibles. Demasiadas vainas esenciales faltan para estar pensando en qué van a desayunar mañana las pitones birmanas. Es posible que esos animales sean deseados por zoológicos nórdicos (aquí en NY hay ricachones que uno solo mantiene como 200 mandriles y pariendo). No se puede tener animales cogiendo lucha para que un día una escuela de pueblo haga una gira y 23 niños relambíos digan pleberías ante la presencia de un amemao elefante, de una jirafa sedienta, de una hiena que no ríe ni que Cuquín le haga un chiste. En un Cosmos de Bondad, el sufrimiento de un Ser*** debe ser siempre más importante que la euforia de otro Ser.
(***Seres no incluidos en aforismo cósmico-bondadoso: pollo, vaca, puerco, chivo, marisco, pescado, crustáceo, pavo, pato, guinea, gallinita vieja, codorniz, faisán, rabo y salami).