Un grupo de pedernalenses no residentes ha iniciado una campaña para dotar de instrumentos a la Banda Municipal de Música. Excelente la iniciativa que pretende conseguir donaciones de saxos-tenor, contrabajos eléctricos, trompetas, trombones clarinetes altos, pianos, guitarras, bocinas y redoblantes.
Quizás pocos lo sepan, pero tal provincia del suroeste fronterizo tiene su historia de buenos músicos, con Los Matilde, Librado Santana y Ojitos Verdes a la cabeza.
Durante los años sesenta y setenta del siglo XX, hubo una fiebre de ir a la Academia de Música del pueblo. Los conciertos de cada domingo en el parque central resultaban apoteósicos; decenas se arremolinaban en la glorieta para disfrutar las piezas ejecutadas por hombres y mujeres. Kramel Lozano, Mon Méndez, Bobollo, Canusa, Crucita, María Nilva, Ana, Pablitín, Silvio y otros impresionaban por la pasión con que tocaban sus instrumentos con las partituras fijadas en los atriles. Las orquestas competían con otras de la región.
De repente, todo se fue a pique. El retroceso fue abismal. La música había dejado de ser prioridad del liderazgo provincial, quizá por carencia absoluta de conciencia sobre su valor para el desarrollo de la comunidad. O porque asumió que no era políticamente rentable.
Con el naufragio de la Academia y la Banda de Música, se perdía el principal motivo de reunión semanal del pueblo. El parque central quedaba desolado, a expensas de los vicios y del cruceteo de las vacas.
Pedernales está seriamente amenazado por las bebentinas, la prostitución (incluida la oferta de sexo infantil), las drogas, la delincuencia y la creciente pérdida de identidad. Todo a tono con un proceso de aculturación a causa del impacto de la inundación de migrantes haitianos orgullosos de su origen. Al ritmo que va, desaparecerá del mapa. O, al menos, quedará tan lesionado que no querrá vivir.
¿QUIÉN SE ATREVE?
Por suerte, no se han apagado todas las luces. Ramón Méndez (Mon Matilde), hijo de una familia de músicos, ha mantenido viva la llama para revivir la pasión por la música de aquellos años. Vadeando todas las precariedades, este quijote dedica sus horas a entrenar jóvenes y niños. Y ni así ha sensibilizado las fibras de los influyentes de la provincia.
La esperanza no ha de perderse, sin embargo. Tiene que aparecer, en la capital y otros lugares del país, gente que se conmueva y decida ayudar.
Los ministerios de Turismo, Cultura y de la Presidencia deben de reaccionar. Y reaccionar ya. Porque los no residentes de Pedernales solo piden instrumentos musicales. Nada de beneficios personales, ni chantaje político.
El aprendizaje de música eleva el espíritu, afina la sensibilidad. Probado. Pero también –en el caso de Pedernales– constituiría parte una muralla cultural impenetrable por la oleada de aculturación que entra por la frontera.
El desvanecimiento cultural debilita a los pueblos. Fertiliza el caos. Como provincia de la frontera dominico-haitiana, Pedernales urge la atención del país. La exclusión de la repartidera de la riqueza nacional, la tiene al borde del colapso.
Ahora que se recrudece el debate sobre un muro físico que separe las dos naciones, resulta oportuna la construcción de una muralla cultural que eleve los ánimos y haga sentir a los pedernalenses como celosos guardianes de su territorio y de cultura.
Ojalá que empresarios, políticos, peloteros, funcionarios, artistas e instituciones estatales, se animen a colaborar desde ya. Que así sea. (Si desea, escriba, por favor, a: tonypedernales@yahoo.com.ar).